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viernes, 3 de junio de 2011

Noche

Mucho ruido, muchas gente, muchos automóviles, luces. Luces tapando la negrura de la noche. Carteles luminosos por doquier. Hombres oscuros ofreciendo ofertas que parecen irresistibles, al menos por lo que dicen sus palabras. Vorágine. Enajenación. Noche. Y yo, solo. Caminando entre esa multitud de cosas. No busco nada, sólo eso. Andar solo por ahí...Me confundo entre la masa nocturna; así no parece soledad lo que me acompaña. Tal vez pueden pensar que voy con el que casual y circunstancialmente pasa caminando a  mi lado.
Acelero el paso para ponerme cerca de él, hasta que me mira de forma amenazadora, con desconfianza...
Luego no me importa, sí, circulo solo por ahí. Simplemente circulo.
Pero uno de esos carteles luminosos me llama y me llama. Y, de repente, ya no circulo por circular. Me dirijo hacia allí. Sí, señor. ¿Por qué no?. He cobrado mi salario. Tal vez sea el momento de abandonarla por unas horas, a la soledad digo, mi fiel compañera...Es hora de serle infiel, por unas horas nada mas. (No creo que se enoje, ella nunca se enoja, a veces se burla). Así que me dirijo, ya con mucha decisión, hacia aquel cartel luminoso (ese, el que mas me atrae), hasta que me encuentro debajo de él. Delante de mi, una pequeña puerta (desproporcionada en comparación con aquel enorme cartel). Un hombre oscuro allí parado. Qué sonriente, qué amable y hospitalario es conmigo.
Traspaso la pequeña puerta. Dejo atrás al hombre oscuro. Dejo atrás el mundo recién descrito ( donde siempre se circula y donde siempre ella me aguarda. La de siempre. la que no se ve pero está)
Sin darme cuenta, ingreso en otro mundo. Un mundo diferente. Ellas me reciben sonrientes, resplandecientes, me besan, acarician, y me llevan hacia adentro de aquel mundo. Mas adentro todavía. Ya no me desplazo por mi cuenta. Ellas me llevan. Es como moverme en el aire. Hay vértigo. Una sola se queda conmigo. El resto se esparcen por aquel mundo. Todavía no reparo en la que se queda a mi lado, aunque siento sus caricias y susurros. Me encuentro extasiado contemplando ese mundo increíble. Pero ahora sí reparo en ella. La observo, la aprecio, la palpo suavemente. La miro a los ojos. Es raro, pero es muy confuso lo que se ve en sus ojos; no podría dar una descripción precisa. Sin embargo, una cosa sí es clara en esa mirada que dispara desde su cuerpo. Hay tentación, excitación, locura...
Y me lleva cada vez mas adentro de ese mundo, me sumerge. Yo me dejo llevar y me encuentro, de un momento a otro, en un pequeño recinto, es acogedor, cálido... Y vuelvo a contemplarla. No deja de mirarme, y mientras me mira, sus pieles comienzan a caer, una tras otra, con suavidad. Dentro de mí arremete un sinfín de situaciones lujuriosas. Porque ya veo todo su interior expuesto, esbelto, excitante, increíble. Sin prevenirlo me encuentro abrazado a ella y siento toda su desnudez en la mía. Mi cuerpo es un fuego. Ya no soy. Ahora es mi cuerpo que ha tomado las riendas y él me dirige. yo soy un espectador. Mis manos se deslizan por todo su cuerpo como si buscaran un pequeño punto indescifrable en  una extensión inexplorada anteriormente. Mis dedos transmiten a mi mente sensaciones húmedas, secas, suaves, ásperas. Todas llevan al pico mas alto los relieves emocionales de mi mente y mi corazón. Luego comienza mi lengua, escoltada por los labios que continúan esa exploración. Su cuerpo se vuelve espasmódico y sensible. Se eriza por completo y sus puntos de placer se muestran en todo su esplendor. Se sienten increíbles, transmiten una energía alucinógena. Ahora, no sólo son mis manos, lengua y labios... ahora es mi cuerpo entero sobre el de ella, debajo de ella, entrelazado en una única metamorfosis. Hasta que llegó al último mundo, al mejor de los mundos, al mundo de la sensación pura; la sensación hipersensibilizada; la enajenación placentera del ser; la máxima exaltación. El instante de no pensamiento. El instante de no ser. De ser simplemente un cuerpo mas de la naturaleza acometido contra otro cuerpo de la naturaleza, diferente y por esa razón hermoso. Un danza incontenida, loca, salvaje, inhumana, sin inhibiciones; sin futuros ni pasados ni presentes.
La hermosa nada de los cuerpos unidos acometiéndose mutuamente y sin descanso. La acción mas animal y salvaje de la naturaleza en el estirpe de los pensantes. La mas pura y digna. Y luego la explosión final. Esa que consume los últimos restos de energía. Se detienen los mecanismos para dar lugar a la felicidad absoluta. Y así, poco a poco, emprendo el regreso. Empiezo a alejarme de cada uno de esos mundos; es la vuelta a lo humano- el regreso a lo racional. Sin percatarme de la transición, me encuentro de nuevo bajo aquel cartel luminoso; lo contemplo forzando mi cabeza hacia atrás. El hombre oscuro no esta en ese momento. Estoy otra vez en el mundo de siempre. Sigue habiendo tanta gente, coches, luces, ruidos. Alguien me llama desde abajo. Es un pequeño. Es un pequeño victima de la enajenación maligna de aquel entorno. Quiere una moneda. Palpo mis bolsillos. Me queda una. Se la doy; es lo único que tengo. El resto lo extravié en otro mundo.
Antes de adentrarme en la noche y circular, la veo a ella. Me sigue esperando. Nunca me abandona haga lo que haga. La que está pero no se ve. A la única que no le afecta ninguna clase de infidelidad porque es muy segura de si misma y conoce que alguna vez volverás a ella. 
Bueno, allá voy, a circular nuevamente; hacia dónde, no lo sé, pero sí recuerdo aquel maravilloso mundo y sé que el mes que viene podré volver. 
Un sonrisa esperanzada y satisfecha se dibuja en mi rostro. Sigo circulando. Pero con mi espíritu pletórico.


Carlos Plantamura                
                                  

viernes, 6 de mayo de 2011

La Metamorfosis. Por Charly

La previa

Cuando yo era un adolescente de 18 años, romántico y enamoradizo, conocí a una mujer que me flechó. Tenia mi misma edad.

Era un bombón: alta (1.75), flaquita, buenas tetas, buen culo, ojos grandes y oscuros, pelo lacio y negro por debajo de los hombros y muy divertida.

En cuanto a la inteligencia... bue... hasta por ahí no más vió... no se van a imaginar gran cosa...

Pero bueno, la cosa es que estaba muy fuerte. Yo la empecé a ver seguido, y me entré a calentar cada vez más...

Yo no soy lo que se puede llamar un sex simbol... hacía lo que podía... iba al gimnasio, tomaba sol... que se yo...todas esas boludeces superficiales que uno hace para gustarle superficialmente a una mujer.

Pero... nada logré desde los superficial, y le entré por la clásica:

La Amistad. Ja... 

Parecía que todo marchaba... ella pegó buena onda conmigo, comenzamos a salir de noche, a cenar, ir al cine...

Hasta que dije: papi, metele porque te me vas de mambo con la historia de la amistad, y después viste como termina esto! Terminas todos los días tocándote en la apabullante soledad del ser, imaginando en tu siniestro interior intuitivo como serán las tetas y el culo de esa mujer tan ambicionada.

Entonces, tire el zarpazo. Una noche después de cenar, paseamos por la reserva ecológica... y en un momento muy oportuno de cercanía, le arroje un cabezazo! (un beso quiero decir).

Que cagada hermano!... me echó fleé! Ahí no mas entró con la historia de la decepción, que ella me veía como un gran amigo (casi hermano!), que ahora no sabia como manejar la situación.... que qué iba a pasar...

Bue... ahí el tipo entró con todo el argumento de la superación: bueno che, no es para tanto, fue un error, me pase de mambo, hoy tome unas copitas de mas, sos una mina tan joya... no te quiero perder...

Y acá vino el error fatal. Le dije:....quiero seguir siendo tu amigo por siempre....

Error!! Ahí la embarré toda hermano! Tanto laburo arrojado por la borda.

Resumiendo lo que vino después, nos seguimos viendo un tiempo, yo me había convertido en un real hermano para ella, hasta que me repudri del asunto y la mandé a la mierda.

Por siete años no volví a verla ni a saber nada de ella....


¡En la próxima publicación de Fatale el desenlace!

domingo, 1 de mayo de 2011

Ella

Un viaje a la locura. Un sin pensar fugaz. Un impulso poderoso nacido desde lo mas intimo, y manifestado en feroz exteriorización. Exteriorización materializada en el cuerpo radiante de energía; cuerpo poseído por la libido en su punto álgido.
La existencia propia a partir de la existencia del otro es la razón de ser de la libido. Su existencia se materializa a partir de su deseo puesto en otro. Su deseo es poseer al otro. Sin el deseo del otro, la libido no existe. Ella debe poseer. Ella quiere poseer. Ella necesita penetrar en el otro. Conocer su interior. Usurparlo. Tenerlo. Gozarlo.
Y el goce es la verdadera realización de la libido. Aquí se manifiesta en todo su esplendor. Pero para lograr su más alto esplendor, necesita no solo lograr su propio goce, sino también el goce del otro.
La conjunción de los goces, la unión de las libidos, la mayor expresión del placer.
Ferocidad absoluta. Deseo convulsionado. Pasión descontrolada. La convulsión interna del todo. La agitación de la libido. Explosión en el interior del ser. Desborde incontenible hacia el exterior.
La libido guía a la ferocidad, al deseo y a la pasión hacia otro ser y cuando lo encuentra, lo penetra. Esta agitación penetradora colisiona con la convulsión interna del otro ser que también busca su proyección hacia el exterior.
Las libidos se enfrentan en una batalla campal que trasciende a los cuerpos. 
Ambas libidos se embeben mutuamente y se convierten en lo deseado: el Goce.
Las libidos han perecido en la batalla para dar lugar al Goce todo poderoso que toma control del todo y sacude a los cuerpos y los estremece.
Los cuerpos materiales son dominados; la razón es expulsada violentamente; no hay lugar para ella. No hay lugar para el pensamiento. Solo hay lugar para la acción y la sensibilidad absolutas.
Y en la parte final, el Goce arrastra a los cuerpos hacia el punto culmine donde se muestran todas sus manifestaciones naturales: manos enterradas en la carne, caricias inconscientes, violencia pacifica, presiones físicas, flujos calientes, sudores exquisitos, ojos desorbitados, sonidos corporales, palabras extraviadas por el abandono de la razón.
La extenuación quiere entrar en el juego, y lo intenta, pero el Goce le cierra el paso. Se lo impide. La extenuación entra en el juego y toma a los cuerpos. Pero el Goce es mas fuerte y se ríe a carcajadas de la extenuación, mientras los cuerpos gozosos siguen y siguen en su interminable frenesí.
Y llega ese punto culmine que se quiere pero no se quiere. El deseo contradictorio del momento culmine que se desea y no se desea a la vez. El deseo del momento más bello que trae de compañera a la paz interior y exterior. 
Pero esta pareja viene a despedir al Goce.
Y el Goce, que ya se ha divertido bastante, acepta retirarse pero no sin antes detonar una gran explosión.
Y la explosión llega. La explosión es el punto culminante. Gritos. Desenfreno. Desenfado. Placer. El terremoto final que trae el derrumbe. Momento final. Fiesta donde todos danzan al compás del Goce: la extenuación, la locura, la alegría, el interior exteriorizado y la frustrada razón que observa aquel “sin sentido” desde su exilio, impedida de disfrutar de tan increíble deleite.
El Goce se va. Todo relaja. Sentidos, materia y espíritu descansan finalmente. La extenuación se queda durante un rato. Prende un cigarro y sonríe maliciosamente observando al Goce alejarse.
Por fin, la razón vuelve a ingresar a su morada acompañada por una manifestación de pensamientos que se fueron agolpando en las inmediaciones; ansiosos por volver. La extenuación ríe al contemplar esa turba alocada y torpe de manifestantes ingresando desordenadamente al interior, reclamando atención.
Y por allá a lo lejos, sí, por allá a lo lejos se ve asomar con picara sonrisa a la vieja revolucionaria que ya busca el momento oportuno para una nueva escaramuza. La vieja bruja que cree en la revolución constante y que no quiere dejar en paz a los sentidos, instintos, pensamientos y demás espectros débiles con los cuales suele divertirse en su constante arenga.
La libido le guiña un ojo a la extenuación y esta comprende que ya no le queda mucho tiempo. Comienza a prepararse para abandonar el lugar. Conoce a la libido y sabe sus intenciones.
La libido se va acercando con mucho disimulo montada en su corcel el deseo. Y en la medida en que se acerca, su sonrisa picaresca y maliciosa va creciendo.
La razón y sus pensamientos comienzan a inquietarse nuevamente. No les gusta abandonar ni por un instante al ser. Saben que cuando lo hacen, el ser se vuelve animal. Y saben que cuando el ser es animal, el ser es feliz.

Charly 

domingo, 24 de abril de 2011

Vos

Llega la noche. Los párpados pesan. La quietud avanza. El cansancio saluda. Una ducha. Eso relaja. Una complacencia post ducha. Un poco de tv entre sábanas. Algunos recuerdos del día paseándose en paralelo entre imágenes televisivas catapultadas al interior del ser a través de las compuertas de la observación.
El peso de lo párpados se torna insostenible. El ardor del sueño se hace presente. Off. Las imágenes televisivas terminan. Los párpados ganan la pulseada y las persianas cierran a la espera del nuevo día.
Y llega el amo de la noche. Ante él todos los sentidos hacen reverencias. Las imágenes, los recuerdos, lo físico, todo. El amo llega al caer la noche para tomar posesión del ser.
Y el amo te abraza y arrastra suavemente hacia su reino en las profundidades de los sueños. Un reinado ancestral y antiquísimo como las civilizaciones más antiguas del mundo terrenal. Pero este es un mundo paralelo. Un mundo extraño. Algunas veces hermoso y otras tenebroso. Aquí, similitud con la vida real.
Entregarse al amo. Él te revela su reino fantasioso y fabulístico. Él carga en tu bolso de viaje imágenes, pensamientos y recuerdos, para combinarlos y mostrarte alguna quimera fabricada con tu propio interior.
Y te dejas llevar. Y el amo te deja bajo la frondosa copa de algún árbol de ensueño. El tiempo pasa en esa tierra pero sin pasar. Debiera de suponerse que pasa, pero realmente desconoces su transcurrir y pierdes la noción.
Lo maravilloso del caso es cuando tu sueño se cruza y enlaza con el de otro ser del cual tienes conocimiento en el mundo terrenal. Pero lo que realmente resulta de tu agrado es cuando encuentras a ese ser exquisito con el cual sueles hallarte. Ser hermoso como su sueño que siempre llega cargado de emociones y pasiones ricas. Sensaciones. Placeres.
Ese ser tan poderosamente hermoso que logra no solo imbuirse en tus sueños sino que además los mezcla con tu realidad corporal. Unir el mundo de los sueños con lo corpóreo. 
Ese ser se muestra en tu sueño y expone ante ti su cuerpo desnudo. Tan diferente al tuyo. Tan dialécticamente atractivo. Tan bello por negación de tu propia forma corpórea. Te pide caricias. Necesita tus caricias y eso conmueve tu interior y tu tacto explota de deseo. Tu tacto convertido en las extensiones nerviosas del deseo más puro y placentero del ser.
El ser hermoso también desea depositar sus caricias en tu cuerpo. Sus extremidades extendidas hacia ti y su penetrante mirada concentrada en tu materia corpórea así te lo señalan.
La maravilla del deseo mutuo. Sueño entrelazado como un tejido bicolor convertido en uno. Unión. Conexión. Calor. Humedad. Ardor. Placer infinito.
Despertar aparente en medio del vendaval de sensaciones apabullantes. Abrir de ojos. Mundo de ensueño o de realidades corpóreas? No lo sabes. No te interesa. No te preocupa la simil realidad simil sueño. Porque aquella unión es tan plena que ese limbo se convierte en algo mas digno y espiritual que cualquier concepción intelectual proveniente del raciocinio del ente humano.
La pasión en todo su esplendor debatiéndose entre la fantasía del sueño y la realidad del vivir.
Amor exquisitamente incomparable. Solo logrado en la conjunción con el otro ser. Con ningún otro. Unión carnal y espiritual. Agitación de los órganos naturales. Hervor de la sangre que se convierte en olas que rompen contra acantilados. Trascender el límite de la excitación. Necesidad de la incontenible conmoción interna de explotar hacia el exterior. Romper en gemidos y exclamaciones. Aferrarse. Entrelazarse. Deseo, amor y pasión mezclándose como poción química revuelta por los cuerpos que con su calor convierten los líquidos en vapor. Vapor del espíritu que es respirado llenando el interior de plenitud.
El oasis. El descanso al lado del canal. La frescura del agua corriente. La estabilización de los sentidos. Las miradas que se cruzan. Tímidas sonrisas las acompañan. Los rostros en la arena, las miradas juntas en un punto de inflexión.
La plenitud del amor brindado y correspondido del ser amado. El descubrimiento del sentimiento verdadero. Allí. En ese punto de inflexión. Sonrisa tímida que se convierte en sonrisa desvergonzada irradiante de alegría. Franca. Bella. Amiga. Amante. Alegría expresada en carcajada.
Regreso al árbol de ensueño. El ser es pleno. El ser es feliz. Ya no hay imágenes. Hay un descanso sano y reparador. Debajo de la copa de aquel árbol de ensueño.
Sueño? Realidad? No importan en este caso. La imagen de su belleza impresa como sello indeleble en el interior del ser trasciende cualquier mundo o dimensión deseable por los sentidos materiales.


Carlos Plantamura