Entender
la seducción. Admirarla. Desearla. Respirar su densidad. Dejarse llevar por su
magia. La misma magia particular que nunca nos permite distinguir si estamos
envolviendo con ella, o estamos siendo envueltos en ella. Hay dos que se miran.
Se proponen tácitamente. Se aceptan de inmediato entregados en una dialéctica
visual aun sin mirarse fijo a los ojos. Forman un hilo que se estira y se
contrae y entran en el juego. Ceden terreno, a la vez que lo invaden. Comienza
la complicidad. Y aun sin mirarse sus cuerpos se acercan, porque se huelen, se
desean. Y es ahí, cuando ya no son incógnita el uno del otro. El uno, arena
movediza del otro. Se funden. Sus cuerpos rodeados de un único aura. Ellos son también nosotros, solo por ser nosotros quienes los admiramos.
Gregorio Sacher
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa tu opinion, por favor deja tu comentario