jueves, 26 de abril de 2012

Pinup. Por Tomás Almodávar



Recuperamos "Futbolera" de las serie pinup, la cual no pudimos publicar en su momento por creerla extraviada. Y por supuesto aprovechamos para volver a  publicar toda la serie que Tomás realizó para Fatale


















lunes, 23 de abril de 2012

El pudor…que és?. Por Lelan de Lely


El abuelo se despertó filosófico y se puso a pensar en eso tan demodé, tan pasado a la historia, tan antiguo…que muchos de mis “nietos “ putativos.- por no decir todos- frisando ya los veinte años ni siquiera se deben haber preguntado nunca que es.
El pudor…qué es?
Difícil contestar a esa pregunta, así que, cavilando bajito, (como silbando) , me fui a un restaurante de Palermo de “los de antes”, un bodegón antiguo (el tema lo merecía) con manteles blancos y camareros negros (smoking negro, no piel) y me pedí una milanesa con puré especialidad de la casa: frita en mantequilla y una botella de “Misterio”, Malbec (finca flichman, soberbio, y al alcance de casi todos en el super).
Mientras masticaba, pensaba a la vez en que la milanesa tiene tradición y origen ítalo-austríaco, y el pudor…ah! el pudor es indiscutiblemente... inglés
Quien se haya deleitado con la literatura inglesa del siglo XIX y XX no podrá negarme esta afirmación, y sin exagerar creo que aún quedan restos de esa extremada y casi enfermiza conciencia del pudor (hablo de sexo y apariencias-por supuesto-el pudor referido sólo a eso)  en la sociedad inglesa

Estaba yo pensando en Jean Austin, cuando se apareció al pie de mi mesa.   Sí, no desvarío, tengo una amiga inglesa que vive en Buenos Aires y que se llama así, Jean Austin, y tiene tantos años como yo o quizás alguno más, pero conserva su cuerpo de juventud y sus mejillas sonrosadas, que sumadas a sus ojos celeste y su sombrerito beige la hacen- pasados largamente los 60- una mujer sumamente atractiva.
No sé de dónde salió, porque hacía muchos años que no la veía, pero por su manera de reconocerme y saludarme, fue como la concreción de una cita telepática, por los dos deseada y por los dos cumplida.
Juanita se devoró mi milanesa y se tomó la mitad de mi botella de vino, asi que repetimos, pero esta vez la milanga  era a la napolitana. Y el vino Cabernet Sauvigñon más fuerte, más intenso, como nuestro diálogo interior a puro paladar y a pura piel.
Creo que alguna vez estuve enamorado de esta mujer y creo que ella de mi también, y después de comer, al ver su pelo alborotado y sus mejillas sanotas y rojas por efecto del vino y la conversación y admirar esos senos llenos de pequeñas pequitas que desbordaban el escote mientras subían y bajaban por el esfuerzo requerido y el agobio del calor otoñal (me refiero al tiempo, no a la edad) decidí que ese día no era el más apropiado para pensar en el pudor, porque el   pudor…que es?... vergüenza?…falta de autoestima?…respeto?...control de los instintos?...flema inglesa?
Ma sí!...le “manotié” las tetas a mi chinita inglesa y sentí que mi pantalón se hinchaba en un exaltado y maravilloso estado de pasión otoñal ( esta vez si, hablo de la edad, ya que duró poco).
Les recomiendo el restó “El Trapiche” (Paraguay 5099), pidan la milanesa ídem y pasen del pudor, que a veces vale la pena ser valiente.

El abuelo

miércoles, 18 de abril de 2012

Trémulos. Por Jimena Carballeda

Ella estaba transitando uno mas de sus rutinarios días.
Aburrida, desganada. Abrumada por obligaciones sin sentido.
Para distraerse un poco se puso a leer el twitter. Siempre buscando a alguien que nunca existió, pensando que un día aparecería esa persona interesante a quién contestarle, aunque hasta ese día, ese ser no existía.
Pero de la nada apareció. Apareció inundado en simpleza.
Hasta el día de hoy no obtiene respuesta cuando se pregunta como fue que pasó, pero cada segundo que pasa lo disfruta como si fuera el último.
Luego de 2 días de intercambio de mensajes decidieron hablarse por teléfono.
Cuando ella escuchó su voz comenzó a temblar. Nervios, taquicardia, manos transpiradas… y ni siquiera lo conocía.
Solamente lo había cruzado un par de veces en la vida hacía muchos años atrás, tuvieron lugares en común. Gente en común. Pero nunca más de eso. Ni siquiera una conversación.
Ahora lo tenía del otro lado del teléfono. Solamente se reía. El también. Los dos reían. Nerviosos. Casi adolescentes.
Ya no quedaba mucho por decir. La atracción era casi insostenible. Ella deseaba que El corra hacia su cama y la llenara de besos como le había prometido.
Pero era imposible. El era casado.
Acomodaron sus tiempo. El se iba de viaje al otro día. Pasaría por la casa de ella antes de ir al aeropuerto. Y ahí consumarían esos besos prometidos.
El día finalmente llegó y ella estaba temblando como una nena frente al peor de los fantasmas.
Sonó el timbre, era la primera vez que se verían las caras después de mas de 10 años. Abrió la puerta, lo miró a los ojos, comenzó a reírse y sin lugar a nada más El la apretó contra la pared y le dio el beso mas lindo que ella alguna vez recibió.
Se tiraron en el sillón y se miraron durante eternos minutos. Se besaron, se tocaron, se mimaron, casi sin intención sexual. Solo se reconocieron los cuerpos. Pero guardaron el final para su vuelta.
Ella lo llevó al aeropuerto y durante los próximos 4 días no hizo mas que estar en contacto con El. Tuvieron las charlas mas calientes q dos personas pudieran tener.
Los dos esperaban el momento de su regreso para poder concretar tanto deseo.
Un deseo alimentado por conversaciones muy calientes. Por palabras cargadas de erotismo. Fantaseando a través de los medios electrónicos. Concretando realidades en forma virtual. Tocándose mientras se miraban a través de las pantallas. Simulando tener sexo, teniéndolo pero en otra dimensión. Ella le contaba todo lo que le quería hacer, le describía minuciosamente como le lamería su pija. Como la envolvería con su lengua. Como lo haría temblar de placer. El por su parte escuchaba extasiado, la miraba embobado y casi sin darse cuenta los dos comenzaban a tocarse. Era imposible evitarlo. Así se pasaron todos los días que el estuvo afuera de la ciudad. Hasta que finalmente El se subió de nuevo al avión que lo traería de regreso.
El día llegó. Bajo del avión e inmediatamente le aviso a ella que estaba yendo para su casa.
Volvió a tocar a su puerta como la primera vez, volvió a besarla en ese pasillo, apretándola contra el, haciéndole sentir su pija erecta y dura. Corrieron hacia el cuarto, se tiraron en la cama y se quitaron la ropa.
Se besaron desesperadamente. Abrumados por una calentura incomprensible. Había tanto deseo en ese lugar que era imposible no notarlo.
El se subió arriba de ella, separó sus piernas y comenzó a tocarla. La tocó suavemente, la sintió totalmente mojada, empapada a decir verdad.
Ella se lo pedía con su mirada. “Cogeme” “penetrame” “inundame de vos”.
No aguantaba un segundo mas. Lo necesitaba adentro suyo, necesitaba sentir lo que hacía días estaba imaginando hasta en sus sueños.
Y luego de tocarla como si conociera cada uno de sus rincones prohibidos finalmente la penetró. Y se unieron en un grito de placer, mientras se besaban furiosamente, casi mordiéndose. No hubo tiempo de juegos previos. Ya los habían jugado a la distancia.
Ella se retorcía del éxtasis provocado por esa pija, se agarraba de su espalda , de su pelo. Gemía como nunca antes lo había hecho. Rogaba por no acabar, quería retener esos minutos de placer, quería que ese momento durara una eternidad. Pero le era casi imposible. Viéndolo a El arriba de ella, moviéndose con una sincronización casi exacta.
Lo miró a los ojos y suavemente le dijo al el oído… “no puedo mas, voy a acabar, no aguanto un minuto mas, necesito llenarme de vos”. Y en ese preciso instante, los dos juntos, sin necesidad de pestañar se fundieron en el orgasmo mas largo y placentero que alguien jamás pudiera imaginar.
Se abrazaron, se volvieron a mirar y se contemplaron infinitamente durante algunos minutos.
El se levantó, se cambió y volvió a su rutina mientras ella en ese momento supo que la palabra rutina no formaría parte de esa historia.
Definitivamente no, por lo menos para ella.

jueves, 12 de abril de 2012

"Marido aunque pegue, aunque mate". Por Adrián Dubinsky


Nada había sido igual desde la muerte de Tiburcio. Si bien habían menguado los golpes y la tiranía, se extrañaba su presencia que guiaba el hogar a buen puerto. Es verdad que ella sentía un alivio extraño y del cual se sentía culpable. Los recuerdos afloraban con vertiginosidad en medio de la tarde calurosa, con la mayoría de los hijos en la escuela y los menores dando vuelta a su alrededor. Siete hijos le había dejado Tiburcio, y cuatro más a su otra mujer y dos o tres más con una mujer que no había conseguido mantener como tal. 
Mientras se levantaba con el sueño intacto en su memoria, pensaba en todas las tareas del día y más extrañó a su marido. Tiraba maíz a las gallinas y recordaba la mañana en que él la mando por primera vez a la huerta y la siguió sonriendo, y en como ella imaginó que no le gustaba lo que tanto le gustaba, y supo que había sido marcada para siempre, ahora que lo quería, y no cuando se casó porque sí, porque así lo había pactado ese hombre cuando ella aún flotaba en el amnios de su madre -por supuesto que no llamó amnios en su remembrar al saco vitelino que la contenía- y ya la hacía esposa de Tiburcio. Por suerte había sido la primera mujer de Tiburcio, lo cual le concedía determinas atribuciones y libertades, y jamás sintió celos de la otra mujer, acaso sí los sintió la otra de ella, pobre, pero eso estaba dictado por la memoria de los hombres y era de esa manera.
Su marido había muerto joven. Tenía 55 años cuando lo sorprendió un dolor agudo en el pecho y estaba mirando el recodo que hacía -que hace, la vida sigue después de él- el río, y que se observaba desde la colina. Pobre Tiburcio. Ella lo entendía, y entendía las contradicciones en que había vivido los últimos años. Cuando se casaron ella tenía quince años menos que él, la doblaba a la perfección en edad y la aldea comenzaba a recibir el influjo de las nuevas maneras de pensar, su aldea había comenzado a experimentar la pequeñez del mundo y comenzaron a ser invadidos por todos lados y por todas las creencias. Venían los salesianos con su salvación y su condena; los petroleros con sus ansias de dinero, idénticas en intensidad que la de los colonos, y aunque con distinto fin, exacerbadas por el mismo tipo de fanatismo; habían llegado los turistas y su necesidad de originalidad, su deseo de virginidad; habían llegado las marcas y los celulares. Su marido había pasado en pocos años, de cazar con cerbatana a no conseguir presas por la falta de animales y a estar obligado a intercambiar proteínas por un dinero inhallable, a saberse atravesado por miles de ondas que le permitían hablar por teléfono a cualquier lugar del planeta; a su vez, ella supo de la monogamia y de los valores de igualdad occidentales. Ella lo veía cavilar en silencio durante horas, yéndose a la colina boscosa en donde encontraría, años después, la muerte. Hasta la muerte era distinta antes. Ahora su idea de la muerte y de la nostalgia estaba atravesada por valores modernos que la hacían sufrir más la ausencia de quien en otro tiempo se habría desplazado a otro espacio menos beligerante para el alma.
Tiburcio tenía su rutina diaria, y entre ellas se había vuelto indispensable, los últimos años, la ingesta de bebida por la noche. Cuando eso ocurría parecía que la tristeza rompía el dique que la contenía y arrasaba con todo en forma de furia bordó, estrangulada y presta a descargarse con lo primero que se le cruzase. De todas formas la destinataria principal de todas esas frustraciones parecía ser la mujer que llora en la huerta. Acaso por ser con quien yacía la mayoría de las noches y luego de la furia sexual, lejana de aquella que había vivido al aire libre gozando las estrellas; en los tiempos en que el decoro los llevaba a las tierras de Nunkui, donde se despreocupaban de los estertores, ella se había transformado en un preferida; en cambio, ahora, hacían el amor –como decían en las novelas- mudos en la jea, siempre con gente cerca, para luego sí, ya desinteresado de la cercanía de la prole, emprenderla a maltrato e insultos en medio del sonido de la noche. Se volvía furioso y se descargaba con ella hasta que salía haciendo caso omiso de los varios pares de ojitos que lo veían salir a la oscuridad, de la mujer que quedaba echa un guiñapo adentro y de él mismo, que al otro día sin pedir perdón se iba a mostrar compungido y laborioso, casi el de antaño.
Sin embargo a ella le pesaba la carencia de su aliento alcoholizado cerca. Hasta su furia echaba de menos, sin poder dejar de recordarlo, contradictoriamente, con una sonrisa que aquellas noches posteriores al temblor lo acunarían plácidamente. Le parecía que su vida se acababa de apagar al quedar segada la de él y no podía disfrutar de nada. Antes, preparar la chicha para su hombre le había parecido ser un fin en sí mismo, una forma de ser y existir; es decir, estar a los ojos del otro. Ahora sentía que efectuaba un gesto mecánico y que no distaba mucho de esas computadoras que sabía que usaba su hija menor en la escuela; el no ser vista por sus ojos la convertían en poco más que inexistente. Al menos ella pensaba al amor, se dijo muy cartesianamente la mujer, sin saber siquiera que lo estaba haciendo, pero sintiéndolo incluso más apasionadamente que el filósofo francés, nacido este, el propio, de un dolor, y el de aquél del más puro racionalismo.
Ella, Yajanua, la mujer de lejos, que así fue bautizada y démosle un nombre de una vez por todas, podía sentir el dolor inmenso que la atormentaba en cada uno y todos  los intersticios de su conciencia. No existía tarea que la abstrajese de pensar que a esa hora ella, cosa que había ignorado hasta el momento, durante los últimos veinte años había estado pensado en el pronto regreso de su marido; al principio esperando con ansias la invitación a ver la huerta, y el último tiempo para la caricia temprana, la comida en silencio, el sexo atroz, el golpe puntual, la ida intempestiva, y acaso todo ello, pensaba ella, para justificar el sol de verlo al otro día servil y culposo, a sus pies y en silencio. En ese gesto de guerrero abatido encontraba ella una de las manifestaciones más puras del amor, uno de los momentos extáticos en que lo quería tanto como el día de antes, y tanto como en todas las cosechas anteriores de su vida, cuando el festejo culminaba entre árboles igual de fértiles que ella, incluso más que cuando alumbró su progenie; en aquellos momento de genuflexión ella lo comprendía más de lo que él mismo se comprendía, y sufría más por verlo fuera de este mundo que por lo que ello acarreaba, los golpes en sí.
El día transcurrió para Yajanua con el mismo tedio con que habían transcurrido las últimas semanas. Si algo se agregaba a ese estado cataléptico era el convencimiento íntimo en que ella estaba despareciendo y que no tenía mucho sentido nada. Desconocía psicológicamente el deseo de quitarse la vida, pero acariciaba, moderna, esa necesidad. De todas formas sabía que no lo haría, no estaba en su ser, si es que acaso le quedaba ser, y pensaba triste en la estricta sensación de saberse apagada, o mejor dicho con la llama en piloto, dispuesta a ser ahogada al primer soplido amazónico.
De cualquier manera Yajanua siguió existiendo a pesar de su inconsciencia de ello. Siguió cultivando yuca, haciendo chicha, sonriendo desdentada a los nietos que nada sabían de su mundo interior y que apenas estaban descubriendo el propio; muy distinto del que se conformó en ella y Tiburcio, hacía tantos años. Vivió muchos años más, demasiados para el gusto de la protagonista, y siempre pensando en él; ni una sola hora completa de su vida dejó de desarmarse por dentro llorando a su marido muerto; marido, aunque pegue, aunque mate.

viernes, 6 de abril de 2012

Antonio Graell. Primera Parte. Serie Crucifixión

"Hace más de treinta años que realicé mi primera fotografía, desde entonces he tocado casi todos los campos. De todos ellos me quedo con el retrato, en especial con la fotografía erótica, fetichista y de glamour, terreno donde he desarrollado mi trabajo más personal y el cual he mostrado en certámenes como PHotoEspaña, FICEB ó la Semana de Cine Fantástico de San Sebastián."









martes, 3 de abril de 2012

Portada y editorial Abril 2012. "Almas muertas"

Diseño de portada: LUCIANOH


Hace unos días recibimos un mail en el que nos ofrecían la adquisición, mediante intercambio económico, de una base de datos. 
Dicha base, según la oferta, tenía exhaustivamente analizado el target de nuestro producto.
El resultado de la empresa que nos contactó arrojó que nuestro target eran hombres de entre 25 y 50 años, nivel socio económico medio, medio alto, con un interés en la fotografía, literatura, diseño y la cultura alternativa en general. 
Mas allá de entender que la definición de un target siempre deja afuera mucho público, en nuestro caso mujeres (por suerte sabemos nos visitan muchas, además de tener varias colaboradoras habituales) y muchos otros que rebalsan la edad promedio del estudio, la oferta nos pareció interesante, sólo  que de ahí a comprar una base de datos lo presumimos un paso hacia lo impersonal, hacia la falta de conocimiento real de a quién nos dirigimos. Desde luego, actualmente no podemos conmensurar a quién estamos llegando con tanta exactitud, pero confiamos en que los que se suman lo hagan por otros visitantes que nos recomiendan vía mail, link, boca a boca, comentario, o lo que sea.
A propósito de este cúmulo de personas escogidas con tanto análisis y carente de alma, no pude dejar de asociarlo  con aquella novela excepcional de Nicolai Gogol “Almas muertas”[1].  
Con esto no pretendemos desmerecer ninguna base de datos, sólo pretendemos reafirmarnos en nuestro propio interés, que no es otro que hacer de Fatale un proyecto deseado, recomendado y multiplicado por el deseo de compartir


En cuanto al nuevo número que estamos por estrenar, se suma el trabajo de un fotógrafo que quisimos incluir desde el primer día. Y al que sólo me basta recordarlo, con su figura enigmática de barba larga y vestimenta negra para volver a estremecerme como esa noche de mayo en Madrid, cuando lo ví por primera vez, en lo que sería mi primera fiesta fetish y en la que él que me recibía como su organizador. Se trata del Antonio Graell, fotógrafo madrileño y referente esencial de las fiestas fetish de comienzo del nuevo milenio, además de un gran amigo.
Jimena Carballeda nos sigue deleitando, esta vez con un relato dulce y apasionado.
Recobramos "La futbolera", ilustración de Tomás Almodóvar de su serie pinup. “Marido aunque pegue”, otro virtuoso texto de Adrián Dubinsky. 
Lelan de Lely el Abuelo trae, como siempre, una reflexión inquietante, en este caso sobre el pudor. 
Y por supuesto, la mágica y transportante  música de los Suspensivos Inflamables.
Un nuevo numero inspirado, como siempre, con el alma, inclusive con el alma de muchos que hace rato ya no están físicamente entre nosotros, pero que de ninguna manera consideramos muertos. 


                                                          Andrés Casabona   




[1] En este clásico de la literatura rusa su protagonista, Chíchikov, tiene la macabra misión de adquirir "almas muertas" sólo para inflar su posición social en la Rusia Imperial de mediados del siglo XIX, cuando aún existía la mano de obra esclava y las propiedades se vendían junto a éste excedente de mano de obra sometida, es decir, los terratenientes tenían derecho a vender sus propiedades sumando a su coste dicha mano de obra. Por ende, cuanto mas “almas” poseía el dueño, mayor su oferta. Al ser “almas muertas” Chíchikov las compraba mas baratas, con la idea de posicionarse ante el gobierno central (que ignoraba si esa gente vivía o habían perecido) y así, dada la cantidad de siervos que llegaba a poseer, éste le diera el enorme préstamo que buscaba.


                                                                         

sábado, 31 de marzo de 2012

El "Factor Sorpresa" del mes: El arte de "Coquette Boudoir"

En la ultima editorial, titulada "Factor sorpresa" poníamos el significado del termino como metáfora al arrebato súbito que debe instalarse y romper cualquier cronograma preestablecido, más aún si llegaba de la espontaneidad que produce una creación artística.  Cuando Jimena Carballeda nos comentó su nueva sesión de fotos para "Coquette Boudoir" - y nos sugirió, con esa humildad que tienen los artistas cuando hacen algo maravilloso, que quizás podría gustarnos para Fatale-  sospechamos que estábamos una nuevo caso arrebato artístico, ante un ejemplo vivo de factor sorpresa. 

lo resta deleitarse  






 

lunes, 26 de marzo de 2012

Jimena Carballeda. Fotógrafa y mentora de "Coquette Boudoir"

Primera parte: 

"Me inicié en la fotografía desde bastante chica, tendría aproximadamente unos 19 años
Siempre me llamo la atención el poder detener el tiempo y plasmarlo en un papel. 
Y luego, con el correr de los años y el advenimiento de la fotografía digital, me di cuenta que no solo podía detenerlo sino también ¡Retocarlo!
En cuanto a estética, la época que abarca entre los años 20´s y 60´s me parecen fascinantes. Y unir la fotografía con esa estética me parece genial
Cuando coincidimos con Vero en el proyecto ¡más segura estuve!
Entonces pensé...si logramos ser amigas, socias y confidentes ¿cómo no vamos hacer las fotos mas lindas que existan?" 






martes, 20 de marzo de 2012

CFP o el triángulo de amor más bizarro. Por Charlotte Sometimes

Por fin estaban ahí los dos, los hermanos P, para mí.  C con esa mirada fija en la mía y F con la suya perdida, tanto como él.  Los huesos de la cadera de C golpearon contra los míos cuando me tomó de la cintura y me empujó hacia él; F puso sus dos manos en mis glúteos, acariciando de abajo hacia arriba y apretó las muñecas de C, pude sentirlo en mi espalda. C besaba intermitentemente mis labios mientras F recorría mi nuca con su lengua; C tomaba mi cara y F masajeaba mis tetas. Los dos estaban erectos. No pudo haber mucha previa, desde que lo habíamos planeado las fantasías de los tres se habían disparado tan violentamente que en ese instante, en el que me tenían entre sí, los dos me penetraron a la vez previo asentimiento entre ellos. Parados, como estábamos, me levantaron en andas y ahí estaba yo, entre los hermanos P, sostenida, volando de gozo. Las embestidas estaban musicalmente coordenadas. Sentía derretirme de placer, tenía el aliento de C en la cara, el de F en la espalda, con un brazo rodeaba a uno, con el otro, al otro. Primero F, luego yo y finalmente C llegamos al orgasmo. Sin respiro me arrojaron en el sillón y otra vez nueva sucesión: por donde había entrado C ahora era el espacio de F y así, comía muy suavemente mi coño inflamado; C lamía mi culo con tal esmero que lo deseaba dentro de mí. Yo no los toqué, me limité a besarlos profundamente. Me acomodé, me senté en la cara de F mientras C me penetraba por detrás. Ensordecí producto de mis propios gritos. Los orgasmos se sucedieron incontablemte. Agotados, exhaustos, de regocijo, dí por terminada la sesión. Latían todos mis órganos. Pero no había concluido. Alta -¡altísima!- fue mi sorpresa cuando F se levantó del sillón y se sentó sobre ese falo aún tieso, firme de C y comenzaron los hermanos lo suyo. Fue la única vez que interpreté haber cruzado límite alguno.

viernes, 16 de marzo de 2012

Erotismo gastronómico. Vomito divino. Por Leland de Lely “El Abuelo”

Y un día Dios se emborrachó…
No creo que con vino, ya que su fantasía humana, no llegaba- aunque divina- al tetabrix (ni siquiera al chateaux…o al borgoña, por situarlo en los viñedos del país donde Pedro construyó su Iglesia) pero se emborrachó miserablemente.
¡Y en su delirio decidió crear al mundo!
Imagínenlo. No como un viejecito de pelo y barba blanca, ni con el cuerpo de su bienamado hijo Jesús, ni como blanca paloma pervertida de ojos azules seduciendo y fecundando vírgenes menores de edad. Imagínenlo como Dios, a nuestra imagen y semejanza…borracho, solo, en la inmensidad de una estepa.
Esa enorme bola de energía que llamamos Dios empezó a desparramar naturaleza sobre el desierto, nubes, árboles, animales, ríos, montañas, nieve, sol, día, noche…
Vómitos y vómitos de estrellas, agujeros negros, planetas, …
Babas y mas babas de cometas, asteroides, escarabajos, mortadela (no, eso vino después) y en ese inmenso “big bang” de una resaca desbordante e incontenible, se le escapó el alma ( yo no se por dónde, pero me lo imagino) y del barro contaminado nació la primera bacteria, el primer soplo de vida del que después, triunfante, nacería el hombre ( y la mujer, por supuesto, por supuesto…)
La historia de las consecuencias de esa monumental borrachera la conocemos todos, pero lo que nunca recordamos, lo que jamás nos preguntamos es porqué Dios decidió emborracharse hasta tal punto…
Y es que Dios estaba muy solo.
Debió ser terrible la soledad de Dios…
Si nosotros, pobres cucarachas con menos energía que una pila no alcalina, sufrimos tan atrozmente la soledad que no nos alcanzan todos los alcaloides inventados para perder la conciencia cuando la sufrimos, imaginen al pobre Dios, sentado en su trono de Nada e Infinito, sin tener qué hacer…sin Tinelli en la tele ni el culito al aire de sus bailarinas, sin fútbol, sin amante, sin amigos…porque ¿qué amigos podía tener Dios si todavía no estábamos creados?...¿qué amigos puede tener Dios hoy en día que ya lo estamos?...
Y sí, ya que lo están pensando…tal vez Dios creó a todas las criaturas sexuadas sólo para motivarse y en esa mayúscula masturbación darse cuenta que, al fin y al cabo, para algo servía la creación.
No se si Dios estará arrepentido…
Posiblemente ya haya aprendido a dosificar la dosis (valga la redundancia) de sus borracheras crónicas
A nosotros, para el resto de nuestras vidas y mientras esperamos el apocalipsis 2012, la idea de un Dios borracho no nos horroriza, mas bien nos consuela, después de todo, en nuestra imperfección, tenemos una excusa.

(Reflexiones del Abuelo mientras comía en un chiringuito de Liniers de cuyo nombre prefiere olvidarse, y se emborrachaba con mal vino rodeado de “malvivientes”, ( y aténganse a la correcta etimología de la palabra) mientras miraba por televisión la tragedia de Once).

domingo, 11 de marzo de 2012

"Si pasó, no lo recuerdo". Por Jimena Carballeda

Soledad estaba sentada frente a su computadora como todos los días de su vida. Esa vida chata y aburrida que últimamente estaba teniendo exasperaba todo su ser. Necesitaba encontrar algo que realmente produzca un cambio en ella, más precisamente dentro de ella.
Sonó el teléfono al mismo tiempo que sonaba uno de sus temas preferidos.
Era una amiga de años, con la cuál no tenía una comunicación muy fluida, pero con la que siempre hubo buena onda. 
Carla: Hola Sole, te jodo porque necesito pedirte un favor.
Sole: Sí, nena… decime.
Carla: Necesito que le hagas una fotos a un tipo que trabaja conmigo en la redacción. No sé bien para qué son, pero son de corte erótico, o algo por el estilo. ¿Te paso su Messenger y te conectás con él? El tipo no tiene mucha guita, pero podés arreglar algo seguramente. Quiere que sea una mina canchera… Imaginate que le da un poco de vergüenza.
Sole: Dale genial, pasámelo y veo.
Carla: Anotá… Bueno, linda… ¡te mando un beso y gracias!

Habrán pasado un par de horas hasta que Soledad agregó al Messenger a este personaje.
La realidad es que Sole nunca había hecho desnudos. Pero tampoco era algo que la asustara. Amaba tanto la fotografía que cualquier cosa que implicará usar su máquina la hacía feliz.

Sole estableció contacto enseguida. Comenzó bastante divertida la cosa. El tipo le explicaba lo que necesitaba y ella le comentaba diferentes ideas.
El, Martín, necesitaba sacarse unas fotos para una artista plástica que se especializa en desnudos. 
Martín le ofreció pasarle unas fotos caseras como para que Sole entendiera la idea. Ella acepto. Esa fue su primera sorpresa.
Una foto suya tirado en el piso de espaldas. Un culo maravilloso. Duro, joven…muy apetecible. Y una de frente donde no se le veía la cara pero se observaba una pija erecta que invitaba a chuparla. Limpia, prolija, parada, grande.

Luego de una larga charla introductoria, Martín le explicó a Sole que no tenía guita para pagarle, pero que le podía conseguir un aviso en la revista donde trabajaba. Ella aceptó conforme. 
Pero al mismo tiempo él le ofreció cumplir cualquier fantasía que ella tuviera.
Así, descaradamente, comenzó una charla virtual bastante caliente.
Ella terminó aceptando. Finalmente alguien cumpliría su fantasía. Tarea bastante difícil ya que esta era algo bastante inusual.
Nunca había podido concretarla ya que pretendía que la persona que se la cumpla no tuviera mucha confianza con ella.
Con Martín finalmente se encontró muy cerca de llevarla a cabo.
Ella quería estar tirada en una cama, completamente desnuda y con sus ojos vendados. Deseaba que entraran personas al cuarto y que se la cogieran. No quería enterarse cuántos, no quería verles la cara, no quería saber nada de ellos, ni quería quedarse con ninguna información acerca de todo esto.
Podrían ser hombres y mujeres. A ella no le importaba. Solamente quería asegurarse de nunca conocer sus caras. 
Y Martín se lo aseguró. Le dijo que prepararía todo en su departamento. Y así fue.
Un martes ella llegó a su casa. Esa fue la primera vez que se vieron. Ella iba a que la cojan unos cuantos desconocidos y él era su anfitrión.
Soledad tomo unos cuantos tragos como para sentirse un poco más relajada. Martín le preguntó si él también se la podía coger, a lo que ella le contesto que la daba exactamente lo mismo, siempre y cuando no se enterara si así había sucedido.
Sole subió la escalera del duplex que la conducía al cuarto y se sacó la ropa. Se recostó en la cama y Martín la ayudó a taparse los ojos. Le puso un antifaz y sobre el, un pañuelo oscuro. Bien oscuro.

Habrán pasado unos cinco minutos cuando Sole escuchó que alguién había llegado. Solamente con ese detalle su entrepierna se mojo. No podía esperar el momento de tener a alguien metido dentro de ella. 
El primero era un hombre. Se acercó a ella y sin decir una palabra comenzó a besarla, a tocarla… y en menos de dos minutos sintió su miembro erecto dentro de sus entrañas. Y acabó una, dos y tres veces. Se sentía estallar de placer. 
El primero ya se había ido cuando sintió venir a alguien más. Hombre también. Con el segundo pudo tener un dato que hasta en cierto punto le provocó curiosidad, curiosidad de verle la cara. No tenía pelo. Se afeitaba la cabeza. Un simple dato la llevó a imaginarse su cara. Igual sabía que esa cara que imaginaba era sólo una fantasía. Este segundo hombre también se la cogió. Despacio… mucho más despacio que el anterior. Con él tuvo sexo oral. Y lo disfrutó. Saboreó cada gota de su cuerpo. Pero inmediatamente se fue y llegaron dos más. Los dos juntos. Dos hombres. Uno la besaba y el otro la acariciaba. Muy lentamente. Ella se doblegaba por placer. Jamás pensó experimentar tanto deseo. Tanto placer. Tuvo a uno detrás  y al otro adelante. Saboreó los dos cuerpos al mismo tiempo. Se entregó totalmente. A cada uno de ellos. Con cada uno de ellos. Finalmente uno de los últimos dos se fue. La despidió con un suave beso sobre sus labios y se fue. El otro se quedó. Quería más de ella. Y ella quería dárselo. Se enredaron sobre ellos mismos y cogieron un rato más. Soledad pudo sentir que había mas gente en la habitación. Se oían, se sentían. Sole sabía que había una chica. Escuchó su voz. Eso la excitó mucho más. Nunca había estado con una chica. Lo deseó. 
Pero estaba seguro que la mujer no había participado. Sabía que solamente había estado mirando.
Cuando alcanzó su último orgasmo Sole le pidió al tipo que se fuera, le explicó que se quería vestir y tomar algo… estaba muy casada. Pero no quería levantarse hasta que todos se hubieran ido. Y así fue. 
Al rato, Sole estaba abajo, tomando un trago y conversando con Martin sobre lo íncreíble que lo había pasado. Le agradeció por todo y lo despidió con un beso en la mejilla. 
Llegó a su casa, prendió la computadora y lo primero que hizo fue bloquear a Martín. Luego tomó su celular y también lo borró de ahí. Y nunca más tuvo contacto. Nunca más supo de él. Se fue a su cama, se quitó la ropa y luego de recordar cada momento de lo vivido, cerró sus ojos y se durmió.