domingo, 24 de abril de 2011

Vos

Llega la noche. Los párpados pesan. La quietud avanza. El cansancio saluda. Una ducha. Eso relaja. Una complacencia post ducha. Un poco de tv entre sábanas. Algunos recuerdos del día paseándose en paralelo entre imágenes televisivas catapultadas al interior del ser a través de las compuertas de la observación.
El peso de lo párpados se torna insostenible. El ardor del sueño se hace presente. Off. Las imágenes televisivas terminan. Los párpados ganan la pulseada y las persianas cierran a la espera del nuevo día.
Y llega el amo de la noche. Ante él todos los sentidos hacen reverencias. Las imágenes, los recuerdos, lo físico, todo. El amo llega al caer la noche para tomar posesión del ser.
Y el amo te abraza y arrastra suavemente hacia su reino en las profundidades de los sueños. Un reinado ancestral y antiquísimo como las civilizaciones más antiguas del mundo terrenal. Pero este es un mundo paralelo. Un mundo extraño. Algunas veces hermoso y otras tenebroso. Aquí, similitud con la vida real.
Entregarse al amo. Él te revela su reino fantasioso y fabulístico. Él carga en tu bolso de viaje imágenes, pensamientos y recuerdos, para combinarlos y mostrarte alguna quimera fabricada con tu propio interior.
Y te dejas llevar. Y el amo te deja bajo la frondosa copa de algún árbol de ensueño. El tiempo pasa en esa tierra pero sin pasar. Debiera de suponerse que pasa, pero realmente desconoces su transcurrir y pierdes la noción.
Lo maravilloso del caso es cuando tu sueño se cruza y enlaza con el de otro ser del cual tienes conocimiento en el mundo terrenal. Pero lo que realmente resulta de tu agrado es cuando encuentras a ese ser exquisito con el cual sueles hallarte. Ser hermoso como su sueño que siempre llega cargado de emociones y pasiones ricas. Sensaciones. Placeres.
Ese ser tan poderosamente hermoso que logra no solo imbuirse en tus sueños sino que además los mezcla con tu realidad corporal. Unir el mundo de los sueños con lo corpóreo. 
Ese ser se muestra en tu sueño y expone ante ti su cuerpo desnudo. Tan diferente al tuyo. Tan dialécticamente atractivo. Tan bello por negación de tu propia forma corpórea. Te pide caricias. Necesita tus caricias y eso conmueve tu interior y tu tacto explota de deseo. Tu tacto convertido en las extensiones nerviosas del deseo más puro y placentero del ser.
El ser hermoso también desea depositar sus caricias en tu cuerpo. Sus extremidades extendidas hacia ti y su penetrante mirada concentrada en tu materia corpórea así te lo señalan.
La maravilla del deseo mutuo. Sueño entrelazado como un tejido bicolor convertido en uno. Unión. Conexión. Calor. Humedad. Ardor. Placer infinito.
Despertar aparente en medio del vendaval de sensaciones apabullantes. Abrir de ojos. Mundo de ensueño o de realidades corpóreas? No lo sabes. No te interesa. No te preocupa la simil realidad simil sueño. Porque aquella unión es tan plena que ese limbo se convierte en algo mas digno y espiritual que cualquier concepción intelectual proveniente del raciocinio del ente humano.
La pasión en todo su esplendor debatiéndose entre la fantasía del sueño y la realidad del vivir.
Amor exquisitamente incomparable. Solo logrado en la conjunción con el otro ser. Con ningún otro. Unión carnal y espiritual. Agitación de los órganos naturales. Hervor de la sangre que se convierte en olas que rompen contra acantilados. Trascender el límite de la excitación. Necesidad de la incontenible conmoción interna de explotar hacia el exterior. Romper en gemidos y exclamaciones. Aferrarse. Entrelazarse. Deseo, amor y pasión mezclándose como poción química revuelta por los cuerpos que con su calor convierten los líquidos en vapor. Vapor del espíritu que es respirado llenando el interior de plenitud.
El oasis. El descanso al lado del canal. La frescura del agua corriente. La estabilización de los sentidos. Las miradas que se cruzan. Tímidas sonrisas las acompañan. Los rostros en la arena, las miradas juntas en un punto de inflexión.
La plenitud del amor brindado y correspondido del ser amado. El descubrimiento del sentimiento verdadero. Allí. En ese punto de inflexión. Sonrisa tímida que se convierte en sonrisa desvergonzada irradiante de alegría. Franca. Bella. Amiga. Amante. Alegría expresada en carcajada.
Regreso al árbol de ensueño. El ser es pleno. El ser es feliz. Ya no hay imágenes. Hay un descanso sano y reparador. Debajo de la copa de aquel árbol de ensueño.
Sueño? Realidad? No importan en este caso. La imagen de su belleza impresa como sello indeleble en el interior del ser trasciende cualquier mundo o dimensión deseable por los sentidos materiales.


Carlos Plantamura

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