sábado, 26 de marzo de 2011
miércoles, 23 de marzo de 2011
lunes, 21 de marzo de 2011
El culo de ella
“Un culo apasionado, esas nalgas, carne sublime, alma pura, pulpa fina, purísima redondez, blanca, rica, estriada de azul, esa raya de excitante perfume, de un rosa oscuro, generosa y carnosa" Paul Verlaine.
Decirle cola sonaría más suave, pero como escribía el poeta Verlaine, llamarlo así, además de ser su nombre exacto, tiene una resonancia erótica que de otra manera no se podría simbolizar.
Cuando la conocí, fue reticente en ofrecerlo, pero después los días, el deseo compartido fue aflojando sus resistencias y dejó que lo mirara obsesivamente, porque no me parecía nada común, y mis fantasías se dispararon. No se si es imaginación mía, ya que los culos pueden ser de diversas formas, alzados,, caídos, redondeados, manzaneros, intrascendentes, chatos, perfectos pero sin atractivo alguno.
Pero el de ella me mostró una realidad que no conocía, o solo es producto de mi desbordada creación.
Cuando lo vi por primera vez sentí que su voluptuosidad me desbordaba y ahora que comparto muchas noches con él, siento que se ha apoderado de mi voluntad. No puedo mirar otros, siempre está siempre se me aparece. Y no sé si es sueño, si es realidad pero ahí está y veo como el comienzo de esa raya rosada termina en un laberinto almendrado húmedo, con pelito cortos y ralos que anuncia la magnificencia de sus profundidades.. La piel se oscurece un poco más cuando se va entrando en él con la mirada, y antes de explorarlo solo cabe dejarse estar en una contemplación larga y dilatada para poder nutrirse de la belleza de sus formas.
Es sólido, caliente, y al tocarlo es como si todas sus terminaciones nerviosas se pusieran en alerta porque la caricia lo despierta. Al abrirlo despaciosamente para que ella vaya sintiendo cada vez más sensaciones que le den placer, se ve el esfínter oscuro, con rugosidades en la entrada como todos, pero con el notable contraste de la piel interna, las mucosas de un color rosado que se hace más intenso cuando la saliva permite abrirlo con cuidado. Es espléndido y movedizo, como si desprendiéndose del cuerpo que lo contiene, se convirtiera en un inacabado generador de placeres.
Desde esa primera vez, sus formas crecieron en mi imaginación, tomando dimensiones indefinibles, acurrucándose a mi lado para que le diera calor en el invierno, o exponiendo su belleza para recibir un masaje, caricias o besos que lo traspasaban.
Hace meses que lo contemplo en su pura realidad, en sus posiciones distintas. Cuando ella duerme lo veo de costado descansando una nalga sobre otra, con la raya rosa dividiendo esos dos alucinantes hemisferios, semicirculares y armónicos. Otras veces está exuberante, cuando ella está boca abajo, desafiando el espacio con su redondez voluptuosa, mientras unos pequeños pliegues tocan el principio de sus muslos.
Cuando me lo ofrece puedo contemplar su textura opulenta y graciosa y tocar su blandura suave y blanca
Las nalgas siempre se dejan acariciar lentamente, y se van abriendo hasta que mis manos las separan aun más y se ve esa piel surcada por los pelitos imperceptibles que parecen defender la entrada mágica, la entrada al misterio
Allí encuentro ese esfínter, mostrando un universo distinto, honduras calientes en un agujero de formas irregulares, donde se mezclan los colores de la piel, y donde las rugosidades de la carne son como el principio de un abismo, y el comienzo de un viaje sembrado de sensaciones al interior de ella.
Los pliegues tenuemente amarronados y rosa oscuros son de una refinada exquisitez y de una fulgurante animalidad que siempre presagia goces muy intensos, pero en extraña simbiosis se ve en él la pureza adolescente que todavía no ha sido explorada, ya que las pocas penetraciones no han dejado huella es ese sublime espacio de carne tibia.
Ver el centro palpitante cuando se abre y exhala el olor de la noche y de las madrugadas, es reconocer allí todos los misterios inefables de la sexualidad, donde se unen la hembra, la mujer, la adolescente que todo quiere descubrirlo.
Su culo es como una geografía multiforme que no me canso de admirar. Es como un pequeño universo donde se encuentra todo lo que uno busca: los olores, los sabores, las formas, los distintos colores de la piel y sus diferentes texturas, el calor de la piel que cambia, y solo queda hundirse en él, ver como la nariz se nutre de sus aromas y la lengua se impregna de esos sabores milenarios
En el primer encuentro no se animó pero después fue mío sin limitaciones. Y cuando acaricio ese túnel luminoso, el maravilloso espacio cerrado se dilata con lentitud y sus secreciones húmedas se mezclan con mi saliva me cubren la yema de los dedos que se quedan brillando como si reflejaran un mar extraño o se derraman sobre mi nariz y mis labios que se enriquecen con esa savia brumosa y exquisita.
Lamer el culo de ella, es como olvidarse de la propia vida, para hundirse en un océano de sabores dulces y salados, sentir sus sustancias untuosas, ver como se transforma la carne por medio de una alquimia en puro amor hacia ese espacio que se apodera de mis ojos.
Al hundir mi lengua en él ella tiembla, lo cierra y lo dilata con una simultaneidad de cadencias que erizan la piel. Las nalgas se contraen y se aflojan, su cuerpo se mueve mientras los gemidos suaves surgen de su boca y se deja hacer porque está sintiéndose a si misma.
El culo de ella es un espacio sagrado, desbordante de vida y plenitud, y ya no puedo dejarlo.
Es bellamente salvaje,
Es suave, cálido, apacible y tibio.
Es como los volcanes que vomitan fuego
Es como un fragmento de la eternidad,
Como el destino.
Es una forma inmensa de tanta pasión
Que no lo olvido.
Es la carne hecha amor que se derrama,
Una parte indivisible de mi mismo.
Culo chupado, saboreado, lamido,
Olido, penetrado, acariciado,
Mirado, extrañado.
Espacio del orgasmo y del deseo
Espacio de la vida y de los sueños.
Penetrar ese culo adolescente no fue como otras veces, en las que el deseo de la piel lo hizo inevitable y fueron momentos que viví fragmentariamente, sin continuidad.
Penetrarlo fue como si ella se apoderara de mi voluntad y me es difícil apartarme ya que allí hay un calor animal, salvaje, primitivo que succiona mi pija para que no lo abandone más. Hay allí sensaciones distintas a la vagina, donde soy yo y puedo seguir siéndolo, pero en él todo cambia y soy como un esclavo sometido a sus formas, a sus deseos inevitables.
Cuando me alejo de ella, porque siento que me enajena la voluntad, son unos pocos días, porque la noche anuncia que viene a apoderarse nuevamente de mi. Su cuerpo aparece bello y estático y el culo avanza hacia mi, se abre, se apodera de mi cuerpo, me llena de sus olores abismales, me nutre con sus humedades, y ya no puedo escaparme.
En la tarde del domingo 13 de marzo
Angel Asiayn
Decirle cola sonaría más suave, pero como escribía el poeta Verlaine, llamarlo así, además de ser su nombre exacto, tiene una resonancia erótica que de otra manera no se podría simbolizar.
Cuando la conocí, fue reticente en ofrecerlo, pero después los días, el deseo compartido fue aflojando sus resistencias y dejó que lo mirara obsesivamente, porque no me parecía nada común, y mis fantasías se dispararon. No se si es imaginación mía, ya que los culos pueden ser de diversas formas, alzados,, caídos, redondeados, manzaneros, intrascendentes, chatos, perfectos pero sin atractivo alguno.
Pero el de ella me mostró una realidad que no conocía, o solo es producto de mi desbordada creación.
Cuando lo vi por primera vez sentí que su voluptuosidad me desbordaba y ahora que comparto muchas noches con él, siento que se ha apoderado de mi voluntad. No puedo mirar otros, siempre está siempre se me aparece. Y no sé si es sueño, si es realidad pero ahí está y veo como el comienzo de esa raya rosada termina en un laberinto almendrado húmedo, con pelito cortos y ralos que anuncia la magnificencia de sus profundidades.. La piel se oscurece un poco más cuando se va entrando en él con la mirada, y antes de explorarlo solo cabe dejarse estar en una contemplación larga y dilatada para poder nutrirse de la belleza de sus formas.
Es sólido, caliente, y al tocarlo es como si todas sus terminaciones nerviosas se pusieran en alerta porque la caricia lo despierta. Al abrirlo despaciosamente para que ella vaya sintiendo cada vez más sensaciones que le den placer, se ve el esfínter oscuro, con rugosidades en la entrada como todos, pero con el notable contraste de la piel interna, las mucosas de un color rosado que se hace más intenso cuando la saliva permite abrirlo con cuidado. Es espléndido y movedizo, como si desprendiéndose del cuerpo que lo contiene, se convirtiera en un inacabado generador de placeres.
Desde esa primera vez, sus formas crecieron en mi imaginación, tomando dimensiones indefinibles, acurrucándose a mi lado para que le diera calor en el invierno, o exponiendo su belleza para recibir un masaje, caricias o besos que lo traspasaban.
Hace meses que lo contemplo en su pura realidad, en sus posiciones distintas. Cuando ella duerme lo veo de costado descansando una nalga sobre otra, con la raya rosa dividiendo esos dos alucinantes hemisferios, semicirculares y armónicos. Otras veces está exuberante, cuando ella está boca abajo, desafiando el espacio con su redondez voluptuosa, mientras unos pequeños pliegues tocan el principio de sus muslos.
Cuando me lo ofrece puedo contemplar su textura opulenta y graciosa y tocar su blandura suave y blanca
Las nalgas siempre se dejan acariciar lentamente, y se van abriendo hasta que mis manos las separan aun más y se ve esa piel surcada por los pelitos imperceptibles que parecen defender la entrada mágica, la entrada al misterio
Allí encuentro ese esfínter, mostrando un universo distinto, honduras calientes en un agujero de formas irregulares, donde se mezclan los colores de la piel, y donde las rugosidades de la carne son como el principio de un abismo, y el comienzo de un viaje sembrado de sensaciones al interior de ella.
Los pliegues tenuemente amarronados y rosa oscuros son de una refinada exquisitez y de una fulgurante animalidad que siempre presagia goces muy intensos, pero en extraña simbiosis se ve en él la pureza adolescente que todavía no ha sido explorada, ya que las pocas penetraciones no han dejado huella es ese sublime espacio de carne tibia.
Ver el centro palpitante cuando se abre y exhala el olor de la noche y de las madrugadas, es reconocer allí todos los misterios inefables de la sexualidad, donde se unen la hembra, la mujer, la adolescente que todo quiere descubrirlo.
Su culo es como una geografía multiforme que no me canso de admirar. Es como un pequeño universo donde se encuentra todo lo que uno busca: los olores, los sabores, las formas, los distintos colores de la piel y sus diferentes texturas, el calor de la piel que cambia, y solo queda hundirse en él, ver como la nariz se nutre de sus aromas y la lengua se impregna de esos sabores milenarios
En el primer encuentro no se animó pero después fue mío sin limitaciones. Y cuando acaricio ese túnel luminoso, el maravilloso espacio cerrado se dilata con lentitud y sus secreciones húmedas se mezclan con mi saliva me cubren la yema de los dedos que se quedan brillando como si reflejaran un mar extraño o se derraman sobre mi nariz y mis labios que se enriquecen con esa savia brumosa y exquisita.
Lamer el culo de ella, es como olvidarse de la propia vida, para hundirse en un océano de sabores dulces y salados, sentir sus sustancias untuosas, ver como se transforma la carne por medio de una alquimia en puro amor hacia ese espacio que se apodera de mis ojos.
Al hundir mi lengua en él ella tiembla, lo cierra y lo dilata con una simultaneidad de cadencias que erizan la piel. Las nalgas se contraen y se aflojan, su cuerpo se mueve mientras los gemidos suaves surgen de su boca y se deja hacer porque está sintiéndose a si misma.
El culo de ella es un espacio sagrado, desbordante de vida y plenitud, y ya no puedo dejarlo.
Es bellamente salvaje,
Es suave, cálido, apacible y tibio.
Es como los volcanes que vomitan fuego
Es como un fragmento de la eternidad,
Como el destino.
Es una forma inmensa de tanta pasión
Que no lo olvido.
Es la carne hecha amor que se derrama,
Una parte indivisible de mi mismo.
Culo chupado, saboreado, lamido,
Olido, penetrado, acariciado,
Mirado, extrañado.
Espacio del orgasmo y del deseo
Espacio de la vida y de los sueños.
Penetrar ese culo adolescente no fue como otras veces, en las que el deseo de la piel lo hizo inevitable y fueron momentos que viví fragmentariamente, sin continuidad.
Penetrarlo fue como si ella se apoderara de mi voluntad y me es difícil apartarme ya que allí hay un calor animal, salvaje, primitivo que succiona mi pija para que no lo abandone más. Hay allí sensaciones distintas a la vagina, donde soy yo y puedo seguir siéndolo, pero en él todo cambia y soy como un esclavo sometido a sus formas, a sus deseos inevitables.
Cuando me alejo de ella, porque siento que me enajena la voluntad, son unos pocos días, porque la noche anuncia que viene a apoderarse nuevamente de mi. Su cuerpo aparece bello y estático y el culo avanza hacia mi, se abre, se apodera de mi cuerpo, me llena de sus olores abismales, me nutre con sus humedades, y ya no puedo escaparme.
En la tarde del domingo 13 de marzo
Angel Asiayn
viernes, 18 de marzo de 2011
miércoles, 16 de marzo de 2011
Editorial. ¿Puede ser un proyecto erótico un producto rentable?
Lo primero que surge cuando uno esta completamente fuera de materia es que sí, un proyecto relacionado con el erotismo es un cúmulo interminable de dinero. La ecuación es fácil: si las páginas eróticas se pueblan de visitas advenidas de todo el mundo, esto debería hacer que se conforme un abundante publico, potencial comprador para muchos anunciantes. Luego existe otra fórmula igual de fácil de descifrar: ¿Qué productos se pueden relacionar con el erotismo? O lo que es lo mismo, ¿a qué posibles anunciantes puedo ir a llamar a la puerta? A todos nos recorren por la mente un sin fin de productos y servicios, comenzando por los más obvios, y terminando por otros que, a priori, no lo son tanto, pero que si nos ponemos a razonar ¿cómo no van a estar relacionados con el erotismo?, si al fin y al cabo, todo esta relacionado con el erotismo…
Vamos a la estructura de pensamiento con ejemplos reales:
Erotismo se relaciona con: bebidas alcohólicas, coches, ropa interior, viajes de placer a islas remotas, tarjetas de crédito. Y se relacionan no solo por su analogía lógica, sino porque además sus mensajes apelan, consciente, o inconscientemente a ello. No hace falta apelar a ninguna memoria remota para reconocer la permanente relación con el sexo que han tenido los coches y las bebidas espirituosas a lo largo de su historia comunicacional.
Continuamos escarbando y relacionando el disfrute onanista con los productos que nos facilitan su ingreso en él, el mundo del placer adulto, y entonces nos preguntamos por qué no telefonía móvil, (elemento primordial de comunicación), o una cadena importante de hoteles esparcidos por todo el mundo, los cuales, con sus folletos sugerentes, nos hacen soñar haciendo el amor en sus instalaciones excitantes.
En Fatale nos pasó lo siguiente cuando fuimos revista impresa (podemos decir que hablamos bajo cimientos empíricos concretos): palpitamos al ver cuántos anunciantes se podían sumar a un proyecto erótico y nos convencimos con el potencial económico que teníamos a nuestro alcance. ¡Una revista en la que podíamos incluir todos aquellos trabajos que siempre quisimos ver! ¡Vivir de lo que nos apasiona, el objetivo supremo de un ser humano!
Entonces decides ir a buscar a los clientes para que inviertan en tu revista, les comentas orgulloso que tenemos un espacio donde un gran publico objetivo los está esperando. Que este proyecto despierta el perfil más atrevido de un público que le gusta leer sobre erotismo, admirar las sugerentes anatomías de una excitante sesión de fotos, fantasear con sus relatos, pensar y opinar con sus artículos, firmando sus comentarios con nombre y apellido. Y que día a día se suma más y más público (prueba de ello son las ventas). Entonces te das cuenta que la gran bola es mas un globo lleno de aire, que los anunciantes no están tan dispuestos a meter su marca si a su lado hay alguna expresión erótica. Que el erotismo no era tan económicamente fructífero, y por supuesto nos vamos deshinchando a la vez que endeudando, efecto que produce una imagen de nosotros mismos (deshincharse- endeudarse) que irremediablemente nos arroja hacia una tristeza propia de haber visto un camino lleno de oportunidades que se desintegra cuanto más se avanza, como el espejismo de agua cuando el sol derrite el asfalto a lo lejos.
En Fatale no estamos ni un paso mas allá, ni un paso menos de esta realidad, porque sigue siendo nuestra realidad. Pero seguimos haciendo lo que nos gusta, confiados en que los anunciantes se animen y no vean el erotismo únicamente como un conjunto de actos onanistas ocultos detrás de una pantalla que ilumina el oscurantismo ( dicho sea de paso, tan vapuleado como deseado por todo ser vivo sin excepción). Que vean y tomen en cuenta que en Fatale los amigos participan sin pudor y que acaso el erotismo es una inmejorable oportunidad de excitar a su target.
Por suerte hoy, bajo el formato digital, no necesitamos de nadie para su realización, al menos para seguir en contacto con todos los que nos visitan y con los que lo harán. Pero abiertamente decimos que todos los que hacemos Fatale añoramos vivir de ello y que nuestra lucha será intentarlo dignamente. Nos resistimos a hacer un producto vendible para anunciantes, en todo caso daremos todas las razones que sean propicias para involucrar a las marcas en un producto que creemos y amamos, y que así se refleja en cada trabajo.
Andrés Casabona
Vamos a la estructura de pensamiento con ejemplos reales:
Erotismo se relaciona con: bebidas alcohólicas, coches, ropa interior, viajes de placer a islas remotas, tarjetas de crédito. Y se relacionan no solo por su analogía lógica, sino porque además sus mensajes apelan, consciente, o inconscientemente a ello. No hace falta apelar a ninguna memoria remota para reconocer la permanente relación con el sexo que han tenido los coches y las bebidas espirituosas a lo largo de su historia comunicacional.
Continuamos escarbando y relacionando el disfrute onanista con los productos que nos facilitan su ingreso en él, el mundo del placer adulto, y entonces nos preguntamos por qué no telefonía móvil, (elemento primordial de comunicación), o una cadena importante de hoteles esparcidos por todo el mundo, los cuales, con sus folletos sugerentes, nos hacen soñar haciendo el amor en sus instalaciones excitantes.
En Fatale nos pasó lo siguiente cuando fuimos revista impresa (podemos decir que hablamos bajo cimientos empíricos concretos): palpitamos al ver cuántos anunciantes se podían sumar a un proyecto erótico y nos convencimos con el potencial económico que teníamos a nuestro alcance. ¡Una revista en la que podíamos incluir todos aquellos trabajos que siempre quisimos ver! ¡Vivir de lo que nos apasiona, el objetivo supremo de un ser humano!
Entonces decides ir a buscar a los clientes para que inviertan en tu revista, les comentas orgulloso que tenemos un espacio donde un gran publico objetivo los está esperando. Que este proyecto despierta el perfil más atrevido de un público que le gusta leer sobre erotismo, admirar las sugerentes anatomías de una excitante sesión de fotos, fantasear con sus relatos, pensar y opinar con sus artículos, firmando sus comentarios con nombre y apellido. Y que día a día se suma más y más público (prueba de ello son las ventas). Entonces te das cuenta que la gran bola es mas un globo lleno de aire, que los anunciantes no están tan dispuestos a meter su marca si a su lado hay alguna expresión erótica. Que el erotismo no era tan económicamente fructífero, y por supuesto nos vamos deshinchando a la vez que endeudando, efecto que produce una imagen de nosotros mismos (deshincharse- endeudarse) que irremediablemente nos arroja hacia una tristeza propia de haber visto un camino lleno de oportunidades que se desintegra cuanto más se avanza, como el espejismo de agua cuando el sol derrite el asfalto a lo lejos.
En Fatale no estamos ni un paso mas allá, ni un paso menos de esta realidad, porque sigue siendo nuestra realidad. Pero seguimos haciendo lo que nos gusta, confiados en que los anunciantes se animen y no vean el erotismo únicamente como un conjunto de actos onanistas ocultos detrás de una pantalla que ilumina el oscurantismo ( dicho sea de paso, tan vapuleado como deseado por todo ser vivo sin excepción). Que vean y tomen en cuenta que en Fatale los amigos participan sin pudor y que acaso el erotismo es una inmejorable oportunidad de excitar a su target.
Por suerte hoy, bajo el formato digital, no necesitamos de nadie para su realización, al menos para seguir en contacto con todos los que nos visitan y con los que lo harán. Pero abiertamente decimos que todos los que hacemos Fatale añoramos vivir de ello y que nuestra lucha será intentarlo dignamente. Nos resistimos a hacer un producto vendible para anunciantes, en todo caso daremos todas las razones que sean propicias para involucrar a las marcas en un producto que creemos y amamos, y que así se refleja en cada trabajo.
Andrés Casabona
lunes, 14 de marzo de 2011
Modelo vivo
Mi ex me invitó a hacer de modelo en una clase de “chupada de pija”. La clase la pidió su nuevo grupo de amigas, siete minas entre 27 y 37 años. Su idea era hacerlo con un consolador, pero la convencí. No importa que obtendrá a cambio. La cuestión es que el sábado que viene tengo que estar media hora antes de la clase magistral, y tengo que procurarme una capucha efectiva. No verlas y que no me vean; fue el trato. Está bien.
Nada importante puede pasar en estos días. Nada puede motivarme, ni distraerme. Cada vez que me descubro pensando en algo, es en el sábado. ¿Cómo me voy a vestir? ¿Qué calzoncillo? ¿Me afeito ahí? ¿Me meto un Viagra? ¿Voy fumado? ¿Voy duro? Cero alcohol, pero voy a necesitar algo que me retrace. ¿Me toco en la semana? ¿Me toco media hora antes de ir? ¿Se lo cuento a alguien? ¿Me lo van a quemar? ¿Se me va a parar? ¿Estarán buenas? ¿Todas gordas? Pibes colados, no por Dios. ¿Alguna medio bruta? ¿La vuelvo a llamar o puede arrepentirse? ¿Es sábado? ¿Voy yendo?
Salgo de mi casa con la capucha en el bolsillo, un faso de flores bien gordo, un rescate de merca del miércoles, un gel íntimo saborizado que compré ayer, mi celular con cámara por si puedo, y un embale tremendo. Anoche me afeité el ochenta por ciento de los pendejos. Escuché que muchas minas lo piden, y dicen que hace parecer la chota más grande. Me olvidé del Viagra y no sé de dónde mierda sacarlo a esta hora. Bueno, voy.
Hace quince minutos que espero que sea media hora antes. Toco el timbre. Baja mi ex, y me sube corriendo a su departamento. No es grande, pero lo suficiente como para encerrarme en un cuarto. La guacha lo había ambientado para la ocasión. La semana pasada no estaban todas esas velas, ni la cama contra la pared del fondo, ni la compu contra un costado. Hoy el equipo de música también está en el cuarto. Sonaba Soda Stereo y ya lo cambié. Ahora suena un compact medio raro de John Zorn, uno de música para películas. Es tranquilo, hipnotizante. La semana pasaba me di cuenta que al terminar la convivencia, hace 4 años ya, me había dejado este cd. Miro a mi alrededor y por más que trato de encontrar otro tesoro, nada me saca los nervios. Si soy ansioso como dicen, esta vez tengo mis razones.
Timbre. Sin decirme nada, mi ex baja a abrir. Yo ya recibí las órdenes. Nada de salir del cuarto y nada de hablar antes de la clase. Durante la clase, sólo responder las preguntas autorizadas por la profe. Prohibido meter mano. Celular apagado. Bañadito, perfumado y a esperar que termine la “introducción a la chupada de pija”, que se está por llevar a cabo en el living contiguo.
Debo admitir que hasta hoy nadie me tiró la goma como ella. Ni las trolas se le acercaron. A la turra le encanta y lo sabe. Lo disfruta y te lo demuestra. Toca cosas que ni en la mejor de mis pajas adolescentes se me ocurrió tocar. Es obvio que usa la lengua y los labios, pero también juega con los dientes y las uñas. Te pone al borde del sufrimiento, la hija de puta. La primera vez flashié mal, pero en lugar de un grito de dolor, me sacó uno de placer. Nunca llegó a lastimarme, pero me hizo pensar en mi desconocido potencial sadomasoquista. Ahora que lo pienso, espero que deje estos secretos para el final de la clase, no sea cosa que las novatas me la hagan mierda. Si bien teníamos unos garches grandiosos, de horas y horas, no coje tan bien como la chupa. Todos estos años, extrañe esos ojos redondos mirándome fijo, mientras subía y bajaba por mi chota. Para hacerla completa le faltó despertarme con una mamada, pero bueno, después de la clase de hoy no voy a poder pedir nada más.
Pasos, voces y las llaves. Me dijo que iban a ser entre cinco y siete contándola a ella. No me doy cuenta. Abren botellas. Al toque huelo un faso paraguayo tribunero. Se escucha un: “No, gracias”. Y un: “venga, tía”. Una, ya tiene voz de gorda. La otra me encantó, algo entre FM y la mina que da la hora por teléfono, con toque gallego impostado. Ríen. Mueven sillas. Yo paso de estar al palo a tenerla muerta y fría. Ahora está muerta y fría.
Arrancó la teoría. La música, que tengo ordenado no bajar, no me deja escuchar bien. Rescato frases en los baches entre tema y tema. Escucho: “así de grande”, “¿nunca tragaste?”, “¿salada?”, “es importante coordinar boca y manos”, “un buche de agua caliente”, “entre mate y mate”, “¿más cerveza?”, “¿vino?”, “¿lo conocemos?”, “no las va a poder ver”, “toda de una”, “Martín me tiene podrido”, “el dibujo es bastante claro”, “Así, ¿ves?”, “dan ganas de morderlo”, “¿estuviste con un judío?”, “sí, a mi también”, “mi viejo”. Van dos celulares que suenan y nadie los atiende. Parece estar todo bajo control. Yo siento el mismo frío que en la revisación para la colimba.
Hace rato que estoy tirado en la cama con la capucha semi puesta y una bata blanca de toalla que me queda chica. Se abre y cierra la puerta rápido y entra mi ex. Me hace un gesto para que no hable y me coloca bien la capucha. La oscuridad me da más frío. Antes de irse, me la toca. Me sobresalto, me templo un poco. La escucho reirse mientras se aleja. Loca de mierda.
Pasan unos cinco minutos hasta que empieza la práctica.
“A él lo vamos a llamar: Consoleitor.”-dice mi ex “No las puede ver, pero ustedes se tienen que hacer sentir. Bueno, cada una va a tener treinta segundos para chupársela free-style. Después voy yo y ustedes miran”.
Estoy tratando de evitar que se me pare con sólo imaginar lo que viene. Lo logro. Lo logro. Llegó la primera. Me abre la bata. Yo estoy sentado a los pies de la cama. La siento agacharse. Deben estar todas vestidas, eso siempre me calentó.
“Parémonos acá, así vemos todas.”
La chica está nerviosa. Me la acaba de chocar contra sus dientes. Sin dolor, de lleno a las paletas. La está agarrando bien de abajo. Bien. Se mueve más rápido que mi erección.
“Tiempo”.
Me dejó de garpe.
“Siguiente”.
Tiene las manos heladas. No mueve la lengua. La anterior, tampoco. Pero va más lento. Tose. Paró, se debe estar sacando un pelo de la boca. Vuelve. Me agarra las bolas. La tiene toda adentro. Vuelve a toser.
“Treinta, siguiente”.
Sin las manos. Me aprieta la cabeza con los labios. La lengua da golpecitos. Esta va mejor. Estoy al re palo. No uses las manos, nena, porque acabo.
“Treinta, siguiente.”
Nada.
“Dale vos. Sí”.
Manos grandes. ¿No será un traba? Se me empieza a aflojar.
“Ay…se le está bajando” -escucho la voz de gallega trucha. Recupero vigor. Esta coordina las manos y la boca. Bien ahí.
“Listo, siguiente.”
Me agarra la mano y me hace parar. Tiene manos chicas y piel suave. Me agarra del culo con las dos manos y empieza. No mueve la cabeza, me mueve a mí. Si no fuese por los intervalos y la curiosidad, ya hubiese acabado.
“Tiempo, siguiente.”
Bien, nena. Esta es puro lengua. Empezó por las bolas y recorrió todo hasta la cabeza. Para mi gusto me está apretando de más. Larga un suspiro. Qué chanta. Nunca entendí a las chicas que suspiran mientras la chupan. Suena a actuación complaciente.
“Treinta, voy yo.”
¿Para qué? Arrancó con todo y yo no aguanto más. Me está bordeando el nacimiento del glande con sus dientes, y tiene un dedo peligrosamente cerca de mi culo.
“¿Te gusta?”- me pregunta.
Mi respuesta fue una terrible acabada, directo a la campanita. Noto que la sorprendí porque se tira un poco hacia atrás. Igual, no deja de succionar todo hasta dejarme limpito.
“Bueno, chicas, pensé que me iba a durar más…pero bue…mmm…rica como siempre.” –la imagino con la boca abierta y sacando la lengua para mostrar que se tragó todo, eso siempre me lo hacía- “Ahora que Consoleitor ya acabó, le vamos a dar unos minutos y volvemos…esta vez va a durar más, lo conozco.”
Tengo unas ganas de sacarme la capucha y verle la cara a las chupadoras. Material de archivo, digamos. Suele venir la sequía después de semejante bonanza. Hay que estar preparado para eso.
“¿Cuál te calentó más?”-otra vez hacia mi.
“Vos”- digo y me arrepiento de la respuesta boluda.
“Ya sé…¿cuál de las chicas? Fueron seis, decí un número.
“La que me hizo parar. No sé que número era”.
“Muy bien, número cinco. Sigamos.”-hacia mi- “Acostate y sacate la bata. Sólo la batita, lindo.”
Quede boca arriba con la sensación de que las chicas estaban muy cerca. Una a una siento con van hundiendo el colchón. La voz de mi ex todavía permanece de pie.
“Vamos desde arriba.”-acercándose. –“No acabes de toque, nene”- al oído.
Concentración. Concentración. Seguro que ahora la turra va a hacer lo imposible para que acabe. Siempre quieren lo contrario que te piden. Empecé a sentir sus manos desde mi rodilla. Suben. Suben hacia mi verga. Van por la parte interna de los muslos. Apenas se apoyan, pero dejan marcado su recorrido. Las dos manos avanzan coordinadas. Llegan las dos en la ingle. Nadie habla. Los dedos rozan los mis afeitadas bolas. No puedo evitarlo y suspiro. De golpe los dedos se retiran y vuelven húmedos. Esa humedad caliente pinta mis huevos. Ahora agarra la base de mi pija con fuerza. Sangre coagulada. Sangre coagulada.
-“Presten atención.”
Primero la lengua toca la punta del glande que enseguida desaparece dentro de su boca. Se mueve rotando hacia ambos lados. Se la mete casi toda en la boca antes de salir de golpe. Imagino mi verga brillante, erguida y entregada. No termino de imaginarlo que ya está jugando con sus uñas. Lo bueno es que nunca voy a acabar así. El juego al límite de las uñas te pone como loco, pero ese riesgo es el que te mantiene contenido, y se te frunce el orto a más no poder.
-“Vení vos primero”. ¡Dios! –“Empezá por acá”
Tengo tres manos tocándome. Mi ex sigue con las uñas e imagino que la número uno es la que me está masajeando las bolas. Las uñas paran. Siento un frío por un instante. Ahora tengo a la número uno prendida a punta de la chota. ¡Mamá! ¡Qué rápido que aprenden! Debe ser por lo competitivas que son las minas. Ya la tiene toda adentro. Hermosa. Uia! Empieza a improvisar. ¡El culo no! No puedo evitar una reacción que corta el clima.
-“Siguiente”.
¿Por qué no las mandás de a dos, che? Otra vez arrancamos con la punta, la rotación, y yo no voy a aguantar mucho más. Las manos en las bolas, más giro de cabeza y toda tuya, nena, ni sé quién sos.
-“Tenés que tragar, ya lo hablamos.” –su voz tapó mi intento de grito. “Así, así…muy bien, a ver…bien. Ahora vamos a volver al otro cuarto y seguimos con un consolador de verdad. Y ya saben que nadie se puede resistir a una buena chupada. Vamos”.
Estoy solo en el cuarto otra vez. Sigo al palo. Me saco la capucha. No veo restos de acción. ¿Qué mierda hago? Para un tercero van a tener que esperar un rato, y no aseguro nada. Me fumo medio pucho y después un porro del rico. ¿En qué me metí? ¿Cuáles serán las letras chicas de este paraíso? ¿Están hablando de mi? Sí, seguro. Me estiro a lo ancho de la cama. Si vienen los novios son una banda, desastre. El porro me cortó el hambre. Prendo la compu. Busco el Messenger. Usuario. Contraseña. Conectado. Pin! Se abre una ventana con smile fiestero. Es Caro, una pendeja que me está quemando la cabeza pero todavía no entregó. “Hola”-le escribo- “todok?”. Miro la lista de conectados y no veo a ninguno de los pibes. Caro contesta: “Sí. Mi novio está de viaje. ¿querés ver un dvd a casa?”. “Sí, termino un partido de truco y voy.” Después de tanta chupada de pija, necesito un beso, algo. Miro la ventana por la que entramos la vez nos habíamos olvidado la llave. Me visto y salto al patio interno del edificio. Ahora tengo que esperar que algún vecino salga. Aparece uno con trayendo bolsas de basura. Perfecto. Estoy afuera. Paro un taxi. Es una mina. Le estoy por dar la dirección de Caro pero no, la hago encarar para Belgrano. Prendo el celular y escribo un sms buscando a los pibes. Antes de hacer tres cuadras ya tengo destino. Me pongo los auriculares para evitar cualquier conversación con la tachera, mientras miro sin hacer foco por la ventanilla. Se me escapa una risa al mismo tiempo que me pregunto: “-¿Me estaré haciendo gay?”
Gustavo Guaglianone - GSTV
Nada importante puede pasar en estos días. Nada puede motivarme, ni distraerme. Cada vez que me descubro pensando en algo, es en el sábado. ¿Cómo me voy a vestir? ¿Qué calzoncillo? ¿Me afeito ahí? ¿Me meto un Viagra? ¿Voy fumado? ¿Voy duro? Cero alcohol, pero voy a necesitar algo que me retrace. ¿Me toco en la semana? ¿Me toco media hora antes de ir? ¿Se lo cuento a alguien? ¿Me lo van a quemar? ¿Se me va a parar? ¿Estarán buenas? ¿Todas gordas? Pibes colados, no por Dios. ¿Alguna medio bruta? ¿La vuelvo a llamar o puede arrepentirse? ¿Es sábado? ¿Voy yendo?
Salgo de mi casa con la capucha en el bolsillo, un faso de flores bien gordo, un rescate de merca del miércoles, un gel íntimo saborizado que compré ayer, mi celular con cámara por si puedo, y un embale tremendo. Anoche me afeité el ochenta por ciento de los pendejos. Escuché que muchas minas lo piden, y dicen que hace parecer la chota más grande. Me olvidé del Viagra y no sé de dónde mierda sacarlo a esta hora. Bueno, voy.
Hace quince minutos que espero que sea media hora antes. Toco el timbre. Baja mi ex, y me sube corriendo a su departamento. No es grande, pero lo suficiente como para encerrarme en un cuarto. La guacha lo había ambientado para la ocasión. La semana pasada no estaban todas esas velas, ni la cama contra la pared del fondo, ni la compu contra un costado. Hoy el equipo de música también está en el cuarto. Sonaba Soda Stereo y ya lo cambié. Ahora suena un compact medio raro de John Zorn, uno de música para películas. Es tranquilo, hipnotizante. La semana pasaba me di cuenta que al terminar la convivencia, hace 4 años ya, me había dejado este cd. Miro a mi alrededor y por más que trato de encontrar otro tesoro, nada me saca los nervios. Si soy ansioso como dicen, esta vez tengo mis razones.
Timbre. Sin decirme nada, mi ex baja a abrir. Yo ya recibí las órdenes. Nada de salir del cuarto y nada de hablar antes de la clase. Durante la clase, sólo responder las preguntas autorizadas por la profe. Prohibido meter mano. Celular apagado. Bañadito, perfumado y a esperar que termine la “introducción a la chupada de pija”, que se está por llevar a cabo en el living contiguo.
Debo admitir que hasta hoy nadie me tiró la goma como ella. Ni las trolas se le acercaron. A la turra le encanta y lo sabe. Lo disfruta y te lo demuestra. Toca cosas que ni en la mejor de mis pajas adolescentes se me ocurrió tocar. Es obvio que usa la lengua y los labios, pero también juega con los dientes y las uñas. Te pone al borde del sufrimiento, la hija de puta. La primera vez flashié mal, pero en lugar de un grito de dolor, me sacó uno de placer. Nunca llegó a lastimarme, pero me hizo pensar en mi desconocido potencial sadomasoquista. Ahora que lo pienso, espero que deje estos secretos para el final de la clase, no sea cosa que las novatas me la hagan mierda. Si bien teníamos unos garches grandiosos, de horas y horas, no coje tan bien como la chupa. Todos estos años, extrañe esos ojos redondos mirándome fijo, mientras subía y bajaba por mi chota. Para hacerla completa le faltó despertarme con una mamada, pero bueno, después de la clase de hoy no voy a poder pedir nada más.
Pasos, voces y las llaves. Me dijo que iban a ser entre cinco y siete contándola a ella. No me doy cuenta. Abren botellas. Al toque huelo un faso paraguayo tribunero. Se escucha un: “No, gracias”. Y un: “venga, tía”. Una, ya tiene voz de gorda. La otra me encantó, algo entre FM y la mina que da la hora por teléfono, con toque gallego impostado. Ríen. Mueven sillas. Yo paso de estar al palo a tenerla muerta y fría. Ahora está muerta y fría.
Arrancó la teoría. La música, que tengo ordenado no bajar, no me deja escuchar bien. Rescato frases en los baches entre tema y tema. Escucho: “así de grande”, “¿nunca tragaste?”, “¿salada?”, “es importante coordinar boca y manos”, “un buche de agua caliente”, “entre mate y mate”, “¿más cerveza?”, “¿vino?”, “¿lo conocemos?”, “no las va a poder ver”, “toda de una”, “Martín me tiene podrido”, “el dibujo es bastante claro”, “Así, ¿ves?”, “dan ganas de morderlo”, “¿estuviste con un judío?”, “sí, a mi también”, “mi viejo”. Van dos celulares que suenan y nadie los atiende. Parece estar todo bajo control. Yo siento el mismo frío que en la revisación para la colimba.
Hace rato que estoy tirado en la cama con la capucha semi puesta y una bata blanca de toalla que me queda chica. Se abre y cierra la puerta rápido y entra mi ex. Me hace un gesto para que no hable y me coloca bien la capucha. La oscuridad me da más frío. Antes de irse, me la toca. Me sobresalto, me templo un poco. La escucho reirse mientras se aleja. Loca de mierda.
Pasan unos cinco minutos hasta que empieza la práctica.
“A él lo vamos a llamar: Consoleitor.”-dice mi ex “No las puede ver, pero ustedes se tienen que hacer sentir. Bueno, cada una va a tener treinta segundos para chupársela free-style. Después voy yo y ustedes miran”.
Estoy tratando de evitar que se me pare con sólo imaginar lo que viene. Lo logro. Lo logro. Llegó la primera. Me abre la bata. Yo estoy sentado a los pies de la cama. La siento agacharse. Deben estar todas vestidas, eso siempre me calentó.
“Parémonos acá, así vemos todas.”
La chica está nerviosa. Me la acaba de chocar contra sus dientes. Sin dolor, de lleno a las paletas. La está agarrando bien de abajo. Bien. Se mueve más rápido que mi erección.
“Tiempo”.
Me dejó de garpe.
“Siguiente”.
Tiene las manos heladas. No mueve la lengua. La anterior, tampoco. Pero va más lento. Tose. Paró, se debe estar sacando un pelo de la boca. Vuelve. Me agarra las bolas. La tiene toda adentro. Vuelve a toser.
“Treinta, siguiente”.
Sin las manos. Me aprieta la cabeza con los labios. La lengua da golpecitos. Esta va mejor. Estoy al re palo. No uses las manos, nena, porque acabo.
“Treinta, siguiente.”
Nada.
“Dale vos. Sí”.
Manos grandes. ¿No será un traba? Se me empieza a aflojar.
“Ay…se le está bajando” -escucho la voz de gallega trucha. Recupero vigor. Esta coordina las manos y la boca. Bien ahí.
“Listo, siguiente.”
Me agarra la mano y me hace parar. Tiene manos chicas y piel suave. Me agarra del culo con las dos manos y empieza. No mueve la cabeza, me mueve a mí. Si no fuese por los intervalos y la curiosidad, ya hubiese acabado.
“Tiempo, siguiente.”
Bien, nena. Esta es puro lengua. Empezó por las bolas y recorrió todo hasta la cabeza. Para mi gusto me está apretando de más. Larga un suspiro. Qué chanta. Nunca entendí a las chicas que suspiran mientras la chupan. Suena a actuación complaciente.
“Treinta, voy yo.”
¿Para qué? Arrancó con todo y yo no aguanto más. Me está bordeando el nacimiento del glande con sus dientes, y tiene un dedo peligrosamente cerca de mi culo.
“¿Te gusta?”- me pregunta.
Mi respuesta fue una terrible acabada, directo a la campanita. Noto que la sorprendí porque se tira un poco hacia atrás. Igual, no deja de succionar todo hasta dejarme limpito.
“Bueno, chicas, pensé que me iba a durar más…pero bue…mmm…rica como siempre.” –la imagino con la boca abierta y sacando la lengua para mostrar que se tragó todo, eso siempre me lo hacía- “Ahora que Consoleitor ya acabó, le vamos a dar unos minutos y volvemos…esta vez va a durar más, lo conozco.”
Tengo unas ganas de sacarme la capucha y verle la cara a las chupadoras. Material de archivo, digamos. Suele venir la sequía después de semejante bonanza. Hay que estar preparado para eso.
“¿Cuál te calentó más?”-otra vez hacia mi.
“Vos”- digo y me arrepiento de la respuesta boluda.
“Ya sé…¿cuál de las chicas? Fueron seis, decí un número.
“La que me hizo parar. No sé que número era”.
“Muy bien, número cinco. Sigamos.”-hacia mi- “Acostate y sacate la bata. Sólo la batita, lindo.”
Quede boca arriba con la sensación de que las chicas estaban muy cerca. Una a una siento con van hundiendo el colchón. La voz de mi ex todavía permanece de pie.
“Vamos desde arriba.”-acercándose. –“No acabes de toque, nene”- al oído.
Concentración. Concentración. Seguro que ahora la turra va a hacer lo imposible para que acabe. Siempre quieren lo contrario que te piden. Empecé a sentir sus manos desde mi rodilla. Suben. Suben hacia mi verga. Van por la parte interna de los muslos. Apenas se apoyan, pero dejan marcado su recorrido. Las dos manos avanzan coordinadas. Llegan las dos en la ingle. Nadie habla. Los dedos rozan los mis afeitadas bolas. No puedo evitarlo y suspiro. De golpe los dedos se retiran y vuelven húmedos. Esa humedad caliente pinta mis huevos. Ahora agarra la base de mi pija con fuerza. Sangre coagulada. Sangre coagulada.
-“Presten atención.”
Primero la lengua toca la punta del glande que enseguida desaparece dentro de su boca. Se mueve rotando hacia ambos lados. Se la mete casi toda en la boca antes de salir de golpe. Imagino mi verga brillante, erguida y entregada. No termino de imaginarlo que ya está jugando con sus uñas. Lo bueno es que nunca voy a acabar así. El juego al límite de las uñas te pone como loco, pero ese riesgo es el que te mantiene contenido, y se te frunce el orto a más no poder.
-“Vení vos primero”. ¡Dios! –“Empezá por acá”
Tengo tres manos tocándome. Mi ex sigue con las uñas e imagino que la número uno es la que me está masajeando las bolas. Las uñas paran. Siento un frío por un instante. Ahora tengo a la número uno prendida a punta de la chota. ¡Mamá! ¡Qué rápido que aprenden! Debe ser por lo competitivas que son las minas. Ya la tiene toda adentro. Hermosa. Uia! Empieza a improvisar. ¡El culo no! No puedo evitar una reacción que corta el clima.
-“Siguiente”.
¿Por qué no las mandás de a dos, che? Otra vez arrancamos con la punta, la rotación, y yo no voy a aguantar mucho más. Las manos en las bolas, más giro de cabeza y toda tuya, nena, ni sé quién sos.
-“Tenés que tragar, ya lo hablamos.” –su voz tapó mi intento de grito. “Así, así…muy bien, a ver…bien. Ahora vamos a volver al otro cuarto y seguimos con un consolador de verdad. Y ya saben que nadie se puede resistir a una buena chupada. Vamos”.
Estoy solo en el cuarto otra vez. Sigo al palo. Me saco la capucha. No veo restos de acción. ¿Qué mierda hago? Para un tercero van a tener que esperar un rato, y no aseguro nada. Me fumo medio pucho y después un porro del rico. ¿En qué me metí? ¿Cuáles serán las letras chicas de este paraíso? ¿Están hablando de mi? Sí, seguro. Me estiro a lo ancho de la cama. Si vienen los novios son una banda, desastre. El porro me cortó el hambre. Prendo la compu. Busco el Messenger. Usuario. Contraseña. Conectado. Pin! Se abre una ventana con smile fiestero. Es Caro, una pendeja que me está quemando la cabeza pero todavía no entregó. “Hola”-le escribo- “todok?”. Miro la lista de conectados y no veo a ninguno de los pibes. Caro contesta: “Sí. Mi novio está de viaje. ¿querés ver un dvd a casa?”. “Sí, termino un partido de truco y voy.” Después de tanta chupada de pija, necesito un beso, algo. Miro la ventana por la que entramos la vez nos habíamos olvidado la llave. Me visto y salto al patio interno del edificio. Ahora tengo que esperar que algún vecino salga. Aparece uno con trayendo bolsas de basura. Perfecto. Estoy afuera. Paro un taxi. Es una mina. Le estoy por dar la dirección de Caro pero no, la hago encarar para Belgrano. Prendo el celular y escribo un sms buscando a los pibes. Antes de hacer tres cuadras ya tengo destino. Me pongo los auriculares para evitar cualquier conversación con la tachera, mientras miro sin hacer foco por la ventanilla. Se me escapa una risa al mismo tiempo que me pregunto: “-¿Me estaré haciendo gay?”
Gustavo Guaglianone - GSTV
jueves, 10 de marzo de 2011
La Mirada Pervertida
Por José María Ponce
Fotografías: Albert Serradó
El genial, sorprendente y siempre ingenioso Billy Wilder se felicitaba, allá por los años 50, por el éxito de la recién llegada televisión con el argumento de que por fin los profesionales del cine tenían a quien mirar por encima del hombro.
Muchos años después, los trabajadores de un medio como el televisivo, que parece llevar la palabra basura a modo de apellido, también pueden estar contentos y mirar con superioridad a quienes trabajan en la industria del cine y las revistas para adultos, probablemente el sector con signos más artísticamente despreciables de este mundo.
El conjunto de tópicos y frases hechas que rodean al mundo del porno, parecen tener como objetivo último negar el pan y la sal a quienes se les supone llevados por un único afán mercantilista.
Desgraciadamente, en muchos casos es verdad.
El proceso degenerativo de un cine porno cada vez más ausente de contenidos y envuelto en lamentables continentes, no debería hacer olvidar el hecho de que como medio expresivo, la imagen pornográfica, sujeta únicamente a la reproducción sexual, ofrece infinitas posibilidades.
El genial, sorprendente y siempre ingenioso Billy Wilder se felicitaba, allá por los años 50, por el éxito de la recién llegada televisión con el argumento de que por fin los profesionales del cine tenían a quien mirar por encima del hombro.
Muchos años después, los trabajadores de un medio como el televisivo, que parece llevar la palabra basura a modo de apellido, también pueden estar contentos y mirar con superioridad a quienes trabajan en la industria del cine y las revistas para adultos, probablemente el sector con signos más artísticamente despreciables de este mundo.
El conjunto de tópicos y frases hechas que rodean al mundo del porno, parecen tener como objetivo último negar el pan y la sal a quienes se les supone llevados por un único afán mercantilista.
Desgraciadamente, en muchos casos es verdad.
El proceso degenerativo de un cine porno cada vez más ausente de contenidos y envuelto en lamentables continentes, no debería hacer olvidar el hecho de que como medio expresivo, la imagen pornográfica, sujeta únicamente a la reproducción sexual, ofrece infinitas posibilidades.
Albert Serradó, director de fotografía, operador de cámara y fotógrafo vocacional, es uno de esos exploradores de la luz empeñados en recrear la imagen pornográfica. Con medios muchas veces limitados, Albert investiga matices de la iluminación siempre sorprendentes, saca partido a localizaciones desnudas o recrea ambientes cargados de sutilezas lumínicas.
Hemos trabajado juntos en varias películas, algunas como "Gothix" y "Faust" internacionalmente reconocidas, y puedo dar fe de su meticulosidad y su entrega, pero también de su sensibilidad y su talento. Por eso he querido iniciar mis colaboraciones en Fatale con algunas imágenes significativas de sus inquietudes estéticas. Fotos que van desde la sutil ironía hasta el ejercicio visual y esteticista, desde el retrato adornado por el humor, hasta la investigación vanguardista.
Las fotografías que ahora presentamos fueron realizadas en el transcurso del rodaje de una escena para una película de episodios. Se realizaron sobre un soporte de película, no digital, y han sido posteriormente tratadas. En ellas se puede reconocer a actores y actrices tan populares como Max Cortés, Jane Darlin, Sara Bernat o Silvia Lancombe.
Juzguen ustedes mismos.
Las fotografías que ahora presentamos fueron realizadas en el transcurso del rodaje de una escena para una película de episodios. Se realizaron sobre un soporte de película, no digital, y han sido posteriormente tratadas. En ellas se puede reconocer a actores y actrices tan populares como Max Cortés, Jane Darlin, Sara Bernat o Silvia Lancombe.
Juzguen ustedes mismos.
martes, 8 de marzo de 2011
8 de marzo. Día internacional de la mujer
"La mujer invisible"
Y así fue como comenzó la historia de la desaparición de ella. A partir de una mirada de otro empezó a desvanecerse en el aire. Primero desparecieron sus ideas, sus fundamentos, sus necesidades; los sueños, las ambiciones, los deseos; las elucubraciones, su bondad y su maldad. Una vez despojada de entidad humana, de todo aquello que la conformaba como mujer sensible, pasó a desaparecer la mujer “física”, y el entrecomillado obedece a una referencia a un espectro amplio de sensaciones personales y corporales; sobre todo corporales, y no a su capacidad para conmocionar al mundo de las dimensiones; de a poquito algunas características físicas comenzaron a menguar, a ensombrecerse, a volverse densa calina, a enneblinarse. Primero el pelo, luego las uñas, luego la piel despojada de terminaciones nerviosas, epidermis de codos y rodillas; finalmente, a medida que aumentaba la lubricidad del observador, comenzaron a desparecer los restos de atributos que hacían de Nicole una persona, dejando a la vista, y ya despojada de ropa, solamente los genitales, los pechos y la boca, acaso el principio del decir sexual, génesis del beso y del primer intercambio fluídico.
En ningún momento habló con su amigo ni hizo referencia a lo que estaba viendo. De hecho, algunas de las personas que estaban hablando con Nicole siguieron hablando con un par de pechos, con una boca que se movía rítmicamente pero sin emitir sonido, y con unos genitales que a ojos del obnubilado núbil parecían moverse sincronizado con los labios superiores. Claro que los interlocutores reales de la mujer jamás percibieron un cambio tan drástico en su amiga, aunque tampoco ellos estaban despojados de algún dejo de poder neblinoso en los ojos; como si fueran unos supermanes que en lugar de rayos x, contaran con una mirada de avanzada en cuanto a derechismo de género, y ya no fantasearan con ver desnudas a las mujeres por la calle, sino que insistieran en despojarlo de todo lo que no la ornamentase en función del deber estético masculino. Heidegger, qué fuera de moda está, insistía en remarcar las estrategias de apelotudamiento que el hombre pone delante suyo, de puro miedoso nomás, para no tener que enfrentar la finitud, y lo que se debe desear estaba entre una de ellas. Los hombres, y muchas mujeres, se sientan a dejarse permear los gustos a fin de pertenecer al mundo que ha superado el dolor existencial. Sería tan alegre ver a la humanidad triste porque es más humana, y comenzara de esa forma el camino de la eternidad, decía Gervasia Achaval, a medida que boyaba en ríos misteriosos, siempre de día, con la niebla fresca apenitas por encima del agua. Y hablo de Gervasia porque era amiga de Nicole, con quien habían compartido más de una confesión, impensadas, algunas, por Gervasia, hasta que la conoció a esa rubia quince años menor pero con la mirada límpida, par. Con quién hablar de los dolores y los placeres con el mismo hombre; con quién charlar del golpe dulce, del cual es casi imposible alejarse, del cariño hecho dureza, de la rebelión y del deseo rebullendo silencioso, de la ausencia y del amor que pareciera de otra existencia.
En algún momento de la noche, y a medida que los canelazos se iban trasegando garguero abajo, las imágenes y sus modelos no fueron prevaleciendo en la psiquis del joven. Podía comprender claramente que la mujer invisible estaba dispuesta, que se ofrecía incluso para él, destinatario habitual de desdenes y palizas; de ocios renegados y cabeza al piso buscando algo.
Hacía un tiempo largo que se había decidido a robar, lo cual le redundaba en un beneficio económico rápido, sin esfuerzo y que le permitía acudir a determinados lugares que hasta hacía pocos meses le estaban vedados. Miraba los labios parlantes que se iban despidiendo; una cohorte de superfluos pelucones iban despidiéndose con cierta parsimonia y con un protocolo respetuoso que nada hubieran envidiado a las galanterías funestas del siglo pasado. Los labios sonreían, puro diente y rojo, puro adentro invisible, pura oscuridad llena de lujo.
Los labios y los pechos, y los genitales, sin ningún puente físico que los aunara, caminaron rumbo a la puerta contoneando un culo blanco y hasta el momento firme y silencioso.
Esperó un minuto a que hubiera salido y salió a la niebla de Camino de Orellana.
No le costó trabajo verla descendiendo la calle húmeda y sinuosa. Parecía una calle recreada para una película; era natural que los pies de la mujer invisible no se vieran ni se escucharan, pero las zapatillas de él no eran evanescentes aunque sí ásonas, parecía que se posaran sobre una nada, unos pocos armstrong por sobre la brillante superficie de la calle que se delataba con una pátina de agua, siempre hacia abajo, y aquí me despego de la falsa metáfora, ya que la calle no rebusca el averno sino el agua siempre nueva de un río, la calle ladera no trae nieve pero condensa la humedad de todo el valle, y eso es bueno. La imagen debería estar coloreada de pasteles suaves y cálidos, pero ello es imposible: la noche es cerrada, neblinosa, húmeda y fresca; con un hombre unos metros arriba y algunos más atrás de la mujer; el ideal desaparecido contoneando sin péndulo de sostén cada vez más devorada por la névoa de homem e naturaza.
Ni bien pasaron la última casa, la de al lado de la casa de la palmera, que ostenta cicatrices de tres generaciones de pibes, de cuatro de hombres tristes y violentos, de cinco de alcoholes paupérrimos, y seis o siete de lo mismo, siempre lo mismo, se desaforó la brisca gigantesca de posibilidades; ni bien pasaron esa casa, decía, la calle comenzaba a dar un giro que hará de giro a la historia. Un malandro apura un paso y una mujer, ya no invisible porque ella se está pensando, se siente invisibilizada pero corpórea, experimenta ese recorrer de cucarachas por la columna vertebral que nimba el poder de obnubilación de cualquier celo desmedido, y entonces otra vez poseedora de pabellones auditivos amplifica el roce de la goma que se despega a mayor velocidad y que chirria dentro suyo bombeando adrenalina y glóbulos rojos cargados de oxígeno hasta los muslos que ahora crepitan y la lanzan como una liebre a pesar de tener unos borcegos bastante resbaladizos. A medida que la curva se iba cerrando ella debía aminorar la marcha para no derrapar, y él podía acortar la distancia exponencialmente. Al minuto de carrera el terreno había descendido lo suficiente como para haber dejado arriba la neblina, si es que le es dado moverse al camino, en lugar de simplificar y referirnos a ellos dos y a la distancia que se achicaba entre curva y curva. Al llegar a la parte más baja de Guápulo, casi a la altura de la pileta municipal, el claro era absoluto. Ella parecía ganar peso en una perversa proporcionalidad inversa, que a mayor ser visible, mayor peso adquiría ella y los borcegos de cuero. En un momento dado se detuvo de golpe, y el furibundo depravado, mirada desencajada por la velocidad y el deseo, tuvo un segundo para pensar “está entregada, ya está.”. En ese segundo ella se apartó en cámara lenta, se corrió unos pasos observándolo llegar casi hasta ella a la carrera desbocada, y ahí el placer de ella, al ver la cara de sorpresa del atleta violinardo, al darse cuenta que ella ya no tenía borceguíes, que su ropa había cambiado en un santiamén, y había sido suplantada por una pollera blanca y una blusa celeste cielo bordada y una especie de caperuza azul, tornándose sutil añil en los bordes; la cara estupefacta del sátiro irreverente al ver que ella, Gervasia joven y ancestral ni siquiera era rubia y mucho menos gringa, que ni siquiera tenía miedo; y una décima de tiempo después, él dando de bruces con seis jóvenes quitus.
Fatale magazine
Y así fue como comenzó la historia de la desaparición de ella. A partir de una mirada de otro empezó a desvanecerse en el aire. Primero desparecieron sus ideas, sus fundamentos, sus necesidades; los sueños, las ambiciones, los deseos; las elucubraciones, su bondad y su maldad. Una vez despojada de entidad humana, de todo aquello que la conformaba como mujer sensible, pasó a desaparecer la mujer “física”, y el entrecomillado obedece a una referencia a un espectro amplio de sensaciones personales y corporales; sobre todo corporales, y no a su capacidad para conmocionar al mundo de las dimensiones; de a poquito algunas características físicas comenzaron a menguar, a ensombrecerse, a volverse densa calina, a enneblinarse. Primero el pelo, luego las uñas, luego la piel despojada de terminaciones nerviosas, epidermis de codos y rodillas; finalmente, a medida que aumentaba la lubricidad del observador, comenzaron a desparecer los restos de atributos que hacían de Nicole una persona, dejando a la vista, y ya despojada de ropa, solamente los genitales, los pechos y la boca, acaso el principio del decir sexual, génesis del beso y del primer intercambio fluídico.
En ningún momento habló con su amigo ni hizo referencia a lo que estaba viendo. De hecho, algunas de las personas que estaban hablando con Nicole siguieron hablando con un par de pechos, con una boca que se movía rítmicamente pero sin emitir sonido, y con unos genitales que a ojos del obnubilado núbil parecían moverse sincronizado con los labios superiores. Claro que los interlocutores reales de la mujer jamás percibieron un cambio tan drástico en su amiga, aunque tampoco ellos estaban despojados de algún dejo de poder neblinoso en los ojos; como si fueran unos supermanes que en lugar de rayos x, contaran con una mirada de avanzada en cuanto a derechismo de género, y ya no fantasearan con ver desnudas a las mujeres por la calle, sino que insistieran en despojarlo de todo lo que no la ornamentase en función del deber estético masculino. Heidegger, qué fuera de moda está, insistía en remarcar las estrategias de apelotudamiento que el hombre pone delante suyo, de puro miedoso nomás, para no tener que enfrentar la finitud, y lo que se debe desear estaba entre una de ellas. Los hombres, y muchas mujeres, se sientan a dejarse permear los gustos a fin de pertenecer al mundo que ha superado el dolor existencial. Sería tan alegre ver a la humanidad triste porque es más humana, y comenzara de esa forma el camino de la eternidad, decía Gervasia Achaval, a medida que boyaba en ríos misteriosos, siempre de día, con la niebla fresca apenitas por encima del agua. Y hablo de Gervasia porque era amiga de Nicole, con quien habían compartido más de una confesión, impensadas, algunas, por Gervasia, hasta que la conoció a esa rubia quince años menor pero con la mirada límpida, par. Con quién hablar de los dolores y los placeres con el mismo hombre; con quién charlar del golpe dulce, del cual es casi imposible alejarse, del cariño hecho dureza, de la rebelión y del deseo rebullendo silencioso, de la ausencia y del amor que pareciera de otra existencia.
En algún momento de la noche, y a medida que los canelazos se iban trasegando garguero abajo, las imágenes y sus modelos no fueron prevaleciendo en la psiquis del joven. Podía comprender claramente que la mujer invisible estaba dispuesta, que se ofrecía incluso para él, destinatario habitual de desdenes y palizas; de ocios renegados y cabeza al piso buscando algo.
Hacía un tiempo largo que se había decidido a robar, lo cual le redundaba en un beneficio económico rápido, sin esfuerzo y que le permitía acudir a determinados lugares que hasta hacía pocos meses le estaban vedados. Miraba los labios parlantes que se iban despidiendo; una cohorte de superfluos pelucones iban despidiéndose con cierta parsimonia y con un protocolo respetuoso que nada hubieran envidiado a las galanterías funestas del siglo pasado. Los labios sonreían, puro diente y rojo, puro adentro invisible, pura oscuridad llena de lujo.
Los labios y los pechos, y los genitales, sin ningún puente físico que los aunara, caminaron rumbo a la puerta contoneando un culo blanco y hasta el momento firme y silencioso.
Esperó un minuto a que hubiera salido y salió a la niebla de Camino de Orellana.
No le costó trabajo verla descendiendo la calle húmeda y sinuosa. Parecía una calle recreada para una película; era natural que los pies de la mujer invisible no se vieran ni se escucharan, pero las zapatillas de él no eran evanescentes aunque sí ásonas, parecía que se posaran sobre una nada, unos pocos armstrong por sobre la brillante superficie de la calle que se delataba con una pátina de agua, siempre hacia abajo, y aquí me despego de la falsa metáfora, ya que la calle no rebusca el averno sino el agua siempre nueva de un río, la calle ladera no trae nieve pero condensa la humedad de todo el valle, y eso es bueno. La imagen debería estar coloreada de pasteles suaves y cálidos, pero ello es imposible: la noche es cerrada, neblinosa, húmeda y fresca; con un hombre unos metros arriba y algunos más atrás de la mujer; el ideal desaparecido contoneando sin péndulo de sostén cada vez más devorada por la névoa de homem e naturaza.
Ni bien pasaron la última casa, la de al lado de la casa de la palmera, que ostenta cicatrices de tres generaciones de pibes, de cuatro de hombres tristes y violentos, de cinco de alcoholes paupérrimos, y seis o siete de lo mismo, siempre lo mismo, se desaforó la brisca gigantesca de posibilidades; ni bien pasaron esa casa, decía, la calle comenzaba a dar un giro que hará de giro a la historia. Un malandro apura un paso y una mujer, ya no invisible porque ella se está pensando, se siente invisibilizada pero corpórea, experimenta ese recorrer de cucarachas por la columna vertebral que nimba el poder de obnubilación de cualquier celo desmedido, y entonces otra vez poseedora de pabellones auditivos amplifica el roce de la goma que se despega a mayor velocidad y que chirria dentro suyo bombeando adrenalina y glóbulos rojos cargados de oxígeno hasta los muslos que ahora crepitan y la lanzan como una liebre a pesar de tener unos borcegos bastante resbaladizos. A medida que la curva se iba cerrando ella debía aminorar la marcha para no derrapar, y él podía acortar la distancia exponencialmente. Al minuto de carrera el terreno había descendido lo suficiente como para haber dejado arriba la neblina, si es que le es dado moverse al camino, en lugar de simplificar y referirnos a ellos dos y a la distancia que se achicaba entre curva y curva. Al llegar a la parte más baja de Guápulo, casi a la altura de la pileta municipal, el claro era absoluto. Ella parecía ganar peso en una perversa proporcionalidad inversa, que a mayor ser visible, mayor peso adquiría ella y los borcegos de cuero. En un momento dado se detuvo de golpe, y el furibundo depravado, mirada desencajada por la velocidad y el deseo, tuvo un segundo para pensar “está entregada, ya está.”. En ese segundo ella se apartó en cámara lenta, se corrió unos pasos observándolo llegar casi hasta ella a la carrera desbocada, y ahí el placer de ella, al ver la cara de sorpresa del atleta violinardo, al darse cuenta que ella ya no tenía borceguíes, que su ropa había cambiado en un santiamén, y había sido suplantada por una pollera blanca y una blusa celeste cielo bordada y una especie de caperuza azul, tornándose sutil añil en los bordes; la cara estupefacta del sátiro irreverente al ver que ella, Gervasia joven y ancestral ni siquiera era rubia y mucho menos gringa, que ni siquiera tenía miedo; y una décima de tiempo después, él dando de bruces con seis jóvenes quitus.
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