miércoles, 26 de octubre de 2011

GP o el saco de verano. Por Charlotte Sometimes




Fue el saco negro de verano doble abotonadura, definitivamente. No fue tanto por la textura de la tela -le acaricié un brazo, por supuesto, fue lo primero-, el tejido no parecía el mejor: eran los hombros perfectamente torneados bajo la prenda. Sin quitárselo se sentó junto a mí y comenzó uno de esos monólogos suyos que tanto hipnotizaban; nunca sabré si era por lo convincente de sus casi proclamas políticas como por el tono grave de su voz. Acomodados en el sillón, algo angosto, lo escuchaba yo y asentía de tanto en tanto intentando leer en sus expresiones alguna intención de acercamiento. Vana tentativa: él siempre ensimismado en su dialéctica -¡argumentativa y convincente!- sin ver el deseo en mis ojos.
Como en cada encuentro, el café muy dulce de rigor, poco más de una hora compartiendo visiones sobre alguna lectura o alguna película y sin terciar palabra de más, me acompañaba hasta la puerta de salida y nos despedíamos hasta la semana siguiente. Esta vez convidó licor al momento del adiós. Se quitó el saco arrojándolo sobre mi lado del brazo del sillón. Volví a tocarlo aduciendo torpes excusas sobre las bondades de las telas de Oriente y no sé qué más. Acercó las copas aunque no me permitió beber, me tomó ambas manos invitándome a ponerme de pie, me tomó fuertemente del cuello de frente, me levantó la barbilla con un solo movimiento y me besó. Fue el sillón el receptor de tanto arrebato. Esta vez, esa voz profunda recitaba las líneas más apasionadas y las procacidades dignas de un Sade embargado por el éxtasis. Lo mío era una entrega, una renuncia, una abnegación, una sumisión únicas. Sus manos sujetaban mi cintura y mi boca buscaba la suya, sus dedos estaban en cada uno de mis huecos, mi lengua no dejaba sin recorrer cada poro suyo; todo era lamer y relamer a puro golpe de caderas, todo era -¡por fin!- tan húmedo, embriagador, que ni la fantasía más violenta había podido imaginar.
El saco quedó algo arruinado debajo de nosotros, no lo notamos hasta mucho rato después. Antes pude ver su sonrisa, la primera desde que nos habíamos conocido.

domingo, 16 de octubre de 2011

Franxesca Perez se expresa


"Todo empezó cuando el pasado año encontré poesía erótica por internet. Una vez comencé a leer poemas, no pude parar. Además, mientras leía los versos podía contemplar en mi imagenio personal las imágenes que, más tarde, me puse a ilustrar"
 "Yo nunca he cumplido con el prototipo de chica que la sociedad masa tiene definido. Pero, no por eso, he dejado de ser sensual o de transmitir erotismo. De hecho, tengo un buen concepto de mi misma. Aún así, mis ilustraciones eróticas me han ayudado a entender esto mismo"
 "Si tengo que citar artistas puedo hablar de clásico como Botero o Magritte, pasando por los desnudos de la pintura renacentista."
"No tengo secretos para dibujar. Aunque, sí es cierto que geometrizo mucho las figuras. Normalmente, siempre coloreo con rotulador y sombreo con color y me encanta buscar referencias sobre el movimiento humano. Aunque para este trabajo en concreto, la linea simple era suficiente para mostrar el significado que quería presentar" 














domingo, 9 de octubre de 2011

jueves, 6 de octubre de 2011

El inesperado final de "Crónica de una condición"


Un inesperado final. Por Gregorio Sacher


Cárol se acerca y nos sonríe a todos. Solicito su mano, la beso y con delicadeza la atraigo hacia mí. El resto del grupo se une a Saúl. 
Mi intención se sustrae en desmenuzar junto a ella la clave definitiva que había significado el final del juego, e intentar sonsacar que se guarda para el verdadero final. ¿Es realmente el final? ¿Qué le espera al esclavo? ¿Acaso le aguarda aún el verdadero final? Sólo uno de sus gestos había roto la manipulación de Saúl:  “Sabía que hasta ese momento el castigo y la humillación eran para él un premio”, me confirma ella, “así que le he castigado sin su premio”. En efecto, Saúl la estaba provocando según su instinto, y de ambos era el único que estaba disfrutando de su condición, una conducta muy usual en los personas de rol sumiso y no siempre conscientes de esta manipulación, al mejor estilo filosófico con su dialéctica hegeliana del amo y el esclavo. 
Le pregunto a Cárol por qué ha elegido este ritmo para la sesión. Por qué, si había advertido de entrada la provocación del hombre, le había permitido llegar tan lejos. A ella le gusta llevar al máximo la tensión, pero cree que esta vez se le estaba yendo de las manos: “Me estaba provocando tanto, que llegué a sentir una excitación que me incomodó. Era como si desde su posición, en vez de hacerme sentir su entrega, él fuese como un fuego que me devoraba físicamente hasta hacerme derretir. Ensanchaba su espalda y sus hombros, alineaba la musculatura de sus brazos, y por si fuera poco, me enseñaba su culo y movía sus caderas. Era como si me quisiese decir: así te puedo follar”. Así que el ama sintió que no lo tenía todo controlado. Hasta que Carol advirtió esta manipulación y le negó su castigo, su premio, su placer, propinándole un castigo, por la negación y la inacción, que el hombre no esperaba y que a su vez lo descolocó, y se excitó aun mas por eso, porque leyó el significado de esa nueva humillación, de allí su suplica casi redentora.Yo estuve convencido todo el tiempo de que ella dominaba la situación, de que incluso los momentos de más descarada rebeldía del hombre se debían a que ella había aflojado la cuerda, pero lo cierto es que ella había llevado a tal punto el erotismo del hombre que a poco estuvo de sucumbir ella misma a ese incendio. “Aún me queda una duda”, le digo finalmente. “¿Por qué te detuviste? ¿No se trata en última instancia, de sentir un placer abrasador? ¿Cuál es tu plan?”. “No, se trata de algo mucho más excitante que he ideado, de follarme esta noche a cualquiera que se me antoje y obligarlo a él a masturbarse mientras nos observa; porque me excita mucho Saúl y sé que me quiere follar, pero el día que lo haga perderá todo interés en mí. Eso sí, el día que yo me canse de él como esclavo, será el día en que le permita follarme. ¿Sabes una cosa?”, dijo por fin, mirándome de una manera más que extraña, “ya sé quién será el próximo al que deseo someter, y será ese mismo al que me voy a follar”. Veo la curva que indica el camino de vuelta del punto mas extremo de la perversión sexual. Es ésa. Mientras miro a Cárol alejarse con su porte inalcanzable y su impresionante cabellera, me fijo otra vez en Saúl. Él también, como yo hace un momento, no puede despegar sus ojos de la silueta del ama a la que él se siente atado por una correa invisible mientras ella parte hacia su nuevo objetivo. 
En ese instante, algo me empuja a seguirla, voy corriendo hacia ella con el corazón galopando fuerte sobre mi pecho, tomo a Cárol por el brazo y con la voz entrecortada, le digo: “Quiero ser yo el próximo”. Con su mano toma mi mentón y me advierte: “¿Aunque al final no seas tú al que me folle”?. Y sí. “Sólo por el camino, hacia cualquier final”.