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miércoles, 18 de enero de 2012

Las madrileñas van al frente




Después de un par de semanas en la península ibérica, la frase que más dio vueltas por mi cabeza fue la que alude a la falta de “histeriquismo” de las españolas. Para un turista virgen como yo esa era una frase alentadora. Siempre agregaban un correlativo “los españoles arrugan”. Y así fue. Una de las noches en las que bebía invitado por mis anfitriones en un pub/disco a veintipico de kilómetros al norte de Madrid, me pisó una madrileña. Yo estaba parado junto a la barra y puse cara de sufrimiento. Ella se acercó a mi oído para pedirme perdón y para sumar un comentario extra que no supe decodificar. Sonreí y segui parado observando ese modelo de madrileñas de más de un metro ochenta que iba entrando al lugar. Hermosas y largas niñatas. Sin las pomposidades argentinas, pero orgullosas de la madre naturaleza. Me distraje. Otra cerveza y a salir a fumar un cigarrillo. Mientras sacaba el encendedor la vi acercarse, era la chica del pisotón que venía con un cigarro en la mano. Otra vez frente a frente y me pide fuego. Ahí nos presentamos. Ella vivía en la urbanización cruzando la autovía y yo un músico argentino de vacaciones. Hablaba y se reía. Hablaba cerca de mi oído y luego me miraba a los ojos. No estoy seguro de que entendía mis chistes, no le importaba poner cara seria y buscar otro tema de conversación. Yo la miraba y pensaba en la frase y en que había minas mejores en el bar, hasta que derepente no pensé más. Olí. Al lado nuestro acababan de prender un porro de flores. El barandazo me dejó mudo. La miré esperando en ella mi misma reacción. Ella solo soltó un “han prendido una china”. Yo solté un “veamos” y encaré al grupo que olía muy bien. Fui bien recibido, me intercalaron en su ronda. Era muy sabroso aunque tuviese tabaco. Contento con mi hallazgo quise retomar la conversación con la madrileña que va al frente, pero ella me hizo entender que yo ya había elegido.

Gstv © 2012

miércoles, 15 de junio de 2011

Viviana y Paola



El título lleva el nombre de las dos mujeres treintis. Turistas llegadas de Almagro, Capital Federal, el día en que están cerrando todos su temporada. Hay balnearios desmontados y los horarios de verano ya no corren. Este es un Villa Gesell autóctono. Donde se sabe lo que pasa con todas las mujeres trentis. Pero lo que suceda con Viviana y Paola poco va a importar en el transcurso del invierno turístico.
Las vi a ellas meterse al mar esta mañana y me vi a mi, siguiéndolas mientras hablaba por celular. Atraído hipnóticamente por lo que no era la bikini de su traje de baño negro, muy generoso a la vista de un distraído como yo. Cual bañero atento, las escolté durante cien metros. Ellas en el agua, yo en la orilla. Ya sé que Viviana está buenísima también aunque Paula me haya absorbido la mirada.
Ya había arrugado en encararlas dos veces más temprano. Las dos con un excelente chamuyo. Increscendo sostenido, redoble de apuesta. Ok. Hasta ahora vengo arrugando. Pero ya sé sus nombres, barrios, gusto por los animales. Entrada la tarde de sol peronista, me acerqué mientras mantenían una conversación con una señora de cincuentilargos. Yo elongaba y escuchaba. Sus nombres, su cariño por un perro solitario, el marido de una de las dos. Información para armar otro encare. Cuando ellas se alejaron quedó la señora y algo me dijo con su mirada. No sé qué. Por la noche no las volvía a ver, recién al otro día de playa. Esta vez me acerqué a las chicas con un porro de flores en la mano. Fuego no podía pedirles porque me habían visto fumar. Recurrí a una estrategia del Polonio. Porro por mate. El poder de mis flores recién cosechadas sería mi carta de presentación. Contundente. “Hola. Cómo va? Les cambio unas secas de flores por unos mates…qué dicen?” Respondieron metiendo en la misma frase: sanitas, sol, lagartos, tranquilas, te avisamos, gracias. Al rato partieron sin mirar atrás. Chau. Al día siguiente, las veo acostadas en los tamarindos, luego parece y caminar hacia mí sin mirarme. Yo avanzo para acortar caminos. Ellas miran hacia donde están sus lonas y bolsos. Yo ya estoy cerca. Pienso que reclamar el mate es una propuesta mala onda, y cuando estoy a distancia audible digo: “Ayer me quedé sin mate.” Gané dos sonrisas. Ahora me estaban por hablar. Esta vez se refirieron a un viejo que andaba por los tamarindos escondido y las miraba haciéndose una pajota. “Uno de remera rayada?” “Sí, ese” “La próxima llamo al nueve once”. Quiero defenderlo al viejo. Podría decir que yo también me toqué pensando en ellas, bueno, más que nada en Paola. No es buena idea porque tendría exponer una larga teoría para caer simpático y no desubicado. Levantan sus cosas y se van. Al disimular mi decepción con una mirada distraída encontré que la señora de bikini estuvo siguiendo toda la situación. Es tetona. Ancha por la edad. Rubia. Muy probablemente haya lucido una bella figura juvenil en su época de gloria. Ahora es testigo de mis intentos. Ve familiares a esos rechazos. Transporta mis movimientos a otra época y sonríe. Justo en ese momento cruzamos miradas. Ella sonriendo, yo curioso. En ese momento entendí la mirada del día anterior. Era un: vení acá. Reaccioné como si lo que acababa de entender fuera lo que estaba repitiéndose en ese instante. Ahora la señora me ocupa todo el plano de visión. Estoy en el terreno de la palabra. “Hola, usted fue como ellas?” “Soy. Te quedó de ese cigarrito?” “Claro” “Sentate”. “¿Qué pasa, no les interesa el intercambio con el hombre? Después de tanta charla interrumpida entre ambas”. “Todas queremos coger siempre. A veces los sistemas para ocultar esos deseos son más fuertes, pero no pueden serlo por mucho tiempo. Encarar a dos mujeres a la vez es doblemente difícil. Prefieren no competir a salir perdiendo en la competencia. Una mujer sola es otro tema.” “Vos decís que no tengo chances?” “No. Solo, no.” “¿Y con ayuda?” “Más chances, obviamente, casi infalible.” “Te copás?”. Me mira. “Y vos, te copás?”. La miro, me mira. Tiene el porro apagado en la mano con la que me habla. “Sí. Lo que quieras”. “Si te ayudo a cogerte una, vos después me cogés a mí”. “Trato hecho.” “¿Querés que te vaya pagando?” “Más tarde, sí.” Me vuelvo al departamento frente al mar. Las busco con la mirada. Nada. Hasta que veo pasar a la señora y le hago señas de que suba. Le abro. Mira mi desorden con una sonrisa. Pregunta por el baño. Pasa. Escucho la ducha. No sé si entrar o si me va a llamar. Espero. Pongo música desde la computadora. Abro la puerta del baño y la veo afuera de la ducha que permanece prendida. Ahora ella me hace señas para que también me bañe. Entro con bermuda y todo. Ella sale. Yo termino. Se acostó desnuda y tapada, levantó la persiana para apagar la luz. Me espera. Me tapo con ella. Baja su mano hasta rozarme la verga. Se entretiene con mis huevos mientras la va endureciendo y creciendo mi pija. Baja una mano húmeda para tocarme la cabeza desnuda. Suaves arrugas me acarician. Su piel es suave. Cuidada con cremas desde siempre. Me empieza a pajear. Me acuesta boca arriba. Me destapa, se destapa y me la empieza a chupar. No sé si tocarla o seguir falseando sin actuar. La dejo que haga. Está buenísimo como la chupa. Veo una cabeza rubia subiendo y abajando por mi chota. Pienso en Paola y enseguida vuelvo a la situación. No sé si quiere que acabe, o se está por exceder de bueno y le voy a llenar la boca. Pienso que es temprano y prefiero acabarle todo en la boca. Ella se da cuenta de mi plan y acelera la chupada. Me agarra las bolas con la otra mano e intenta deslizar un dedo hacia mi upite. Se lo permito. Sabrá lo que está haciendo y por hacer. Me está calentando mal. Se va a tragar toda mi leche. Por primera vez, le agarro la cabeza, la toco, la mantengo a una distancia prudente. No quiero que se aleje demasiado. Me va a hacer explotar. Ya. Uf! Toda adentro. La fue tragando de entrada. Ahora succiona como para sacar hasta la última gota. Hermosa. “Bueno, lindo. Me cobro sólo el cincuenta por ciento por adelantado. El resto después del éxito con la piba. Se paró, vistió y se fue.


Gustavo Guaglianone - GSTV

lunes, 14 de marzo de 2011

Modelo vivo

Mi ex me invitó a hacer de modelo en una clase de “chupada de pija”. La clase la pidió su nuevo grupo de amigas, siete minas entre 27 y 37 años. Su idea era hacerlo con un consolador, pero la convencí. No importa que obtendrá a cambio. La cuestión es que el sábado que viene tengo que estar media hora antes de la clase magistral, y tengo que procurarme una capucha efectiva. No verlas y que no me vean; fue el trato. Está bien.
Nada importante puede pasar en estos días. Nada puede motivarme, ni distraerme. Cada vez que me descubro pensando en algo, es en el sábado. ¿Cómo me voy a vestir? ¿Qué calzoncillo? ¿Me afeito ahí? ¿Me meto un Viagra? ¿Voy fumado? ¿Voy duro? Cero alcohol, pero voy a necesitar algo que me retrace. ¿Me toco en la semana? ¿Me toco media hora antes de ir? ¿Se lo cuento a alguien? ¿Me lo van a quemar? ¿Se me va a parar? ¿Estarán buenas? ¿Todas gordas? Pibes colados, no por Dios. ¿Alguna medio bruta? ¿La vuelvo a llamar o puede arrepentirse? ¿Es sábado? ¿Voy yendo?
Salgo de mi casa con la capucha en el bolsillo, un faso de flores bien gordo, un rescate de merca del miércoles, un gel íntimo saborizado que compré ayer, mi celular con cámara por si puedo, y un embale tremendo. Anoche me afeité el ochenta por ciento de los pendejos. Escuché que muchas minas lo piden, y dicen que hace parecer la chota más grande. Me olvidé del Viagra y no sé de dónde mierda sacarlo a esta hora. Bueno, voy.
Hace quince minutos que espero que sea media hora antes. Toco el timbre. Baja mi ex, y me sube corriendo a su departamento. No es grande, pero lo suficiente como para encerrarme en un cuarto. La guacha lo había ambientado para la ocasión. La semana pasada no estaban todas esas velas, ni la cama contra la pared del fondo, ni la compu contra un costado. Hoy el equipo de música también está en el cuarto. Sonaba Soda Stereo y ya lo cambié. Ahora suena un compact medio raro de John Zorn, uno de música para películas. Es tranquilo, hipnotizante. La semana pasaba me di cuenta que al terminar la convivencia, hace 4 años ya, me había dejado este cd. Miro a mi alrededor y por más que trato de encontrar otro tesoro, nada me saca los nervios. Si soy ansioso como dicen, esta vez tengo mis razones.
Timbre. Sin decirme nada, mi ex baja a abrir. Yo ya recibí las órdenes. Nada de salir del cuarto y nada de hablar antes de la clase. Durante la clase, sólo responder las preguntas autorizadas por la profe. Prohibido meter mano. Celular apagado. Bañadito, perfumado y a esperar que termine la “introducción a la chupada de pija”, que se está por llevar a cabo en el living contiguo.
Debo admitir que hasta hoy nadie me tiró la goma como ella. Ni las trolas se le acercaron. A la turra le encanta y lo sabe. Lo disfruta y te lo demuestra. Toca cosas que ni en la mejor de mis pajas adolescentes se me ocurrió tocar. Es obvio que usa la lengua y los labios, pero también juega con los dientes y las uñas. Te pone al borde del sufrimiento, la hija de puta. La primera vez flashié mal, pero en lugar de un grito de dolor, me sacó uno de placer. Nunca llegó a lastimarme, pero me hizo pensar en mi desconocido potencial sadomasoquista. Ahora que lo pienso, espero que deje estos secretos para el final de la clase, no sea cosa que las novatas me la hagan mierda. Si bien teníamos unos garches grandiosos, de horas y horas, no coje tan bien como la chupa. Todos estos años, extrañe esos ojos redondos mirándome fijo, mientras subía y bajaba por mi chota. Para hacerla completa le faltó despertarme con una mamada, pero bueno, después de la clase de hoy no voy a poder pedir nada más.
Pasos, voces y las llaves. Me dijo que iban a ser entre cinco y siete contándola a ella. No me doy cuenta. Abren botellas. Al toque huelo un faso paraguayo tribunero. Se escucha un: “No, gracias”. Y un: “venga, tía”. Una, ya tiene voz de gorda. La otra me encantó, algo entre FM y la mina que da la hora por teléfono, con toque gallego impostado. Ríen. Mueven sillas. Yo paso de estar al palo a tenerla muerta y fría. Ahora está muerta y fría.
Arrancó la teoría. La música, que tengo ordenado no bajar, no me deja escuchar bien. Rescato frases en los baches entre tema y tema. Escucho: “así de grande”, “¿nunca tragaste?”, “¿salada?”, “es importante coordinar boca y manos”, “un buche de agua caliente”, “entre mate y mate”, “¿más cerveza?”, “¿vino?”, “¿lo conocemos?”, “no las va a poder ver”, “toda de una”, “Martín me tiene podrido”, “el dibujo es bastante claro”, “Así, ¿ves?”, “dan ganas de morderlo”, “¿estuviste con un judío?”, “sí, a mi también”, “mi viejo”. Van dos celulares que suenan y nadie los atiende. Parece estar todo bajo control. Yo siento el mismo frío que en la revisación para la colimba.
Hace rato que estoy tirado en la cama con la capucha semi puesta y una bata blanca de toalla que me queda chica. Se abre y cierra la puerta rápido y entra mi ex. Me hace un gesto para que no hable y me coloca bien la capucha. La oscuridad me da más frío. Antes de irse, me la toca. Me sobresalto, me templo un poco. La escucho reirse mientras se aleja. Loca de mierda.
Pasan unos cinco minutos hasta que empieza la práctica.
“A él lo vamos a llamar: Consoleitor.”-dice mi ex “No las puede ver, pero ustedes se tienen que hacer sentir. Bueno, cada una va a tener treinta segundos para chupársela free-style. Después voy yo y ustedes miran”.
Estoy tratando de evitar que se me pare con sólo imaginar lo que viene. Lo logro. Lo logro. Llegó la primera. Me abre la bata. Yo estoy sentado a los pies de la cama. La siento agacharse. Deben estar todas vestidas, eso siempre me calentó.
“Parémonos acá, así vemos todas.”
La chica está nerviosa. Me la acaba de chocar contra sus dientes. Sin dolor, de lleno a las paletas. La está agarrando bien de abajo. Bien. Se mueve más rápido que mi erección.
“Tiempo”.
Me dejó de garpe.
“Siguiente”.
Tiene las manos heladas. No mueve la lengua. La anterior, tampoco. Pero va más lento. Tose. Paró, se debe estar sacando un pelo de la boca. Vuelve. Me agarra las bolas. La tiene toda adentro. Vuelve a toser.
“Treinta, siguiente”.
Sin las manos. Me aprieta la cabeza con los labios. La lengua da golpecitos. Esta va mejor. Estoy al re palo. No uses las manos, nena, porque acabo.
“Treinta, siguiente.”
Nada.
“Dale vos. Sí”.
Manos grandes. ¿No será un traba? Se me empieza a aflojar.
“Ay…se le está bajando” -escucho la voz de gallega trucha. Recupero vigor. Esta coordina las manos y la boca. Bien ahí.
“Listo, siguiente.”
Me agarra la mano y me hace parar. Tiene manos chicas y piel suave. Me agarra del culo con las dos manos y empieza. No mueve la cabeza, me mueve a mí. Si no fuese por los intervalos y la curiosidad, ya hubiese acabado.
“Tiempo, siguiente.”
Bien, nena. Esta es puro lengua. Empezó por las bolas y recorrió todo hasta la cabeza. Para mi gusto me está apretando de más. Larga un suspiro. Qué chanta. Nunca entendí a las chicas que suspiran mientras la chupan. Suena a actuación complaciente.
“Treinta, voy yo.”
¿Para qué? Arrancó con todo y yo no aguanto más. Me está bordeando el nacimiento del glande con sus dientes, y tiene un dedo peligrosamente cerca de mi culo.
“¿Te gusta?”- me pregunta.
Mi respuesta fue una terrible acabada, directo a la campanita. Noto que la sorprendí porque se tira un poco hacia atrás. Igual, no deja de succionar todo hasta dejarme limpito.
“Bueno, chicas, pensé que me iba a durar más…pero bue…mmm…rica como siempre.” –la imagino con la boca abierta y sacando la lengua para mostrar que se tragó todo, eso siempre me lo hacía- “Ahora que Consoleitor ya acabó, le vamos a dar unos minutos y volvemos…esta vez va a durar más, lo conozco.”
Tengo unas ganas de sacarme la capucha y verle la cara a las chupadoras. Material de archivo, digamos. Suele venir la sequía después de semejante bonanza. Hay que estar preparado para eso.
“¿Cuál te calentó más?”-otra vez hacia mi.
“Vos”- digo y me arrepiento de la respuesta boluda.
“Ya sé…¿cuál de las chicas? Fueron seis, decí un número.
“La que me hizo parar. No sé que número era”.
“Muy bien, número cinco. Sigamos.”-hacia mi- “Acostate y sacate la bata. Sólo la batita, lindo.”
Quede boca arriba con la sensación de que las chicas estaban muy cerca. Una a una siento con van hundiendo el colchón. La voz de mi ex todavía permanece de pie.
“Vamos desde arriba.”-acercándose. –“No acabes de toque, nene”- al oído.
Concentración. Concentración. Seguro que ahora la turra va a hacer lo imposible para que acabe. Siempre quieren lo contrario que te piden. Empecé a sentir sus manos desde mi rodilla. Suben. Suben hacia mi verga. Van por la parte interna de los muslos. Apenas se apoyan, pero dejan marcado su recorrido. Las dos manos avanzan coordinadas. Llegan las dos en la ingle. Nadie habla. Los dedos rozan los mis afeitadas bolas. No puedo evitarlo y suspiro. De golpe los dedos se retiran y vuelven húmedos. Esa humedad caliente pinta mis huevos. Ahora agarra la base de mi pija con fuerza. Sangre coagulada. Sangre coagulada.
-“Presten atención.”
Primero la lengua toca la punta del glande que enseguida desaparece dentro de su boca. Se mueve rotando hacia ambos lados. Se la mete casi toda en la boca antes de salir de golpe. Imagino mi verga brillante, erguida y entregada. No termino de imaginarlo que ya está jugando con sus uñas. Lo bueno es que nunca voy a acabar así. El juego al límite de las uñas te pone como loco, pero ese riesgo es el que te mantiene contenido, y se te frunce el orto a más no poder.
-“Vení vos primero”. ¡Dios! –“Empezá por acá”
Tengo tres manos tocándome. Mi ex sigue con las uñas e imagino que la número uno es la que me está masajeando las bolas. Las uñas paran. Siento un frío por un instante. Ahora tengo a la número uno prendida a punta de la chota. ¡Mamá! ¡Qué rápido que aprenden! Debe ser por lo competitivas que son las minas. Ya la tiene toda adentro. Hermosa. Uia! Empieza a improvisar. ¡El culo no! No puedo evitar una reacción que corta el clima.
-“Siguiente”.
¿Por qué no las mandás de a dos, che? Otra vez arrancamos con la punta, la rotación, y yo no voy a aguantar mucho más. Las manos en las bolas, más giro de cabeza y toda tuya, nena, ni sé quién sos.
-“Tenés que tragar, ya lo hablamos.” –su voz tapó mi intento de grito. “Así, así…muy bien, a ver…bien. Ahora vamos a volver al otro cuarto y seguimos con un consolador de verdad. Y ya saben que nadie se puede resistir a una buena chupada. Vamos”.
Estoy solo en el cuarto otra vez. Sigo al palo. Me saco la capucha. No veo restos de acción. ¿Qué mierda hago? Para un tercero van a tener que esperar un rato, y no aseguro nada. Me fumo medio pucho y después un porro del rico. ¿En qué me metí? ¿Cuáles serán las letras chicas de este paraíso? ¿Están hablando de mi? Sí, seguro. Me estiro a lo ancho de la cama. Si vienen los novios son una banda, desastre. El porro me cortó el hambre. Prendo la compu. Busco el Messenger. Usuario. Contraseña. Conectado. Pin! Se abre una ventana con smile fiestero. Es Caro, una pendeja que me está quemando la cabeza pero todavía no entregó. “Hola”-le escribo- “todok?”. Miro la lista de conectados y no veo a ninguno de los pibes. Caro contesta: “Sí. Mi novio está de viaje. ¿querés ver un dvd a casa?”. “Sí, termino un partido de truco y voy.” Después de tanta chupada de pija, necesito un beso, algo. Miro la ventana por la que entramos la vez nos habíamos olvidado la llave. Me visto y salto al patio interno del edificio. Ahora tengo que esperar que algún vecino salga. Aparece uno con trayendo bolsas de basura. Perfecto. Estoy afuera. Paro un taxi. Es una mina. Le estoy por dar la dirección de Caro pero no, la hago encarar para Belgrano. Prendo el celular y escribo un sms buscando a los pibes. Antes de hacer tres cuadras ya tengo destino. Me pongo los auriculares para evitar cualquier conversación con la tachera, mientras miro sin hacer foco por la ventanilla.  Se me escapa una risa al mismo tiempo que me pregunto: “-¿Me estaré haciendo gay?”

Gustavo Guaglianone - GSTV

domingo, 30 de enero de 2011

Trilogía playera: Al mar



A la playa llega siempre primero el hombre cargado, y de diez a veinte metros atrás, su mujer con el cuello erguido y monitoreando. Puede llevar la pelota de fútbol, mientras no haya otro elemento de menor peso especifico y forma tan perfecta. Novia, amante o madre cuentan igual. Con o sin chicos hoy los roles se mantienen, y hasta le suman una sombrilla y la responsabilidad de funcionamiento seguro de la misma, al hombre que para ese momento ya decidió dónde será el descanso. De todas maneras, busca la mirada monitor esperando aprobación. Puede tener el visto bueno o no, modificar las coordinadas o no; su día no va a depender de eso.

Estar solo en la playa debería ser un pase libre para coger. Hacer el amor sin más memoria que la corporal. Satisfacer y satisfacerse, con alguno de esos cuerpos desnudos. El traje de baño, más precisamente la bikini y sus derivados, son lo mismo que la desnudes. Elegir o ser elegido, ya es parte de una medición astral. Lo que si, nadie, pero nadie debería quedarse o dejar con las ganas, en la playa. Bueno, y en las playas nudistas que se precien de tal, debería haber reglamentación clara acerca de este tema. Al final de cuentas, parece que el Sol es quien se las garcha a todas (o todos). Y las atiende por horas y les da duro. Y se ponen cremas para soportar o potenciar esta relación.

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 7 de Diciembre 2006.

Ilustración:LU+6 

Trilogía playera: El pajar



A la paja se llega por varios lados. No contamos las excusas, por supuesto. Esta la paja estabilizadora, la "para bajar", la del olvido, la recreativa, y la "me quiero mucho yo". Son todas muy distintas aunque algunas compartan visiones y enfoques. Y mayormente todas terminan igual. Pero sin duda, la última de estas, también conocida como "la autogestión", persigue un objetivo sublime y más aún comparándola con las demás. La paja que estabiliza los niveles, es una necesidad, tiene precisión quirúrgica. Si tenés que "bajar a pajas", estamos hablando de un recurso efectivo pero recurso. La del olvido es recomendable para sacarse de la cabeza, o evitar, histerias ajenas; sin embargo, no se encuentran investigaciones serias sobre los efectos colaterales a un mediano y largo plazo. La recreativa, paja pasajera, no deja una sensación sostenible de logro, más bien posterga la necesidad de salir a ponerla. La autogestión es La Paja, madre de todas las pajas. Aunque más común entre las mujeres, esta paja, y como todo lo bueno, tiene una contraindicación: “Llegar a lugares donde nadie más podrá”. Sin duda esto funciona tanto como desafío, como aprendizaje. Tal vez los puristas del género onanista, la consideren como la única paja de todas las pajas. Allá ellos, sé que es irremplazable por el accionar del otro/mismo sexo, pero no se, hoy me duele la cabeza.

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 7 de Diciembre2006.

Ilustración:LU+6

Trilogía playera: La caza



Buscar un objetivo sexual en poco tiempo es una tarea especial. Para aumentar las posibilidades de éxito, se recomienda pegarse al cliché (éxito y cliché son 2 palabras que por algo suenan parecido). Lástima que en 3 días no adelgazas lo que dice el cliché. Uno menos. Tener una valija con vestuarios varios como para insertarse exitosamente en algún rubro playero, es un tema de planeamiento sofisticado. Cliché de “pertenecer”: out. El escritor/filósofo solitario requiere una repetición de escenario, para ser efectivo. Eso aburre. Lo mismo pasa con el ejecutivo con celular que camina en círculo de un radio visible. Aburre e implican muchas horas haciendo de antena de frecuencias con consecuencias inciertas. Músico puede ser. Depende el target ligas un baño o no; siempre y cuando aceptes comprimir la música a un grito de celo constante. Quienes no tocan instrumentos pueden bajar la ventanilla y subir el volumen del set de temas para niñas. Perder el oído por tener un auto, no es una buena ecuación, menos por tan poco tiempo de goce. Ahora, si lo que piensan es pagar, tal vez la suma no sea tanta en relación a la necesidad. ¡Feliz día de la Virgen!

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 8 de Diciembre 2006.
Ilustración: LU+6