miércoles, 15 de junio de 2011

Viviana y Paola



El título lleva el nombre de las dos mujeres treintis. Turistas llegadas de Almagro, Capital Federal, el día en que están cerrando todos su temporada. Hay balnearios desmontados y los horarios de verano ya no corren. Este es un Villa Gesell autóctono. Donde se sabe lo que pasa con todas las mujeres trentis. Pero lo que suceda con Viviana y Paola poco va a importar en el transcurso del invierno turístico.
Las vi a ellas meterse al mar esta mañana y me vi a mi, siguiéndolas mientras hablaba por celular. Atraído hipnóticamente por lo que no era la bikini de su traje de baño negro, muy generoso a la vista de un distraído como yo. Cual bañero atento, las escolté durante cien metros. Ellas en el agua, yo en la orilla. Ya sé que Viviana está buenísima también aunque Paula me haya absorbido la mirada.
Ya había arrugado en encararlas dos veces más temprano. Las dos con un excelente chamuyo. Increscendo sostenido, redoble de apuesta. Ok. Hasta ahora vengo arrugando. Pero ya sé sus nombres, barrios, gusto por los animales. Entrada la tarde de sol peronista, me acerqué mientras mantenían una conversación con una señora de cincuentilargos. Yo elongaba y escuchaba. Sus nombres, su cariño por un perro solitario, el marido de una de las dos. Información para armar otro encare. Cuando ellas se alejaron quedó la señora y algo me dijo con su mirada. No sé qué. Por la noche no las volvía a ver, recién al otro día de playa. Esta vez me acerqué a las chicas con un porro de flores en la mano. Fuego no podía pedirles porque me habían visto fumar. Recurrí a una estrategia del Polonio. Porro por mate. El poder de mis flores recién cosechadas sería mi carta de presentación. Contundente. “Hola. Cómo va? Les cambio unas secas de flores por unos mates…qué dicen?” Respondieron metiendo en la misma frase: sanitas, sol, lagartos, tranquilas, te avisamos, gracias. Al rato partieron sin mirar atrás. Chau. Al día siguiente, las veo acostadas en los tamarindos, luego parece y caminar hacia mí sin mirarme. Yo avanzo para acortar caminos. Ellas miran hacia donde están sus lonas y bolsos. Yo ya estoy cerca. Pienso que reclamar el mate es una propuesta mala onda, y cuando estoy a distancia audible digo: “Ayer me quedé sin mate.” Gané dos sonrisas. Ahora me estaban por hablar. Esta vez se refirieron a un viejo que andaba por los tamarindos escondido y las miraba haciéndose una pajota. “Uno de remera rayada?” “Sí, ese” “La próxima llamo al nueve once”. Quiero defenderlo al viejo. Podría decir que yo también me toqué pensando en ellas, bueno, más que nada en Paola. No es buena idea porque tendría exponer una larga teoría para caer simpático y no desubicado. Levantan sus cosas y se van. Al disimular mi decepción con una mirada distraída encontré que la señora de bikini estuvo siguiendo toda la situación. Es tetona. Ancha por la edad. Rubia. Muy probablemente haya lucido una bella figura juvenil en su época de gloria. Ahora es testigo de mis intentos. Ve familiares a esos rechazos. Transporta mis movimientos a otra época y sonríe. Justo en ese momento cruzamos miradas. Ella sonriendo, yo curioso. En ese momento entendí la mirada del día anterior. Era un: vení acá. Reaccioné como si lo que acababa de entender fuera lo que estaba repitiéndose en ese instante. Ahora la señora me ocupa todo el plano de visión. Estoy en el terreno de la palabra. “Hola, usted fue como ellas?” “Soy. Te quedó de ese cigarrito?” “Claro” “Sentate”. “¿Qué pasa, no les interesa el intercambio con el hombre? Después de tanta charla interrumpida entre ambas”. “Todas queremos coger siempre. A veces los sistemas para ocultar esos deseos son más fuertes, pero no pueden serlo por mucho tiempo. Encarar a dos mujeres a la vez es doblemente difícil. Prefieren no competir a salir perdiendo en la competencia. Una mujer sola es otro tema.” “Vos decís que no tengo chances?” “No. Solo, no.” “¿Y con ayuda?” “Más chances, obviamente, casi infalible.” “Te copás?”. Me mira. “Y vos, te copás?”. La miro, me mira. Tiene el porro apagado en la mano con la que me habla. “Sí. Lo que quieras”. “Si te ayudo a cogerte una, vos después me cogés a mí”. “Trato hecho.” “¿Querés que te vaya pagando?” “Más tarde, sí.” Me vuelvo al departamento frente al mar. Las busco con la mirada. Nada. Hasta que veo pasar a la señora y le hago señas de que suba. Le abro. Mira mi desorden con una sonrisa. Pregunta por el baño. Pasa. Escucho la ducha. No sé si entrar o si me va a llamar. Espero. Pongo música desde la computadora. Abro la puerta del baño y la veo afuera de la ducha que permanece prendida. Ahora ella me hace señas para que también me bañe. Entro con bermuda y todo. Ella sale. Yo termino. Se acostó desnuda y tapada, levantó la persiana para apagar la luz. Me espera. Me tapo con ella. Baja su mano hasta rozarme la verga. Se entretiene con mis huevos mientras la va endureciendo y creciendo mi pija. Baja una mano húmeda para tocarme la cabeza desnuda. Suaves arrugas me acarician. Su piel es suave. Cuidada con cremas desde siempre. Me empieza a pajear. Me acuesta boca arriba. Me destapa, se destapa y me la empieza a chupar. No sé si tocarla o seguir falseando sin actuar. La dejo que haga. Está buenísimo como la chupa. Veo una cabeza rubia subiendo y abajando por mi chota. Pienso en Paola y enseguida vuelvo a la situación. No sé si quiere que acabe, o se está por exceder de bueno y le voy a llenar la boca. Pienso que es temprano y prefiero acabarle todo en la boca. Ella se da cuenta de mi plan y acelera la chupada. Me agarra las bolas con la otra mano e intenta deslizar un dedo hacia mi upite. Se lo permito. Sabrá lo que está haciendo y por hacer. Me está calentando mal. Se va a tragar toda mi leche. Por primera vez, le agarro la cabeza, la toco, la mantengo a una distancia prudente. No quiero que se aleje demasiado. Me va a hacer explotar. Ya. Uf! Toda adentro. La fue tragando de entrada. Ahora succiona como para sacar hasta la última gota. Hermosa. “Bueno, lindo. Me cobro sólo el cincuenta por ciento por adelantado. El resto después del éxito con la piba. Se paró, vistió y se fue.


Gustavo Guaglianone - GSTV

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