domingo, 12 de febrero de 2012
sábado, 11 de febrero de 2012
"El"
Hacia tiempo que no hablaba con Él
El 11-11-11 mi teléfono se bloqueo.
00:07 hs cuando mi dedo lo pulsaba por última vez.
Quería un cambio de vida y lo tome como una señal, que me hizo sentir bien, aunque perdiera todos los contactos. Con cuenta gotas empezaron a aparecer las primeras señales amistosas telefónicas. El apareció hace diez días, yo pensando en comenzar a escribir, con el boli en una mano y el móvil en otra a punto de soltarlo 91... Madrid...
"¿Si, quién es?"
"Que pasa zorrita... ya no te acuerdas de tu macho italiano?"
Era Él. Su voz potente era como un gran pene que atravesaba mi cuerpo. "¡Cabrón!, tu voz acaba de mojar mis braguitas, te echaba de menos"
La carcajada fue mutua y empezamos la charla. Nos conocimos en el trabajo, recorriendo mundo, yo 19 añitos y Él 16 mas. Era alto, fuerte y excesivamente arrogante. Al principio me asustaba, decía lo que pensaba a quien lo merecía, fuese quien fuese, y con el tiempo y los años eso me unió mas a Él. Me sentía protegida, era como un hermano mayor, o el hombre que toda puta quiere tener. Y yo tenía claro que nunca haríamos nada, aunque mas de una vez penetrara mis orificios pensando en sus manos, sus pies.
“¿Todavía te pones nerviosa cuando hablas conmigo? Tus pechos son demasiado pequeños, ya sabes…sin tetas no hay paraíso... y el mio abriría las puertas del tuyo... ponte un buen par y te reviento perra"
"Como me conoces, me las pongo si te casas conmigo, eso si, boda gitana con pañuelo y todo"
"A ti te tienen que hacer la prueba del pañuelo con una sabana"
Reímos, siempre lo hacíamos. Nos respetábamos y su mujer también reía con nuestras tertulias sexuales.
Nunca olvidare el primer contacto juntos, siempre se duchaba con la puerta de su habitación abierta, la del baño abierta y la cortina de la ducha... abierta. Yo sabía la hora en la que pasar, hasta que un día mire mas de la cuenta. Él estaba de espaldas y masturbaba su polla, la
conocía flácida, morcillona y con un río de venas debajo de su piel oscura (demasiado para un hombre blanco) y eso me ponía demasiado cerda, pero quería mas, y la quería ver erecta. Me quede inmóvil, salió de la ducha y aunque quería correr mis pies estaban bloqueados, mi mente solo pensaba en dejarme caer de rodillas y succionarla hasta sacar su esperma caliente con mi boca. Se dio la vuelta, y como siempre dijo lo que merecía oír:
"¿La quieres verdad?"
Con una sola mano cogía su tronco hinchado, con la otra mano cogía el resto de su rabo erecto. Le faltaba otra mano para cubrir su cabeza: un gran fresón imponente que pedía ser comido ferozmente. Su pregunta y su gran pollón pusieron mi cara roja, ardía, y mi ano palpitaba. Me miraba fijamente a los ojos mientras se pajeaba y cuando aparecieron por el pasillo dos camareros del hotel termino de hablar:
"Te encantaría que abriera tus nalgas y rompiera tu culo de zorrita, pero eres demasiado pequeña y tierna para mi"
Los tres empezaron a reír. Yo corrí a mi habitación. Sentía una vergüenza y una excitación atroz, me mire al espejo, una lágrima mojaba mi cara. Acaricié mi sexo y mientras un orgasmo precoz manchaba mis braguitas susurre bajito y tímidamente
"Algún día seré tu puta"
... A tus pies
viernes, 10 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
El placer de Gisela Tallone 1/2
"Comencé a dibujar hace mucho, dentro de una familia de artistas, y fue de la mano de una tía, mas una pasión innata, que me incline por la ilustración"
"Enseguida me di cuenta que me gustaba dibujar la figura humana, esa es mi inspiración: el cuerpo humano"
"Dibujo, luego pinto con tintas o con acuarelas"
"Los dibujos miden 40 x 60 cm. promedio"
"Actualmente integro un grupo "LA LINEA PELUDA" liderado por Mariano Lucano, en el que nos juntamos a dibujar una o dos veces por semana"
"Buen momento"
acuarela: 50 x 50 cm
"De noche"
acuarela: 50 x 50 cm
"La calle"
acuarela: 50 x 60 cm
"La flaca"
plumín y tinta china: 36 x 60 cm
martes, 7 de febrero de 2012
RC o la perversión en sus ojos. Por Charlotte Sometimes
Tan rigurosas resultaban sus palmadas en mi cola que las marcas no se
irían por días. Un recuerdo marcado a fuerza de su mano y su ímpetu a la hora
del castigo. Conservar en la mirada el candor de una infancia lejana conjugada
con esas mejillas arreboladas y aún así sostener la fiereza de quien ha
madurado demasiado pronto, hacían de RC, una sumisa perfecta. Respondería a
cada una de mis órdenes. Nunca intercambiamos roles aunque supe invertir su
sometimiento a mi antojo. Su cabello perfectamente descuidado se enredaba con
el mío, su boca apenas rozaba la mía, implorando piedad. Sus dedos, finos y
largos casi como los míos buscaban mis muslos casi sin intención; la esperaban
mi humedad y un sexo inflamado, rosa, caliente, desesperado por ese tacto. Por
momentos, amargas lágrimas enfriaban esos cachetes pálidos suyos porque sí, sin
más. Poco me excitaba más que verla llorar, era ahí donde me acomodaba astutamente
en su cara para calmar ese latido de mis partes. Ahogaba su llanto con un
eterno orgasmo, un nunca acabar. Nos entregábamos a horas de dolor y
languidecíamos de placer. Mi bella RC. “Prometiste ser mía”, repetía
compulsivamente, y lo era. Suya y de esa perversión en sus ojos. El sólo
mirarla me hacía suya. Sucumbía ante ella y esa voz suya más penetrante aún que
sus pupilas negras como la noche cerrada. Desde mi nuca recorría con su fina
lengua mi espina dorsal hasta encontrar el fruto de su propio placer: esos
golpes a mano abierta en mis nalgas. Estallábamos juntas, nuestros gritos se
confundían en uno. Volvía arriba, ahorcaba mi cuello, tiraba de mis cabellos
con una fuerza digna de amazona. Me entregaba turbadísima. “Prometiste ser
mía”, insistía, ordenaba. Casi no me besaba, pasaba su lengua por mis labios
deseosos de más, tomaba mi garganta apretando hasta dejarme sin aire. Eran mis
propias órdenes que ella cumplía sin contemplar nada más. Su dedo medio en mi
culo, el índice en la vagina y el pulgar en mi clítoris hasta desfallecer de gozo
para finalmente sucumbir a sus lamidas. Del rigor más violento a la ternura más
amorosa. Mi cruel RC. “¡Prometiste ser mía!”, ordenaba. La sentaba en la punta
del sillón, presurosa abría sus piernas y saciaba mi sed de ella. Con ambas
manos, firmes, controlaba sus piernas y con mi boca grande recorría su
clítoris, inflamado, hinchado en proporciones descomunales hasta recorrer con
mi lengua su culo, tan rico, tan entregado y su conchita desesperada por más.
Cuando estaba por explotar, cedía mi presión y apenas le besaba esos agujeros deseosos
por acabar. Lloraba mi preciosa RC y era ahí donde me trastornaba: me metía
dentro suyo y en un segundo estallaba en gritos desgarrados. Me daba vuelta de
un tirón y comenzaba su ritual de golpes. Me masturbaba yo con frenesí, y en mi
afán de verle esos ojos inyectados en sangre, me contorsionaba para verla mientras
me corría. “Eres mía”, sonreía complaciente mi perversa RC.
domingo, 5 de febrero de 2012
Portada y Editorial. "Seudónimo"
¿Quién se esconde detrás de la pluma de Charlotte Sometimes?. ¿ A
quién pertenece la mascara de Gregorio Sacher?. ¿Y Simona Tucena... será
el perfil travestido de algún macho Alfa que solo es capaz de
fluir a través de las palabras?.
No sabemos con exactitud quienes son
realmente estos enormes colaboradores que se presentan con
tan enigmáticos seudónimos. Lo cierto es que nos encanta convivir con
ellos y sus historias y sobre todo, seguir con ellos así, entre los pliegues de
sus deseos y confesiones.
Hace unos años un
amigo que comenzaba su experiencia como mago me propuso hacer
algunos números a propósito de un cumpleaños mío. Acepte
encantado, la magia siempre me resulto apasionante. A la madrugada,
envalentonados por los excesos, me introduje en un camino que
sabía podía desilusionarme, mas aun, sabía que tal
deseo, irremediablemente, se convertiría en arrepentimiento
horas después pasado el efecto, como muchas veces sucede cuando se disipa
el efecto de los excesos ( un apéndice: Excesos es el seudónimo de
algunas drogas ) ¿Cómo es este
truco?, le pregunté. Apenas lanzada la pregunta, rogué que mi
amigo mago mantenga lo que suponía una suerte de promesa mundial tacita entre
todos los magos del mundo, que no era otra que nunca develar los trucos, pero él
también, supongo que sabiendo que se arrepentiría, me contó el truco del
pañuelo.
A partir de esa perversa revelación, cada vez que veo ese truco,
no puedo evitar mirar lo que el mago intenta distraer, es decir, no hacer caso
a su prestidigitación, a su arte, al mago en si: a su seudónimo. Porque para
eso sirve el seudónimo, para concentrarse en una historia sin saber, o intentar
saber, quién es el que la cuenta.
Desde Fatale agradecemos y homenajeamos al “Seudónimo” porque
sabemos que con él muchas historias son y fueron contadas en absoluta libertad.
Y que gracias a esas historias se pudo conocer el pensamiento de grandes
hombres y mujeres que, sin ese seudónimo, los hombres de nombres reconocidos en
la historia no hubiesen dudado en eliminar.Andrés Casabona
martes, 31 de enero de 2012
domingo, 29 de enero de 2012
ZK o la ortodoxia bien entendida empieza por casa
Presuroso, levantó su sotana. Hacía diez minutos al menos
estaba yo parada, atada manos arriba, impertérrita, mirando cómo, inexpresivo,
me observaba.
La suya, una triste habitación, pequeña, con apenas una cama
pequeña, una mesa de luz, algún mueble más y una descomunal cruz de poco menos
de dos metros contra una pared desnuda. Ahí me amarró este sacerdote ortodoxo
ni bien terminó su misa bautismal a la que había yo acudido.
Me dejó en mis bragas y me untó en aceite, con mucho
cuidado, con manos firmes; tomó mis brazos, anudó con sogas mis muñecas en esa
cruz y se sentó a examinarme por esos eternos diez minutos. Debajo de la
sotana, los pantalones y desde ahí a la verga inflamada, violeta, tan grande,
como nunca había visto, Nunca. Creí que diría algo: abrió la boca pero no
emitió sonido alguno. Sotana levantada, pene al palo, se acercó y mientras se
restregaba en mi pelvis acompañando suave vaivén, tomaba fuerte mis muñecas y
respiraba en mi boca. Mientras, fisgaba yo ese cuarto suyo ubicado detrás de la
misma iglesia ortodoxa: austero, feo, apenas unos pocos libros en un estante,
una luz baja iluminaba estratégicamente mis pies; dejó de friccionar sus
genitales contra los míos (estaba yo empapada a estas alturas, con mi sexo
latiendo deseando esa pija sacudiéndose dentro de mí) y empezó a lamer los
dedos de mis pies. Me rendí y finalmente gemí, grité, ordené.
De ahí en más no me tocó. Seguí maniatada, exquisitamente
dolorida, un largo rato más. Él lloraba sentado en el suelo. No me conmoví,
sólo quería esa pija. Y no la tuve.
Las pajas más violentas me ha arrancado este recuerdo.
Charlotte Sometimes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)