Aúllan las lobas y las mujeres menstrúan, todas, absolutamente todas menstrúan cuando en el cielo negro la redonda figura pasea oronda su contundente plenitud.
Son las 11 de la noche y apetece comer ancas de rana de primer plato, a la vinagreta, con vino blanco suave y queso caliente... camino por el Borne y encuentro el lugar indicado.
Es un rincón acogedor, vieja cantina decorada con materiales modernos que parecen viejos. Mucha madera, chapa de cinc, ladrillo a la vista. No hay mucha gente y la música ¡gracias al cielo! suena suave.
Me atienden con solicitud. La camarera tiene un aire a Adriana Gil con un gesto de inocencia un poco mas pronunciado. Hubiera preferido una mujer mas madura, tal vez con ese rostro en que las arrugas son el exponente de una experiencia difícil, pero que conserva el frescor de haber sido apasionada y triunfalmente vivida.
Después de las ancas, un plato adecuado a la luna llena: perdiz roja estofada, una pizca de picante y regada con un buen tinto de rioja ( viña Tondonia 3er año). De postre...un “bourbon” y una caminata que empieza en el Arco del triunfo y termina en el puerto.
He decidido que esta noche el placer debe ser acorde a la cena... solitario y desbordante. Frente al mar, lejos del bullicio del Maremagnun, en las escaleras de amarre de las “golondrinas” y cara a cara con la reina de los poetas, me masturbo.
Siento la calidez de la luz de la luna en mis testículos ( que es como sentirla en el alma pero mas fuerte) y mi mano se transforma en una mano ajena, pálida y sólida, femenina, experta y dominante, que sabe conducirme al éxtasis con la sabiduría de una cortesana.
El orgasmo llega de súbito y escupo al mar, como premio a mi osadía y me corono “Gran pirata del Mediterráneo”, imitando a los valientes marineros que después de cruzar el Cabo de Hornos por primera vez, se condecoran con el primer pendiente en sus rudas orejas y juramentan solemnemente no dejar subir mujeres a sus barcos.
Tiemblo de los pies a la cabeza.
Me mantengo en posición altiva, con las piernas abiertas, de pie, desafiando a esa musa incontrolable que perturba los sentidos y escucho a mi corazón latir apresuradamente.
La madrugada es la hora de los borrachos, los suicidas y los locos... como soy las tres cosas, regreso al centro de la ciudad y en la calle Santa Mónica busco a “La Paqui”, me la llevo de tascas y en un portal la magreo mientras me bajo los pantalones y se la meto por el culo como a ella le gusta, haciendo caso omiso de ese ridículo apéndice que aun no ha sido capaz de amputarse y que se pone duro contra su voluntad.
- “Todos los hombres me pagan para que se la meta”- me confiesa- “solo tu eres un macho de verdad”.
La insulto, le pego, le hago daño, la desgarro...estoy desbordado de alcohol y no puedo parar. No se lo que hago.
Con suma paciencia ella saca de mi bolsillo el dinero y se lo guarda en las tetas...- “Me gustas mamón, me gustas mucho, pero te estas haciendo viejo”.
Con la bragueta abierta y tambaleante intento parar un taxi. El capullo me muestra el dedo medio enhiesto y paso de malos rollos.
Duermo en una pensión donde me conocen y antes de caer desmayado en la cama, observo que desde la ventana, la luna llena se ríe y me guiña un ojo, estaré tan borracho que escudo una voz dulce al oído que me dice... “que descanses Abuelo, que descanses”...¡Es el reposo del guerrero!
Lelan de Leli
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