miércoles, 16 de noviembre de 2011

Perseverancia. Por Federico Herrendorf


"Esto también es Cultura Erótica" 

Federico Herrendorf, 16 de noviembre de 2011


jueves, 3 de noviembre de 2011

Agua Saborizada. Belén Wedeltoft

Oscuramente fuerte es la noche el título de una novela. Al principio tuvo miedo porque al fin y al cabo, ¿quién era él? Lo poco que lo conocía era suficiente pero podría ser que no. Esas veinte cuadras que la llevaban hasta sus brazos eran un corredor larguísimo, preguntas sin respuestas. De una sola cosa estaba segura: no era amor. Y sin embargo sus manos le encantaban y la forma de respirar como un felino debajo de ese cuerpo perfecto. A lo mejor, seguro y tal vez el enigma era lo que más la seducía y siempre que estaba con él optaba por no preguntar. Ese era el pacto y la magia que había entre los dos.
-        No importa quién soy, importa lo que soy cuando estoy con vos.
Descubrió que entonces era como en una película, otra forma de hacer ficción, el mejor ejemplo de la acción definiendo al personaje. El era oscuro y luminoso al mismo tiempo, sabía alternar luces y sombras mostrando y escondiendo. Lo que se decía, se decía pero la luz del discurso oscurecía lo que no. Había un no relato dentro del relato que la llenaba de felicidad. ¿Quién es? No le importa.
Cuando estacionó el auto él la estaba esperando en la puerta, tenía una sonrisa de bienvenida, una sonrisa “welcome” brillando en los dientes blanquísimos. Adorable. Ella bajó del auto como si entrara en cuadro. Luz, cámara… anda. El cerró la puerta y la abrazó.
-        Personaje. ¿Cómo estás personaje?
Le gustaba decirle personaje, como a la protagonista fugaz de una historia que en realidad no existía. La apretaba entre sus brazos, le hacía sonar los huesos de la espalda, la besaba en la boca.
-        Estás linda.
No: estás hermosa, no: me gustás, no: te quiero. Estás linda.
-        Me gusta el perfume.
Sí, a ella también le gustaba el perfume de él y ese espacio enorme que se abría delante de ellos como un lugar desconocido, amenazante. Todo en él era “yo te cuido” y al mismo tiempo “no significás nada para mí”.
Ella dejó la cartera sobre el largo mostrador, él la condujo con dulzura.
-        Mirá lo que preparé para vos.
Le apretaba la mano fuerte. Era como una niña apurando sus pasos detrás de él, las botas sobre el piso, tac, tac, tac.
Tinelli de fondo, acababa de notarlo. El lo llenaba todo con su sonrisa pero también estaba Tinelli. Personaje. Todo en penumbras.
-        ¿Te gusta?
Si. Le encantan los hombres seguros de sí mismos, que saben lo que quieren, que no les tiembla el pulso. Que no se enamoran. “La” encantan.
-        Mirá.
El espacio inmenso, alumbrado apenas con una luz tenue, una insinuación de luz, algo para ver y no ver.
-        A vos que te gusta jugar al gallito ciego.
Ella se rió, multiplicada en el piso, en los espejos de las paredes. Su propia enemiga. No importa, está con él y entre los dos una isla en el mar de espejos y demasiado cerca la orilla que no conduce a ningún lado.  Pero, ¿quién quiere irse? El ha construido una isla para retenerla a su lado. El es el rey, el presidente, el soldado, el pueblo y la bandera debería ser como los ojos de él: transparente y como los de ella: felices. Eso piensa.
-        ¿Te gusta?
Lo imagina preparando el espacio para el personaje, pasando la aspiradora, apurando a la gente para que se vayan, pensando que ahora viene el personaje y voy a armar el decorado, un escenario a la medida de los protagonistas, una isla desierta perdida en el océano Pacífico,  perdida como ella, sin dueño.
-        Besame.
No había dejado casi de besarla ni de acariciarla desde que puso un pie sobre la isla. Su isla.
-        A eso vine.
No había otro plan que el sexo y era un gran plan. Menos Tinelli de fondo. Podía mirarlo en los espejos tal como era, un cuerpo sobre su propio cuerpo y algún murmullo, frases inconclusas, otro idioma, uno desconocido pero con el que se entendían a la perfección. El escenario ideal para ella, el dueño del circo en medio de la pista domando a una trapecista demencial a la que le gusta hamacarse en su mente: la de él. Cuando terminan de hacer el amor él la sopla como a una pluma. Sopla su espalda, su cuello, sopla sus manos. Tiene un aliento cálido y fresco al mismo tiempo. “Así deben soplar los ángeles”, piensa ella a pesar de que nunca creyó en ellos.
-        ¿Tenés sed?
Vuelven sobre sus pasos. Más allá la persiana metálica de un extremo al otro, altísima, un inmenso telón. Agua saborizada. Ahora sí. Salgamos.
El atraviesa la puerta después de ella, tiene un bolso en la mano que parece pesado o es que tal vez él está demasiado liviano. Recita el número de la alarma mientras la recorre en el teclado, como si quisiera que ella la recordara. 1… 4… 23… No logra retener los demás números ni le interesan. Ella no quiere saber cómo se entra a esa isla cuando él no está.
-        Nos vemos.
-        Dale.
Se suben cada uno a su auto. La noche está más noche que antes y el corredor oscuro la devuelve a su casa. No prende ninguna luz y fuma en silencio. No piensa en nada. A las dos de la mañana y por el quinto cigarrillo un pájaro se refugia en el parapeto de la ventana, por detrás pasa la sombra de un gato enorme. “Por favor, que no lo vea, que no lo mate”. Quiere avisarle al pájaro, distraer al gato pero si se moviera podría asustar al ave, traicionar su presencia. Se queda quieta, pasan varios minutos, el cigarrillo se consume entre sus dedos, deja que se apague solo. El pájaro levanta vuelo y la deja sola en la ventana.
Le dan ganas de llorar.
Pero no llora.

domingo, 30 de octubre de 2011

Mistress Natalie. Por Gregorio Sacher.

El desenlace:



Dices que el límite es incierto. ¿Puede ser que detrás de esa incertidumbre exista el límite definitivo, la muerte?

Los aficionados al SM solemos utilizar tres palabras para definir nuestras prácticas: Safe, Sane and Consensual (seguro, sensato y consensuado). Jamás se corre ningún riesgo.

O sea que el límite no es sólo cuestión de una mente sumisa.

Para nada. Quien domina también tiene sus límites. Me he topado con personas con un nivel de masoquismo tremendo, deseosos de verdaderas torturas, a las que si accedes corres el riesgo de toparte con el límite definitivo.

¿Por qué siempre afirmas que lo tuyo es una dominación que te acarrea satisfacción más mental que física y que el sexo no tiene cabida, al menos no explícitamente?

El BDSM no es una práctica sexual explícita (como puede ser el coito), aunque tiene, evidentemente, un contenido sexual, pero sublimado. El sumiso goza previamente al encuentro con su mente, sufre-goza durante la sesión y continúa gozando posteriormente con sus recuerdos. Es bastante frecuente que el sumiso no alcance la eyaculación durante su encuentro con el ama. Otra de las fantasías más habituales es la utilización de cinturones de castidad, que impiden el orgasmo del esclavo durante períodos más o menos prolongados.

¿En qué consiste el placer mental que experimenta un ama?

Creo que cualquier mujer sentiría una gran satisfacción de tener esclavos y sumisos entregados, sin necesidad de sexo explícito y sin más placer que el suyo propio. Lo más curioso de un internado es que uno de los momentos de más placer del esclavo viene cuando percibe que está privado de su libertad y que no sabe exactamente cuándo voy a aparecer para castigarlo. ¿Puede haber relación erótica más mental que ésta? U otra persona que desea ser humillada hasta ser depósito de lo más escatológico de mi ser, y que luego de haberlo hecho se siente en medio de una felicidad inconmensurable sólo por recordarlo, y porque al fin tuvo la valentía de experimentarlo. A mí me vienen personas con deseos inconfesables, que incluso les avergüenzan, y por una vez los pueden hacer realidad.

¿Realmente consigues que los sumisos entren en tu juego sin ceder a impulsos sexuales, digamos, más inmediatos?

El BDSM es una fantasía sexual para la mayoría que me visita y, si bien repruebo cualquier asociación con el sexo, es difícil controlar siempre el ímpetu de los sumisos, pues muchos llegan a eyacular sin mas estímulo que el visual, una frase determinada o la flagelación. Pero la simple negación del orgasmo puede resultar mucho más excitante y estimulante.

¿Y cuál es el goce más íntimo que puedes tener como ama ante tu esclavo?

Mi satisfacción está en saber que me deben algunos de los momentos emocionalmente más significativos de sus vidas. Ver sus semblantes de felicidad produce una satisfacción extraordinaria.

sábado, 29 de octubre de 2011

Mistress Natalie. Por Gregorio Sacher



La satisfacción mental y no el sexo explícito es la prioridad en la comarca donde Mistress Natalie, ama profesional, ejerce de hacedora de fantasías en la ciudad de Bilbao. Aproveché su visita a Barcelona para indagar en la dimensión mental del BDSM (bondage, dominación y sadomasoquismo). Aunque Natalie es, por lo general, reticente a conceder entrevistas, logré convencerla asegurándole que mi intención no era llenar páginas con anécdotas morbosas, que sólo consiguen banalizar el oficio, sino transmitir los sentimientos humanos más profundos que subyacen a esta práctica.

¿Qué cualidades debe tener alguien para entrar en el mundo del BDSM?

Las personas nacemos con una determinada tendencia derivada de nuestra genética, y esa tendencia con el tiempo y el ambiente se reprime o se alimenta. Para mí es importante que quien me visite sea alguien convencido de su tendencia sumisa. Apenas me instalé en mi gabinete, me contactó un hombre joven. Me comentó que me había conocido en una fiesta fetish y accedí a la visita. Antes de la charla previa para conocer sus gustos, quise disipar las dudas que me había generado desde que llegó. Me levanté y le dije que se pusiese de pie, acto seguido le pedí que se pusiera de rodillas. El hombre vaciló, pero accedió. Le miré a los ojos y sólo encontré una mirada vacía. Le dije que quien acudía a este lugar debía tener las cosas muy claras, que sólo podía dudar de hasta dónde llegaban sus límites, pero que había una mirada de devoción y de excitación que distinguía a los curiosos de los amantes del BDSM, y que la suya carecía de emoción. Así que le invité amablemente a que se retirara.

¿En qué consiste exactamente la charla previa con los que te visitan?

En indagar en los gustos y tendencias del aspirante. En esta charla les propongo un cuestionario muy amplio sobre todo lo que le apetecería experimentar, incluso preguntas por los atuendos fetichistas que son de su agrado, pues hay quien prefiere hasta un color de ropa determinado. A partir de aquí, busco conocer el verdadero límite del visitante

¿Dónde radica para ti el poder más seductor de una dómina?


En saber interpretar los deseos (incluso los más ocultos) del sumiso. En suma, en ser un buena psicóloga y adivinar sus fantasías mas profundas e inconfesables.

¿No crees peligroso atravesar el umbral de la fantasía? Es decir, si brindas la realización de la fantasía total, ¿no corres el riesgo de no ser más la representación del deseo?

Ni mucho menos. El auténtico sumiso no es simplemente un curioso que quiera realizar nuevas experiencias. Él necesita realizar su fantasía constantemente.

La fantasía, ese lugar que para la mayoría de nosotros nunca deja de ser sólo fantasía, para ti es el punto de partida. ¿Cuál es, en tu opinión, el límite?

Los límites no siempre son claros. Hay gente que piensa que no sería capaz de hacer o soportar ciertas prácticas. La habilidad del ama está en llevar esos límites hasta el nivel más intenso posible.




Continuará 

miércoles, 26 de octubre de 2011

GP o el saco de verano. Por Charlotte Sometimes




Fue el saco negro de verano doble abotonadura, definitivamente. No fue tanto por la textura de la tela -le acaricié un brazo, por supuesto, fue lo primero-, el tejido no parecía el mejor: eran los hombros perfectamente torneados bajo la prenda. Sin quitárselo se sentó junto a mí y comenzó uno de esos monólogos suyos que tanto hipnotizaban; nunca sabré si era por lo convincente de sus casi proclamas políticas como por el tono grave de su voz. Acomodados en el sillón, algo angosto, lo escuchaba yo y asentía de tanto en tanto intentando leer en sus expresiones alguna intención de acercamiento. Vana tentativa: él siempre ensimismado en su dialéctica -¡argumentativa y convincente!- sin ver el deseo en mis ojos.
Como en cada encuentro, el café muy dulce de rigor, poco más de una hora compartiendo visiones sobre alguna lectura o alguna película y sin terciar palabra de más, me acompañaba hasta la puerta de salida y nos despedíamos hasta la semana siguiente. Esta vez convidó licor al momento del adiós. Se quitó el saco arrojándolo sobre mi lado del brazo del sillón. Volví a tocarlo aduciendo torpes excusas sobre las bondades de las telas de Oriente y no sé qué más. Acercó las copas aunque no me permitió beber, me tomó ambas manos invitándome a ponerme de pie, me tomó fuertemente del cuello de frente, me levantó la barbilla con un solo movimiento y me besó. Fue el sillón el receptor de tanto arrebato. Esta vez, esa voz profunda recitaba las líneas más apasionadas y las procacidades dignas de un Sade embargado por el éxtasis. Lo mío era una entrega, una renuncia, una abnegación, una sumisión únicas. Sus manos sujetaban mi cintura y mi boca buscaba la suya, sus dedos estaban en cada uno de mis huecos, mi lengua no dejaba sin recorrer cada poro suyo; todo era lamer y relamer a puro golpe de caderas, todo era -¡por fin!- tan húmedo, embriagador, que ni la fantasía más violenta había podido imaginar.
El saco quedó algo arruinado debajo de nosotros, no lo notamos hasta mucho rato después. Antes pude ver su sonrisa, la primera desde que nos habíamos conocido.