jueves, 7 de abril de 2011

Fatale en tu trabajo. Primera parte

Esta sesión de fotos fue el inicio de una idea que tuvimos bajo el concepto de "descontextualización del desnudo y del trabajo erótico", y que pretendíamos llevar a cabo a través de una sección llamada "Fatale en tu trabajo". El primer objetivo era mostrar el desnudo de una sesión fotográfica fuera de los limites habituales de un estudio de fotografía, y que las escenas fotografiadas tuvieran como narración, la interrelación natural de las personas. Pero no cualquier grupo de personas, sino un grupo de compañeros de trabajo en sus propios puestos laborales, y que además, fueran lectores de Fatale, porque dicha interrelación la queríamos con aquellos que, en circunstancias habituales, disfrutan de un excitante desnudo a través de las paginas de una revista. Por eso, aquel grupo de compañeros de trabajo que pretendía pasarse un momento divertido y aprender los vericuetos de una sesión de fotos eróticas, solo tenían que comunicarse con nosotros, y allá íbamos con todo el equipo preparado. Por motivos de respeto a los trabajadores, que en su momento nos dieron permiso para su publicación en papel, y que en la actualidad, luego de unos años transcurridos, no tenemos oportunidad de renovar dichos permisos, nos limitamos a publicar el primer "Fatale en tu trabajo" que comenzó por nosotros mismos, en la antigua redacción de Fatale, en Barcelona, junto a una de nuestras musas y colaboradoras Sandra G






lunes, 4 de abril de 2011

Cortocircuito Create. Tomas Gui, La Doma

Spot promocional para la 2ª edición del "Festival de cortos hechos por publicitarios", que tuvo lugar el pasado 12 y 13 de noviembre de 2010 en la ciudad de Barcelona.


Creatividad: La Doma
Producción: LantanaFilms
Cliente: Cortocircuito Create (Festival de cortos)




viernes, 1 de abril de 2011

La vagina de ella

Recuerdo  esa descripción de la Eva Futura de Villiers de L’isle Adam, y ahora cuando Ella desparece la voy reconstruyendo de a poco. Ayer fue su culo, hoy puedo sentir lo que me pasó con su vagina. Es posible que sigan sus tetas, sus pies sabrosos, su ombligo, su olor,
Su mirada, sus labios, todo ese universo hechos de fragmentos que se hacen presente cada noche, como individualidades, que en si representan un todo único e indescifrable. Como si ella quisiera descomponerse en partes después que la poseí en su totalidad. Como si de esa manera su fortaleza me sometiera mas intensamente, haciéndome ver que cada parte de su cuerpo, aún la más pequeña podía dominar mi totalidad.



LA VAGINA DE ELLA


Al principio podía vérsela igual a otras, aunque el color era distinto a todas las que había conocido.
Olía diferente, con un aroma espeso, sensual que se metía por dentro, quedándose por horas. 
Desde esa pequeña selva de pelos renegridos que la cubrían apenas,  se abría el espacio que separaba sus labios mayores, mientras asomaba alguna de  las formas de su interioridad.
Como si todo aquello estuviera cerrado a cualquier búsqueda, hasta que ella lo quisiera. 
Al verla  cerrada, quieta, en calma parece una vagina adolescente que nadie ha tocado y está a la espera de una caricia que la haga mostrar todo su poder de mujer eterna, insaciable; que solo espera devorar un miembro varonil que se anime a penetrarla. 
Observarla cuando está abierta, enrojecida por el deseo, empapada por líquidos espesos y cristalinos, es mirar un pequeño universo, encerrado en  esas mucosas brillantes. 
En su blandura al abrirse, se descubre una visión distinta del cuerpo, cambia mis percepciones convencionales sobre la piel, me abre los ojos para que tenga una visión distinta de esas profundidades. Que me nutra de ese laberinto que me excita y contemple esa primitiva belleza para inundar mi boca con sus savias vivificantes y enriquecedoras.
Parece por momentos una vagina de mujer madura, otras, una vagina adolescente y siempre se me representa como  el espacio de una hembra primitiva y salvaje, que necesita calmar su excitación, mostrando en su primitivismo ancestral esa fuerza que perturba, que conmociona, que encadena los sentidos para no olvidarse jamás de ella.
La vagina de Ella exhibe desafiante su deseo, sus necesidades, sus angustias, y pareciera que necesita gozar hasta el agotamiento, sintiendo el placer de la penetración que al hacerse más profunda le arranca gemidos, que se hacen gritos y después movimientos estremecedores. Cuando eso no ocurre y mis labios  la acarician, su excitación crece y crece, y sus líquidos brotan como de un rio que no se detiene nunca.
Despierta el deseo de solo imaginarla,  parece virginal, tibia; con una ternura de quien todavía no ha descubierto el furor del desenfreno y el enloquecimiento de la sangre.  Pero también es como la vulva de una hembra en celo que me aprisiona, que succiona mi pija para tragarla, con calenturas inmemoriales que parece que nunca habrán de saciarse.


La concha de ella 
                      
Es salada como los mares, dulce como la miel fuerte de los bosques.
Es ácida y deliciosa como  la jalea fresca
Pura como el agua oceánica, quema como el fuego.
Es un túnel laberíntico sembrado de misterio,
Su fuerza celular chorrea  líquidos eternos.
Es intemporal como el espacio, tiene la belleza de una rosa sin tiempo.
Sus flujos parecen de madreperla, la abertura un camino a las esencias y a los olores primarios de la hembra. A veces parece un camino sutil para el olvido del mundo.
Está llena de alma y representa la carnalidad del espíritu que mora en cada espacio de su cuerpo.
Necesita lamidas suaves y profundas. Siempre reclama la dureza de una piel maciza que penetrándola la lleve a espacios intemporales y plenos.
Cuando la miro y abro sus labios, puedo ver colores indefinidos, oscuridades abismales, matices complicados que van de la negritud al  claroscuro y de allí a un rosado tierno.
Su clítoris es pequeño y siempre está escondido, y cuando se endurece al roce de la lengua tiembla preparándose para ese final que espera con avidez.
La vagina de Ella es la esencia de su cuerpo,  el símbolo de lo que ella es aunque lo oculta,  la expresión más acabada de una voluptuosidad que  no puede disimular su rostro adolescente
El primer día mi lengua entró suavemente, y pude recorrer cada pliegue, cada milímetro de la piel empapada. El flujo chorreaba hacia fuera, el olor fuerte, selvático invadió mis narices, mientras yo chupaba con avidez, calentura y exacerbación ese abismo de placeres que conocía por primera vez. Algunas gotas de pis que le habían quedado se mezclaban con el sudor, con el flujo y con mi propia saliva. 
Sentí que  me tragaba, me fascinaba y no podía escaparme de ella. Todavía recuerdo como su cuerpo temblaba y se retorcía, mientras gemidos incontenibles se le escapaban.
Penetrarla era siempre inevitable y era como entrar en otro mundo. Mientras el abrazo nos adhería, la cabeza de la pija chocaba con sus interioridades, y el sudor nos inundaba los cuerpos. Era pura sexualidad, sin refinamientos, sin técnicas, sin pudores. Yo entrando en su cuerpo hirviendo, comenzándola a amar, sintiendo su vulnerabilidad y una tristeza que le aparecía de pronto y no sabía cómo descifrar.
Ahora está  lejos, distante, pero se metió dentro de mí, y cuando por las noches trato de dormirme surge abismal, abriéndose como su culo poderoso para tragarme, y no es la fantasía sino algo que se apodera de mi voluntad y me somete.
Pierdo la noción del tiempo y de lo que me rodea, porque ella está allí con las fauces inquisidoras de su genitalidad que me succionan, con un culo que se apodera de  mi cuerpo  para transitar otros espacios. Aquellos donde el tiempo no existe y solo estoy en un lugar abismal y misterioso  del que no quiero salir.
No se cuando desaparece, porque solo tomo conciencia de mi mismo con la luz del día que me golpea los ojos. Allí vuelvo a  ser yo, salgo de ese estado de enajenación que me encadena, como si me liberara temporalmente hasta su nueva aparición.
No sé cuándo volverá a apoderarse de mi


Angel Asiayn

miércoles, 30 de marzo de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

Dos pajas en nebraska



La primera mórbida; la segunda extática. No sé a que fenómeno extraño de la química se deba, y como actúan determinadas drogas naturales del cerebro en la psiquis, que siempre producen un letargo opiáceo que calma todos los dolores, incluso el provocado por la abstinencia de amor.
La imagen en sí es calamitosa, un derroche de absurda melancolía, un homenaje a Anhedonia, un no decir en Argel bajo el sol tórrido del meridiano de los pueblos del mediodía, una ominosa llamada al consuelo, que se niega por elusivo y amorfo. Anafrodisíaco en sí. Un hombre desnudo, con un pene fláccido en la mano y llorando contra una almohada, un tótem del pavor a la pérdida. 
Si ahondamos un poco más en la búsqueda infructuosa del hombre, ya que suponemos por su pene moribundo que el onanista no halla la imagen que anegue los cuerpos cavernosos, así, castellanizado por gusto y asonancia, veremos que hablar de infructuoso en los casos de erecciones no es del todo correcto. Los casos en que los hombres gustan muchísimo de una mujer, y que ese terrible objeto de lascivia torne impotente al hombre  son abundantes(a veces lo que no podemos los hombres es creerlo). 
Para no alejarme de la cabeza del pobre pajero, es menester aclarar que él encontró el resorte adecuado para disparar endorfinas excitantes. Y que si llora y aún así se aferra a su pene, es porque, pobre, él creé que lo debe calentar ver a su mujer viendo a otro, y en su dolor de certeza busca acomodar las piezas en forma errada, pretendiendo que los triángulos encastren en los cuadrados; y lo que es peor es que de a poco lo va logrando, y vemos como el color amarronado de la piel gastada de un pene masturbadísimo se va estirando y va amoratándose, pero solo por pocos segundos, ya que en cuanto el hombre ingresa al cuarto (ficticio, se entiende, existente de cruel realidad en su elucubración pajeril) en donde está la pareja, el pene alcanza una dimensión importante dentro de los estándares normales.}
Durante unos segundos la torre parece desmoronarse, ya que el hombre que se quiere acoplar al trío queda impávido, y mira como observando una pesadilla. Una imagen irreal y onírica. La mira a ella y la columna se hace trizas, ve su dolor en los ojos de ella, ya cicatrizados, aunque con costurones aún asomando tras las rayitas negras que cintilan sobre el iris color corzuela. Ella sonríe triste, mientras el tercero en cuestión le chupa las tetas, le estira los pezones como si su boca tuviera un hueso que accionara, como la trompa de los peces, un órgano chupador del fondo de una pecera estéril. En el mohín lastimado el hombre encuentra la comprensión necesaria y, aunque a regañadientes, logra una erección que puede ser nominada de tal forma, y se entrega a tocarle la concha suavemente, abriendo los labios dehiscentes que se van perlando de gotas minúsculas surgidas de placeres mayúsculos; y el infeliz en el reino de Onán, ya que en el real “Vini, vidi, vici”, disfruta agarrándole el culo con fuerza e intenta besarla y la boca está ocupada. 
El interventor la está besando con la lengua plana, esto quiere decir que le pasa las papilas gustativas, la zona mas tersa de la lengua, por la misma sección del apéndice de ella. 
Él está contento, su erección lo dice todo: venas colmadas, tránsito furioso, glande como el techo de un gnomo, y la saliva de ella como el Guadalquivir lorqueano. Fue capaz de llevar la fantasía hasta la Indochina francesa, y recorre con sus manos los pechos mientras ve como ella exhala un gemido y mira hacia abajo. El mentecato del limbo está entre sus piernas devorando como un sonámbulo diabético un melón en el Sahara, y ella no para de gemir; y él con la pija parada, arada escribí fallidamente, ve como ella suelta su boca, se despega de sus jugos y se arroja a un sesenta y nueve frenético, llenándose la boca de otro y gozando desenfrenada, liviana, descomedida se podría agregar, si no fuera a abarrocar demasiado al texto, queriendo exprimir el miembro, más pequeño, para reafirmar, en este caso con total certeza, que el tamaño es lo de menos, excepto para la estética. 
Ella chupa mientras el hombre que ya no llora porque se olvidó, y logró, mientras besaba y acariciaba a su amor, una erección decorosa. 
El soñador se sigue pajeando aprovechando el envión de calentura, y tratando de ralentizar la imagen lo más que puede, infructuosamente, ya que el convidado empieza a acabar, mientras ve como la boca de ella no llega a cerrarse del todo, dejando escapar el líquido proteico por las comisuras y porque se desborda, micciona entre estertores. Y el que recién lloraba ahora le toca la concha a ella, tratando de pernoctar en tierra autobesante, de exorcizar de la forma más salada y cruel, de una vez, la falencia de amor, y comprueba, mientras su polvo mancha su estómago, sus sábanas, y en otro lado el culo de ella, que en aquel páramo de su interior, aún estaba con ella. Mientras ahí mismo, mientras siente que el culo de ella se dilata y se cierra en espasmos nerviosos, de frecuencia impalpable para alguien que no esté caliente, aunque vea a simple vista el guiño espasmódico del ano… Cuando le toca la concha la siente más mojada que nunca y sabe que está acabando.
Él sospecha que acabó cuando sintió el semen del otro en su boca. Solamente porque le hace más daño.
 Mientras se seca con las sábanas y rememora la paja, también piensa que si la emisión de la fantasía hubiese transcurrido con los roles invertidos, él pensaría que ella alcanzó el clímax con la mano de él. Misterios de la decantación de los vestigios del amor que siempre duelen y siempre, pero siempre, dan un manotazo que encuentra la tabla salvadora, dispuesta circunstancialmente, si se es no creyente, o por la mano de dios, según cual sea el credo que alimente la penitencia y la resignación del lector. 
Esto lo podemos comprobar fácilmente, observando nada más al que recién lloraba, amarrado a una almohada, y también acababa, tratando de matar al dolor que le impone la impostura; y por supuesto, como todo lo inquisitorio, no sirviendo de analgésico; y lo reafirmamos cuando asistimos a sus devaneos y lo vemos sonriendo, recordando una de las primeras veces que se acercó al hogar donde proyecto morar su simiente, y torpemente le estampó un chicle en el vello púbico, y a la larga en Nebraska (acaso en estas pajas, que se llaman en Nebraska porque el tipo no encontró un lugar más impersonal para hacerse la primera. Y la segunda en el mismo lugar por comodidad. Y porque cuando el recuerdo es cálido se prenden hogueras para festejar, también, por qué no; y porque suena a palabra india, que es linda y misteriosa, tan elusivas como las conexiones cerebrales que actúan como calmante y en la autosatisfacción cumplen su cometido. No para de lembrar la risa de entonces, condimento esencial en el amor de estos dos que recién tuvieron un invitado.
Si ahora vemos la imagen que antes nos dio pena, cambiando solo algunos detalles, como por ejemplo el pene flácido y la almohada ahogando al lloriqueante, podemos ver a un hombre buscando placer solo; pero con otro semblante. Este está caliente de verdad, y cuando curioseamos sobre su placer genuino, lo vemos mirándote, y cambio de persona, porque como te habrás dado cuenta esto es para vos y es personal, como las pajas. Y te recuerdo como antaño, riendo y cogiendo, probando la piel del otro, los humores del otro, analizando sus sucos y entrañas;  y comprobando al instante no solo que no dan asco, sino que excitan, que conllevan exigir mas jugos y más besos, y más adentro. ¡Que lindo! Veo su erección mientras se sacude la verga con un ritmo sin bronca, con cadencia. Su respiración va llevando el polvo a la instancia justa. Se podría decir que con el recuerdo adecuado estamos asistiendo al acto masturbatorio efectuado por un especialista con timming perfecto entre imagen y cosquilleo, y lo podemos prever a su placer, cuando mira los ojos de ella y embiste hasta el fondo besando su alma y sintiendo su beso, tensando los pies porque no se puede más; porque se podría llegar a llorar de placer, y es eso lo que hace nuestro pajero, ahora más querido, estallar en un orgasmo suculento mientras llora. Éxtasis sin duda que desmerece al anterior, y que exactamente eclosiona en la base de su cerebro, para desparramarse como hilos de lava, incluso hasta el tejido queratinoso de sus uñas, en el instante exacto en que siente el espasmo de ella y la mira a los ojos, y la reconoce, por fin, íntima y de otro.

Ruso.

sábado, 26 de marzo de 2011