martes, 4 de octubre de 2011

Crónica de una condición. Por Gregorio Sacher


Gregorio Sacher se introduce en el mundo del Sadomasoquismo sin bordear la parafernalia y manteniéndose en pie para no caer en la apología, según sus propias palabras. Dice también, que para garantizar este equilibrio, lo mejor es introducirse en el corazón de esta alternativa erótica sin intentar definir parafilias y hurgar en pasados supuestamente tempestuosos. Lo mas sensato para transmitir el pulso interno de esta disciplina- afirma- es esquivar los motivos que atraen a los aficionados, pues se corre el riesgo de dejar afuera la descripción de un excitante juego de roles. Según su crónica, es indudable que su profundización supera las fronteras de una mera descripción.


"Doy una pequeña fiesta y me encantaría que vengas”, leo en el sms de Cárol. Esta frase lacónica sólo puede significar una cosa, pensé:
Una orgía sadomasoquista en el horizonte.
Llego hasta el local de siempre, un restaurante ubicado en la zona del Barrio Gótico de Barcelona, propiedad de Cárol. La correspondiente llamada perdida a su móvil, y esperar, como siempre. Para entrar al local, cerrado al público, hay que franquear la entrada principal del edificio. En el vestíbulo, a un paso, otra puerta que veo abrirse ilusionado. Allí está ella, sus curvas cubiertas por un mono de látex. La veo estilizada sobre los pedestales de botas de caña alta y fino tacón. Su cabello rubio, peinado hacia atrás, resalta sus pómulos. Sus ojos azules, enmarcados en unas felinas rasgaduras, lucen cruzados por unas líneas de madurez que la hacen tremendamente atractiva
Sigo su estela por el salón principal del restaurante, esquivando mesas de madera y rodeado todo el tiempo de una decoración renacentista, hasta el ya conocido y húmedo sótano, el lugar donde ciertas noches, no aptas para todos, Cárol hace gala de sus grandes dotes para el sadismo en un entorno de vodevil.
Mientras la pierdo de vista, saludo a los invitados, Gonzalo y Malena, un matrimonio amigo. También están Mónica y su esclavo, arrodillado a su lado y unido a ella por una correa de perro que le cuelga del cuello. Completa el grupo Luz, una chica morena muy joven a la que no conozco de nada
Desde las sombras de velas que danzaban sobre candelabros dorados, reapareció Carol.  Por detrás, arrodillado ante ella, aparece Saúl, contextura atlética, varios años menor que ella, moreno, rasgos indianos, con apenas un tanga como ornamenta. Y con su aparición, el  el complemento de una dialéctica erótica única.
“Quiero que hagas exactamente lo que yo te ordene, ¿entendido, esclavo?”, le increpa Cárol, autoritaria. “Sí, mi ama”, responde el hombreSu postura erguida parece provenir de un sentimiento de rebeldía que se acrecienta por una mirada que destella relámpagos de provocación. Cárol incrusta uno de sus finos tacones en el muslo de Saúl y le obliga a renunciar a aquella mueca de orgullo, hasta dejarle ovillado en el suelo. “Así me gusta, quiero que estés a mis pies”. El hombre vuelve a responder con la única frase que, al parecer, está autorizado a decir: “Sí, mi ama”, y esta vez su tono es más sumiso y un tanto difuso por la cercanía de su boca al mosaico. Cárol presiona con su bota la nuca del esclavo hasta estrellar la cara de la víctima en el suelo. La respiración de Saúl se agita. No hay duda de que vibra de anhelo postrado bajo la bota autoritaria de Cárol y aplastado por el peso de su propio deseo. “Así me gusta, esclavo, que me demuestres devoción. Ahora vas a lamer mis botas”. La lengua de Saúl barniza de saliva esclava el calzado de su dueña. Los que presenciamos la escena (que podríamos definir como una especie de coartada perfecta para el exhibicionismo de ambos, una pareja a la que une apenas este tipo de encuentros), ese espejo real de nuestras fantasías, acompañamos el sentimiento de ama y esclavo, seguros de su placer. Nos lo dice nuestro instinto erótico, el mismo que nos ha conducido hasta este sótano en el que ahora nos reencontramos con lo más primitivo.



Un juego pactado

Mas allá de qué disciplina o qué rol nos identifique, aquello que discurre ante nuestras dilatadas pupilas, esos instantes de profunda tensión erótica son la manifestación real de escenas escondidas en el lupanar de nuestra imaginación. El dominio sobre el otro, hilo conductor que nos distingue entre amos y esclavos y que representan con tanto realismo Cárol y su lacayo erótico, no es simplemente una dialéctica arbitraria. Estamos ante un juego pactado de antemano en el que ninguno es obligado a nada. Cárol conoce perfectamente los límites a los que puede llegar Saúl, la dimensión del rigor al que puede someterle. La dómina vuelve a descargar un rosario de fustazos sobre las nalgas de Saúl, dejando en la atmósfera la estela de la fusta, mientras en la estancia se oyen al mismo tiempo los chasquidos de su herramienta y los quejidos del hombre. Cárol se detiene. Las nalgas candentes del esclavo se balancean desafiantes, ofreciendo su culo en pompa, como cuando a un gato se le acaricia el lomo. Es así como el cuerpo habla y pide seguir siendo castigado. Y cuando todos esperamos verla descargar su amable furia sobre él, ocurre algo inesperado. 

Todo se detiene. La mujer se mantiene en aparente letargo. No mueve ni uno solo de sus dedos. Deja pasar el tiempo. La tensión es asfixiante. El esclavo se impacienta, pero ella permanece impasible. No va a castigarlo esta vez. El “no castigo” se ha convertido en el verdadero castigo. Todos estamos sorprendidos. Todos, menos ella. Cárol es absolutamente consiente de haber dado vuelta a la manipulación del hombre, de haberse acorazado ante su provocación. “¿Quieres que siga azotando tu culo, verdad, esclavo?”. El hombre suplica. Su malestar crece. El tiempo parece discurrir al lento ritmo de su desesperación. En medio de los ruegos del esclavo, ella da su consigna. Y es la prueba del nivel de sofisticación que puede alcanzar el juego cuando dolor y deseo conviven tan íntimamente, cuando la descarga de una fusta sobre un cuerpo entregado se parece más a una caricia que a una agresión, a un premio que a una ofensa. “Bien –continúa ella–, si en el resto de la noche me sirves como es debido, te daré tu premio, ahora levántate, ya no te quiero más a mis pies”. Y deja la sesión vista para sentencia. Bajo esa directriz de final de juego momentáneo, incierto, de pronto creo ver la esencia del verdadero sentimiento
sadomasoquista: Saúl, desde el inicio, pensó que conducía la situación y que tenía ganada su batalla de placer, pues lo que estaba ocurriendo en esa sala le satisfacía. Disfrutaba de su condición hasta que se produjo el giro: no hay castigo mas humillante para él que privarle del gusto de ser ultrajado. Se trata del castigo y de la humillación definitiva. Es ésta, no otra, la verdad alrededor de la cual gira esta relación erótica. El resto es una suma de parafernalias, gustos y tendencias, donde se puede incluir o no el sexo. Para algunos, el sadomasoquismo forma parte de los juegos previos a la copulación. Para otros, es una compleja interacción mental que no acaba...


                                        Continuará.




 
   




viernes, 30 de septiembre de 2011

GGD o los mellizos Diever. Por Charlotte Sometimes



Con Gerard, un amante ocasional con quien nos buscamos de tanto en tanto pero siempre a por mas cada vez, habíamos incursionado en alguna que otra doctrina mas harcode, y arnes de por medio, fui ama. No solo potenciábamos su lado femenino y mi masculinidad quedaba a flor de piel: el éxtasis se traducía en la expresión de sus ojos y una de mis fantasías mas rabiosas se hacia realidad. Nunca le di el crédito suficiente, no por desmerecerlo, en absoluto, pero fue el primero de una cadena de chongo sodomizados y ese puesto se lo ganó realmente. 
En el piso vivía Gabrielle, su melliza, con quien me había cruzado alguna que otra vez en el contexto de mis encuentros furtivos con su hermano y no habíamos pasado de un saludo cordial de rigor. Pálida como él, el pelo revuelto y oscuro, una delicada delgadez. 
Hasta que en una ocasión entró, así sin mas, y nos encontró en pleno juego. La miré y esa pija enorme que me estaba comiendo no fue suficiente, pero de todos modos se la chupe como nunca sin dejar de ver como ella se desnudaba. Perfecta en sus bragas blanca se acercó. Acariciaba mi espalda, creí volverme loca. Él quedo jadeando pero como dueña de la situación aunque rendida ante ella, lo deje sentado en una sillón a que se limitara a mirar.
No me permitió actuar por voluntad propia, no me dejo hacer cosa alguna. Me besó el cuello, me lo mordió. Yo la olía. Me lamía el hombro. Nos abrazamos un poco, muy suaves pero plenamente mojadas. Podía sentir sus finos huesos contra los míos. Nos besamos, ardimos. Apretada muy fuerte mis brazos para impedir que me moviera; estaba desesperada, quería tocarla. 
Ger tenía la mirada enajenada, perdidísimo: mucho whisky barato y merca. Después le pegada que no recordaba cosa, ese tipo de patología. Y ella tan de pasti, de ojera hermosa, byronesca.
Orgasmos, esos en los que te reís. Y a pesar que en esos tiempos venía de enroscarme como loca con Jean, el que me mira fijo y me culea: ese poder; y que también supo arrancarme finales apoteósicos. Pero Gabrielle fue esa noche, única. 
Agotadísima, tras niveles de calentamientos, horas, muchas horas después me fui. 
Cuando cerré la puerta, se besaban.             

martes, 27 de septiembre de 2011

JM o lo que no puede ser. Por Charlotte Sometimes



Se sentó desnudo en el bidet con el pene tan erecto e inflamado que parecía tener voluntad propia. Quedé parada frente a él concentrada en contraponer esa blancura lisa de su piel con el rosa violáceo del falo. Me atrajo sobre sí tomándome de la caderas, me así fuertemente del lavabo adelantándome a lo que vendría apenas un momento después. La cola se le ofreció generosa y la estocada fue apoteósica. Le meaba yo las piernas lampiñas mientras el mordía mi nuca, tan fuerte, que las marcas perduraron días. 
Y después y a pesar de todo es arrobamiento cuando por fin cruzamos miradas, sus ojos estallaban en lágrimas mientras yo temblaba amedrentada de tanto sentir. Lamí su sollozo, besé sus párpados, acaricie sus pestañas. Con mi lengua repasé sus fosas nasales y chupe sus labios blancos, muertos. Devolvió el beso con media sonrisa, forzada aun bella. Lloramos en el silencio del amplio baño juntos asidos fuertemente de las manos. 
Sin dar tiempo a otros estallidos lo levanté, me senté yo en el bidet y la fellatio mas violenta tuvo lugar ahí mismo. No había terminado de calmarse que ya estaba con esa misma voluntad del principio cobrando fuerzas para erguirse. Fue inmediato. Ya los gemidos se confundían con el llanto y era todo un caos: me lo comía, me masturbaba, él jalaba mi pelo tan intensamente que dolía. La perturbación era tal que ni en esas sesiones de estricta doctrina se habían mezclado el gozo y el dolor como aquel día. 
Una vez en el suelo me lo monté, él apretaba mis tetas, yo lo ahorcaba y en cinco embestidas un orgasmo- ¡encarnizado!- se prolongó eternamente en nuestros propios conceptos de tiempo. Sin lamentos ni sollozos esta vez aunque a sabiendas que tanto dolor ( un suplicio existencial) no podría mantenerse a base de ese deleite sexual único ( un regocijo nihilista), nos vestimos sin hablar. 
Me fui, no volví. Tampoco reclamó, ya sabíamos. Lo supimos cuando las lágrimas        

lunes, 26 de septiembre de 2011

Exposición. Adrian Geralnik


Adrian Geralnik, uno de nuestros colaboradores habituales, expone "La cocina al desnudo", en el marco del  "Food Photo Festival" que tendrá lugar este 29 de septiembre a la 20hs en Plaza Real de Tarragona. Solo basta ver la originalidad de su propia promoción para tener una breve intuición de la delicadeza y creatividad de este eximio artista que, en esta oportunidad, deja de lado el erotismo para abordar otra de sus pasiones: el appetite appeal gastronómico. Para mas info pasate por www.foodphotofestival.org           



domingo, 25 de septiembre de 2011

Microrrelato. "Seducción"



Entender la seducción. Admirarla. Desearla. Respirar su densidad. Dejarse llevar por su magia. La misma magia particular que nunca nos permite distinguir si estamos envolviendo con ella, o estamos siendo envueltos en ella. Hay dos que se miran. Se proponen tácitamente. Se aceptan de inmediato entregados en una dialéctica visual aun sin mirarse fijo a los ojos. Forman un hilo que se estira y se contrae y entran en el juego. Ceden terreno, a la vez que lo invaden. Comienza la complicidad. Y aun sin mirarse sus cuerpos se acercan, porque se huelen, se desean. Y es ahí, cuando ya no son incógnita el uno del otro. El uno, arena movediza del otro. Se funden. Sus cuerpos rodeados de un único aura. Ellos son también nosotros, solo por ser nosotros quienes los admiramos


                                                                                                   Gregorio Sacher


  


                                                                                    


martes, 20 de septiembre de 2011

Sesión Belén Wedeltoft. 1/2

Belén Wedeltoft es escritora, dramaturga y guionista. Publicó dos libros: "Esto no es Hollywood" (cuentos), "Casualidades Permanentes" (novela) y pronto saldrá a la luz "Éxtasis" (novela policial). Es redactora en la revista Cuarto Oscuro del Foto Club. Tiene obras de teatro realizadas y dos en etapa de pre producción: "Siguiente, por favor" y "Mal de Amores". Su actividad en la fotografía es casi autodidacta y totalmente amateur. Busca en la imagen la esencia más pura del relato, el alma del personaje, la emoción de lo que se dice en lo más intenso del silencio.












lunes, 19 de septiembre de 2011

Dieta Sex. Por el Nono




Redescubrir Buenos Aires y su gastronomía es un placer difícil de explicar…ayer, por ejemplo, y con “morriña” de mi otra patria, (Spain, of course) me fui al Laurak Bat, el club vasco porteño, a comer ¡Cómo no! Kokotchas a la romana…
No se si combiné bien el vino, ya que pedí un Terraza de Los Andes 2007,chardonnay y me lo bebí antes de que llegara el plato fuerte con un par de buenos ostiones a la parrilla…delicioso!!!, pero lo mas importante de esta perfomance gastronómica que me regalé fue una conversación inquietante que tuve con una clienta del lugar que, como yo, había decidido agasajarse a si misma y me permitió, sin la mas mínima vacilación y con mucha elegancia que la invitara a mi mesa y le pagara la cuenta. Cosa que para un caballero de los de antes, como me vanaglorio de ser, es el complemento ideal de una buena mesa.
La señora en cuestión, veterana de buen ver, como diría Godoy, me estuvo explicando como mantener la línea con la dieta del sexo: Así, por ejemplo, supe que uno pierde, en cada orgasmo unas 27 calorías, (los fingidos no cuentan, así que las damas se abstienen de tal nefasta práctica) y que si lo “haces de pié”, llegas a las 400. Dicha dieta, combinada con una buena ducha a dúo implican unas quinientas calorías mas por jornada.
No tardé mucho en hacer mis cálculos y saber cómo compensar la energía calórica que nos estábamos metiendo entre pecho y espada, así que, una vez concluido el ritual del postre, café y copa, invité a dicha señora a intentar poner en práctica los ejercicios conversados.
Fuimos a un hermoso hotel alojamiento, destapamos champagne francés y, claro, dada nuestras respectivas edades y el festín que habíamos compartido previamente…sólo practicamos sexo oral.
El sexo oral es un inhibidor del descenso de peso…así que, esta mañana, mi curva de la felicidad era un poco mayor y me temo que para mi ocasional compañera también. De todos modos, no descubrimos nada nuevo si decimos que el sexo es una actividad saludable y la clave de una vida sana.
Chapeaux Mariam!, gracias por la dieta.