Punto de vista de la pareja del encarcelado
No pueden ser más pajeros. Son un asco. Si este piensa que me voy a calentar está loco. Solo tengo ganas de llorar y de abrazarme a la almohada, en un cuarto oscuro y sola.
Mientras pienso todo esto, me están deseando unos diez carceleros que saben que yo vengo a coger, hay uno que me hace bajar la vista; mientras revisa las sábanas que traigo me mira las tetas, me da asco, es gordo y tiene choricitos de transpiración mezclada con mugre alrededor del cuello. Se le debe estar parando.
Miro hacia atrás y hacia delante, y veo una larga fila de mujeres que vienen a lo mismo que yo. En un primer momento pienso que deben ser todas mujeres con el coño y los ojos tan secos como los míos, hasta que descubro en el rostro de más de una, esa expresión de ansiedad satisfecha, que da por sentado que en minutos más va a tener una polla, grande o chica, eso no importa, entre las piernas. Hay un espíritu de aceptación carente de hipocresía en toda la hilera: Somos unas veinte mujeres que venimos todas a fornicar.
Me conducen por un pasillo que quiere dar la impresión de que es un lugar agradable, está pintado con un color crema, lo que estaría bien si no fuera porque fue pintado hace unos cuantos años y porque las paredes están llenas de mocos y tinta, mocos quizás de llanto, la tinta de las huellas digitales que nos toman al ingresar.
Ahí lo traen, está flaco, hace tres meses que no veo su cuerpo, ¿me seguirá gustando? ¿Será su pija como me acordaba? Más ancha en el centro, con su gusto a piel guardada y las gotitas de semen que afloran urgentes cuando se la chupo. Ahora me abraza y a mi se me escapa una lágrima junto al beso, cuando lo abrazo siento su olor: Está recién bañado y está comiendo un caramelo de menta. Nos hacen pasar a una habitación con una cama en el centro y una ducha y un inodoro tras un parecita. Toda una suite. Me abraza y me desmorono, estallo en lágrimas insecables. No voy a poder acostarme con él en ese colchón, es peor que el de los hoteles de paso. Las paredes están tatuadas con los cientos de nombres que han derramado sus humores en ese mismo colchón finito en el que pienso que nunca voy a poder acostarme, y el aire que respira él es el que me falta a mí. Después de unos minutos aquí, solo se respira un oxígeno de tumba. Durante unos segundos imagino que va a ser como estar cogiendo en las bóvedas de un cementerio antiguo y abandonado.
Me envuelve y me mima. Tendemos la cama y nos acostamos a llorar abrazados. Ahora que lo miro, como está mucho más flaco pareciera que tiene el pene más grande, se lo digo, se ríe y me contesta tomándoselo desde la base, haciendo que fluya sangre a la cabeza que se va hinchando y brilla.
Me mete la lengua en la boca, siento el gusto de su saliva, su viscosidad familiar y me relajo un poco, aunque no creo que me vaya a calentar. En este lugar de mierda va a ser casi imposible tener una relación normal. Me mira a los ojos y me meto en ellos, lo beso, ahora yo le meto la lengua y me apiado de él, aunque sea le voy a hacer una paja; Le agarro la pija y siento como late a medida que lo pajeo, siento sus dedos alrededor de los pezones, cada vez me masajea con más fuerza los pechos, siento que se va, abandona mi boca para chuparme las tetas.
Cuando me mordisquea mi pezón más sensible siento una sensación casi olvidada con él, solo cuando me masturbo siento esto, me vibra el pubis y sé que se va acercando a mi clítoris, no lo puedo creer, me había olvidado lo hermoso que es sentir el ida y vuelta de su lengua a lo largo de mi comando supremo, tan olvidado por lo hombres y tan glorificado por nosotras; Es como si mi clítoris midiera un metro, y él deslizara la lengua a paso de caracol, me estoy empapando y ahora se la quiero chupar yo, lo traigo hasta que tengo su pija frente a mi boca, lo encierro y saboreo casi al fondo de mi lengua una gota riquísima.
Ya no pienso en nada más que en coger, los dos ya estamos gimiendo y no veo la hora de que se me suba encima y me coja fuerte. Parece que me oye los pensamientos, porque separa su boca de mi concha y yo despego la mía de su verga, y ahora si, me la mete y me arranca un gemido y lo miro a los ojos nuevamente y ya no me meto en ellos como recién, ahora se están mirando dos animales calientes que no tienen tiempo de meterse en los ojos del otro, ya que para lo único que quieren usar los ojos es para mirar como el otro esta siendo fornicado por uno, como el otro goza, y eso hace mi gozo.
Y nos seguimos mirando y cada vez se mueve más rápido y más fuerte, y me empiezan a temblar los labios vaginales, siento como si una piedra cayera al agua y los circulitos que va formando ahora se estuvieran desplazando dentro mío, y ahora... y ahora perdónenme, los dejo. Voy a acabar.
Simona Tucena
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