martes, 31 de enero de 2012
domingo, 29 de enero de 2012
ZK o la ortodoxia bien entendida empieza por casa
Presuroso, levantó su sotana. Hacía diez minutos al menos
estaba yo parada, atada manos arriba, impertérrita, mirando cómo, inexpresivo,
me observaba.
La suya, una triste habitación, pequeña, con apenas una cama
pequeña, una mesa de luz, algún mueble más y una descomunal cruz de poco menos
de dos metros contra una pared desnuda. Ahí me amarró este sacerdote ortodoxo
ni bien terminó su misa bautismal a la que había yo acudido.
Me dejó en mis bragas y me untó en aceite, con mucho
cuidado, con manos firmes; tomó mis brazos, anudó con sogas mis muñecas en esa
cruz y se sentó a examinarme por esos eternos diez minutos. Debajo de la
sotana, los pantalones y desde ahí a la verga inflamada, violeta, tan grande,
como nunca había visto, Nunca. Creí que diría algo: abrió la boca pero no
emitió sonido alguno. Sotana levantada, pene al palo, se acercó y mientras se
restregaba en mi pelvis acompañando suave vaivén, tomaba fuerte mis muñecas y
respiraba en mi boca. Mientras, fisgaba yo ese cuarto suyo ubicado detrás de la
misma iglesia ortodoxa: austero, feo, apenas unos pocos libros en un estante,
una luz baja iluminaba estratégicamente mis pies; dejó de friccionar sus
genitales contra los míos (estaba yo empapada a estas alturas, con mi sexo
latiendo deseando esa pija sacudiéndose dentro de mí) y empezó a lamer los
dedos de mis pies. Me rendí y finalmente gemí, grité, ordené.
De ahí en más no me tocó. Seguí maniatada, exquisitamente
dolorida, un largo rato más. Él lloraba sentado en el suelo. No me conmoví,
sólo quería esa pija. Y no la tuve.
Las pajas más violentas me ha arrancado este recuerdo.
Charlotte Sometimes
martes, 24 de enero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
sábado, 21 de enero de 2012
miércoles, 18 de enero de 2012
Las madrileñas van al frente
Después de un par de semanas en la
península ibérica, la frase que más dio vueltas por mi cabeza fue la que alude
a la falta de “histeriquismo” de las españolas. Para un turista virgen como yo
esa era una frase alentadora. Siempre agregaban un correlativo “los españoles
arrugan”. Y así fue. Una de las noches en las que bebía invitado por mis
anfitriones en un pub/disco a veintipico de kilómetros al norte de Madrid, me
pisó una madrileña. Yo estaba parado junto a la barra y puse cara de
sufrimiento. Ella se acercó a mi oído para pedirme perdón y para sumar un
comentario extra que no supe decodificar. Sonreí y segui parado observando ese
modelo de madrileñas de más de un metro ochenta que iba entrando al lugar.
Hermosas y largas niñatas. Sin las pomposidades argentinas, pero orgullosas de
la madre naturaleza. Me distraje. Otra cerveza y a salir a fumar un cigarrillo.
Mientras sacaba el encendedor la vi acercarse, era la chica del pisotón que
venía con un cigarro en la mano. Otra vez frente a frente y me pide fuego. Ahí
nos presentamos. Ella vivía en la urbanización cruzando la autovía y yo un
músico argentino de vacaciones. Hablaba y se reía. Hablaba cerca de mi oído y
luego me miraba a los ojos. No estoy seguro de que entendía mis chistes, no le
importaba poner cara seria y buscar otro tema de conversación. Yo la miraba y
pensaba en la frase y en que había minas mejores en el bar, hasta que derepente
no pensé más. Olí. Al lado nuestro acababan de prender un porro de flores. El
barandazo me dejó mudo. La miré esperando en ella mi misma reacción. Ella solo soltó
un “han prendido una china”. Yo solté un “veamos” y encaré al grupo que olía
muy bien. Fui bien recibido, me intercalaron en su ronda. Era muy sabroso
aunque tuviese tabaco. Contento con mi hallazgo quise retomar la conversación
con la madrileña que va al frente, pero ella me hizo entender que yo ya había
elegido.
Gstv
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miércoles, 11 de enero de 2012
martes, 10 de enero de 2012
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