lunes, 21 de febrero de 2011

Escultura Netsuke. Por Olga Diego


Los Netsuke son esculturas en miniatura que aparecen en Japón en el período Edo o período Tokugawa (1603-1867).
En sus orígenes estas piezas tenían un uso puramente práctico y funcional ya que eran usadas a modo de pasador o botón que sujetaba las bolsas donde se llevaban los objetos que se necesitaban a diario. Al ser las ropas tradicionales los kosodes y kimonos y carecer estos de bolsillos, buscaron la forma de que las bolsas donde portaban sus objetos quedaran colgadas del Obi o cinturón mediante la sujeción con netsukes.
Los materiales que en principio usaron para elaborar los netsukes eran pequeños trozos de madera o bambú que con el transcurso del tiempo evolucionan y se van perfeccionando adquiriendo formas más complejas. Los motivos representados fueron personajes míticos chinos, figuras legendarias de la historia de Japón, animales, plantas, frutas, máscaras, deidades, diferentes tipos de monstruos y ¡cómo no! representaciones explicitas sexuales.
En la historia de los Netsukes se diferencian tres períodos:
El primer período de una clara influencia china donde se representan la historia y leyendas de este país. Las tallas no se firmaban y es al final de este período a principios del siglo 19 cuando escultores relevantes de la zona de Kyoto comienzan a firmar sus obras. Masanao, Tomatada y Okatomo son artistas reconocidos de este período.
En el período medio que abarca prácticamente todo el siglo 19, los talladores de los Netsukes perfeccionan su arte en talleres donde maestros talladores imparten formación. Los diseños comienzan a ser más sofisticados y su ejecución más cuidada. Los materiales se amplían y comienza a usarse fundamentalmente el marfil de elefante, morsa, cachalote e hipopótamo; también se incorpora el cuerno de búfalo y ciervo y el coral.
En este período los Netsukes empiezan a ser considerados piezas valiosas y personas influyentes del Japón empiezan a coleccionarlos. Algunos escultores de este período fueron Mitsuhiro, Masakazu, Kokusai y Kaigyokusai.
En el tercer período o período tardío, finales del siglo 19 principios del 20, Japón se abre a occidente después de siglos de aislamiento. Los comerciantes en Europa ponen sus intereses en las diferentes artes de Japón y artistas europeos comienzan a admirarlas. Los grabados y xilografías serán una gran influencia para el movimiento pictórico impresionista.
Con la influencia de occidente en Japón y el comienzo de la era Meiji, se comenzó a cambiar la forma tradicional de vestir. Los kosodes y kimonos se fueron dejaron de usar sustituyéndolos por ropas occidentales poco a poco; esto hizo que los Netsukes perdieran su utilidad de origen y se convirtieran estrictamente en una forma de arte.
Dos escultores destacados de este período fueron Tokoku y Sosui.

¡Bienvenidos al Japón del período Edo!

Olga Diego






















miércoles, 16 de febrero de 2011

El Circo

Mis relaciones con los circos siempre fueron distantes y efímeras, nunca creí en los trucos de los magos y los payasos me daban tristeza. Mis viejos intentaron acercarme a él no se porqué extraño mandato de la diversión infantil, luego desistieron. 
Extrañamente mi hija, sin haber recibido estímulo alguno, ama los circos, se deleita y queda con la boca abierta cada vez que ingresa a una carpa; a veces me imagino que esa sería la expresión de un bebé si pudiera retornar al útero que lo contenía. 
Por eso recién volví al circo de grande, ya con mis manías y obsesiones totalmente desarrolladas. Cuando me preguntan que es un adulto respondo eso: Un niño que alcanzó a desarrollar todas sus fobias y obsesiones.
La alegría de mi hija cuando plantaron la carpa en el descampado de la vuelta de mi casa fue increíble, y no paró de rogarme que la llevara durante los tres segundos que tardé en decirle que si. El descampado era un ex arsenal de guerra con aspiraciones de parque, que nunca participo en una guerra y nunca llegó a ser parque, un espacio frustrado y representativo del ser nacional.
La función a la que fuimos no podría haber salido mejor, toda la adrenalina que uno siente y el temor ante la posibilidad de que algún truco o cabriola no salga bien, fueron en vano. El show fue aceitado.
Cuando nos íbamos, todos los participantes del espectáculo esperaban a la entrada de la carpa y saludaban a los chicos y también a los adultos. Cuando nos saludó la contorsionista pude leer una mistura de tristeza y soledad en su cara, aderezada con el profesionalismo que la hacía sonreir continuamente. 
Esa misma noche, alrededor de las doce o doce y media fui a dar una vuelta por el descampado, prefiero llamarlo así, porque si lo nombro parque viene a la mente gente paseando, y por ese lugar no andan más que linyeras y borrachos de noche. Por eso también me generaban curiosidad los trailers y los circenses.
Me acerqué a un fuego donde estaba parte del elenco charlando en portugués, los saludé y me respondieron, no sé que más esperaba, aparte de la respuesta, pero seguí caminando. A unos metros estaba sobre una piedra, sentada normalmente, la contorsionista, que a partir de esta etapa del relato no tendrá más que ese nombre: Contorsionista. 
Tenía una camisola lila, con una tonalidad semejante a la de las hojas que presagian al corazón de alcaucil, y ese, aunque más hermoso, era el formato de su cráneo, con pómulos orientales y boca latina, de cuerpo casi esmirriado, que veía con los ojos y con los pezones, que apenas asomaban de una camisola color lila con una tonalidad semejante a la de las hojas que presagian al corazón de alcaucil.
Sin mediar palabra me senté en la misma piedra, lisa como sus expresiones, una piedra esponjosa. Cambiamos dos o tres palabras y fui devorado por su boca, me chupaba todo el borde posterior del labio, mientras su lengua recorría todo el perímetro de mi boca, me llenaba de saliva y sentía como se iba enroscando alrededor mío, sentía levemente su peso y como me iba desabrochando el pantalón.
No se en que momento, digo no sé porque estaba tán hipnotizado con su sabor, que mi lengua se convirtió en espeleóloga de oquedades, pude recorrer cada milímetro cuadrado de sus encías. Verificar cada vericueto de sus dientes y hendiduras, podía reproducir su radiografía dental pero en cinco dimensiones: Su ancho, con quijadas como las de Sofía Loren; Su largo, tan pronunciado como la pista descendente y plateada de las alfombra mágica; Su alto, una catedral; Su espacio, contenedor de aliento de almizcle y habas , y ríos de dulce pátina; Y su tiempo, ese beso atemporal en que se detiene la vida y queda zumbando un sístole impreciso. 
Por eso digo no sé, no sé en que momento metió su mano en mi pantalón y me apretó la base del pene, haciendo que sienta calor en cada riacho del delta de mi pija. Comenzó a levantar las piernas, como si fueran izadas por un dispositivo mudo e hidráulico, se tomó con una mano de mi cuello y con la otra mano, me llevaba hacía ella empujándome del culo, con un dedo jugueteando en la mirilla, hasta meterse en la concha mi pija. 
Estaba empapada, sentía el calor en cada poro de mi pene. Se movió durante unos segundos encima mío hasta que comenzó a rotar, mientras me cogía, con las dos piernas entrelazadas a su cuello; con ellas apretaba su boca contra la mía, y me pasaba los pequeños pezones hirviendo por el pecho. Se mantenía en equilibrio y giraba sobre mi pija como si ésta fuera un eje sobre el que baila un calesita. 
Cuando acabé, escuché sus propios estallidos y sus jugos que se derramaban contra mi vello púbico. Nunca había estado con una mujer que se mojara tanto, o mejor dicho fornicado, ya que si estuve con mujeres así o no, solo ellas y los suyos lo sabrán. Pero fornicado con un manantial tal: jamás en mi vida. Nos despedimos con la contorsionista con un beso, una caricia y muy pocas palabras. Me volví a mi casa lentamente, con las manos en los bolsillos, silbando bajito, y con los pendejos empapados.

Ruso  

viernes, 11 de febrero de 2011

Editorial

Este blog cumple hoy un mes de vida y para sorpresa de todos los que hemos ido dando forma a Fatale, ha contado con más de seis mil visitas.

Para comenzar a pergeñar este editorial, quiero contaros que aún me sigue persiguiendo el fantasma del papel impreso. Por un lado porque he de reconocer que añoro esa fragancia a tinta recién impresa sobre papel cuché, similar al aroma dulce que te visita desde una panadería cuando, en el amanecer, el insomnio veta algunos sentidos. Y por otro lado me siento feliz, porque dicho insomnio no viene provocado por la espada de Damocles que llena de inquietud a todo el que se aventura en un proyecto editorial: ¿Cómo voy hacer para imprimir el próximo número sin endeudarme aún más?

Liberado de dichas preocupaciones, disfruto del intercambio de ideas y trabajos que proporcionan todos los que hacemos este blog. No hay nada más reconfortante para quienes intentamos construir un espacio creativo que verlo poblarse de formas tan variadas bajo una consigna común, en este inicio, el erotismo. Es una sensación parecida a la de ir de viaje hacia un destino y dejarse llevar por las experiencia que nos propone el viaje, pasar de soslayo por el emblemático monumento, visto en imágenes hasta la saciedad y regalarnos el tiempo en la taberna menos visitadas por los turistas, pero por donde corren las anécdotas mas canallas que erigieron el verdadero carácter del lugar que visitamos.


El erotismo es chispa, nos relaja, nos hace divertir, nos emociona, nos informa, despunta nuestro perfil más atrevido, e igual que esos monumentos de varios siglos atrás, no es sólo lo que caracteriza el lugar que visitamos. El erotismo no es sólo pura sensualidad sexual, y ya puesto a metaforizar, lo que intento decir es que, prefiero también meterme en la taberna más canalla del aposento erótico. Porque el erotismo no es sólo la exposición de unos pechos de suma belleza o de un redondeado trasero perfectamente torneado, el erotismo es placer y a su vez divertimento, y ese mismo placer lo podemos encontrar en una sonrisa, en un cuento, en una protesta, en un chiste ingenioso y cómo no, en un bello cuerpo dibujado o fotografiado con maestría y estilo.


Pronto, Fatale Magazine pasará a ser una página web, pero mi deseo es que este blog siga funcionando al mismo tiempo. El formato de una revista en papel me atrae, me subyuga y la web intentará ser fiel a ese formato, aunque hoy sea sobre el soporte luminoso de la pantalla de un ordenador y no sobre suaves hojas de papel que con deleite vamos pasando con nuestros dedos mientras el resto de nuestros sentidos disfruta con todo aquello que nos atrae, que nos hace sentir ese erotismo atrevido, ingenioso y a veces reflexivo.


Cada mes intentaremos que un número de Fatale Magazine en PDF esté disponible para que lo puedas disfrutar como si del formato de antaño se tratara, y para que también puedas compartirlo con los amigos y conocidos. Y quiero que este editorial sea una especie de declaración de la línea que intentará marcarse Fatale, donde todo aquello que nos proporciona placer y divertimento intelectual y físico tenga cabida y donde todos podáis tener vuestro lugar de encuentro, a la vez que un espacio donde poder también colaborar con este proyecto, si como yo, queréis compartir con los demás esa idea que surge de vuestra mente con letras atrevidas y con esa chispa que nos erotice, que nos haga disfrutar, sonreír o incluso a veces, reflexionar. Fatale Magazine está abierta a todos, es de todos, es para todos.


Estoy muy agradecido a este formato que la herramienta cibernética pone a nuestro alcance, pero como he comentado antes, no quiero dejar de lado mi amor (y acaso mi formación) al clásico medio grafico, a ese amor ahora convertido en resaca de biblioteca que nos resistimos a tirar por más que un PDF minimice el espacio. Por eso, cuanto más avancemos, más reminiscencias a una revista respirara Fatale. Esta segunda editorial, al cabo de un mes, incluso con la que fue su portada en papel, bien quiere retratar la idea, eso sí, aunque tengamos que imaginar el aroma a tinta recién impresa sobre papel cuché y Fatele Magazine ya no se llene de polvo en los estantes de una biblioteca.


Andrés Casabona


martes, 8 de febrero de 2011

Sexy



Diseño: Aixa

Erotismo gastronómico

Aúllan las lobas y las mujeres menstrúan, todas, absolutamente todas menstrúan cuando en el cielo negro la redonda figura pasea oronda su contundente plenitud.
Son las 11 de la noche y apetece comer ancas de rana de primer plato, a la vinagreta, con vino blanco suave y queso caliente... camino por el Borne y encuentro el lugar indicado.
Es un rincón acogedor, vieja cantina decorada con materiales modernos que parecen viejos. Mucha madera, chapa de cinc, ladrillo a la vista. No hay mucha gente y la música ¡gracias al cielo! suena suave. 
Me atienden con solicitud. La camarera tiene un aire a Adriana Gil con un gesto de inocencia un poco mas pronunciado. Hubiera preferido una mujer mas madura, tal vez con ese rostro en que las arrugas son el exponente de una experiencia difícil, pero que conserva el frescor de haber sido apasionada y triunfalmente vivida.
Después de las ancas, un plato adecuado a la luna llena: perdiz roja estofada, una pizca de picante y regada con un buen tinto de rioja ( viña Tondonia 3er año). De postre...un “bourbon” y una caminata que empieza en el Arco del triunfo y termina en el puerto.
He decidido que esta noche el placer debe ser acorde a la cena... solitario y desbordante. Frente al mar, lejos del bullicio del Maremagnun, en las escaleras de amarre de las “golondrinas” y cara a cara con la reina de los poetas, me masturbo.
Siento la calidez de la luz de la luna en mis testículos ( que es como sentirla en el alma pero mas fuerte) y mi mano se transforma en una mano ajena, pálida y sólida, femenina, experta y dominante, que sabe conducirme al éxtasis con la sabiduría de una cortesana. 
El orgasmo llega de súbito y escupo al mar, como premio a mi osadía y me corono “Gran pirata del Mediterráneo”, imitando a los valientes marineros que después de cruzar el Cabo de Hornos por primera vez, se condecoran con el primer pendiente en sus rudas orejas y juramentan solemnemente no dejar subir mujeres a sus barcos.
Tiemblo de los pies a la cabeza.
Me mantengo en posición altiva, con las piernas abiertas, de pie, desafiando a esa musa incontrolable que perturba los sentidos y escucho a mi corazón latir apresuradamente.
La madrugada es la hora de los borrachos, los suicidas y los locos... como soy las tres cosas, regreso al centro de la ciudad y en la calle Santa Mónica busco a “La Paqui”, me la llevo de tascas y en un portal la magreo mientras me bajo los pantalones y se la meto por el culo como a ella le gusta, haciendo caso omiso de ese ridículo apéndice que aun no ha sido capaz de amputarse y que se pone duro contra su voluntad.
- “Todos los hombres me pagan para que se la meta”- me confiesa- “solo tu eres un macho de verdad”.
La insulto, le pego, le hago daño, la desgarro...estoy desbordado de alcohol y no puedo parar. No se lo que hago.
Con suma paciencia ella saca de mi bolsillo el dinero y se lo guarda en las tetas...- “Me gustas mamón, me gustas mucho, pero te estas haciendo viejo”.
Con la bragueta abierta y tambaleante intento parar un taxi. El capullo me muestra el dedo medio enhiesto y paso de malos rollos.
Duermo en una pensión donde me conocen y antes de caer desmayado en la cama, observo que desde la ventana, la luna llena se ríe y me guiña un ojo, estaré tan borracho que escudo una voz dulce al oído que me dice... “que descanses Abuelo, que descanses”...¡Es el reposo del guerrero!

Lelan de Leli  

lunes, 7 de febrero de 2011

Manuel Salvador

"El morbo y las fantasías de ver una imagen seductora entre lúgubres luces y sombras incitan a abrir pequeñas puertas de la cabeza, que están muy escondidas en cada persona y cuando esas puertas se abren, ayudan a redescubrirse uno mismo"

Manuel Salvador nació en Sevilla en 1977. Comenzó a dedicarse plenamente a la imagen en 2007, desde que terminó sus estudios de fotografía, colaborando para revistas como Bedeseme. Durante un tiempo ha estado haciendo carteles y flayers de discotecas góticas de Madrid como el 666 Gothic Club, para publicidad de fiestas temáticas organizadas por Sevilla Gothic en la sala Q y para la desaparecida tienda de ropa gótica Nebelzeit. Tuvo su primer contacto con la moda en la agencia Doble RR, donde realizó algunos trabajos. Actualmente esta inmerso en varios trabajos personales tanto fotográficos como de vídeo y preparando web oficial.

manuelsalvadorfotos@gmail.com







martes, 1 de febrero de 2011

Nociones Intimas ( Crónica real de un bis a bis en una cárcel Argentina)

El punto de vista del encarcelado

Les pido por un momento que se pongan en mi lugar, que no les va a ser difícil, y se imaginen el colmo del antierotismo.

Estos pueden ser variados y con una infinidad de matices. Pero ahora imagínense que quedan de lado las mujeres que no nos gustan, las situaciones indeseables, y solo queda la imposibilidad burocrática de fornicar. La necesidad de una aprobación indeseada para poder dejar de besar con fruición a la mujer que nos gusta para pasar a cojerla con devoción: eso es lo que ocurre cuando estás privado de la libertad.

Necesitas que te autoricen a poder introducir un pene en una vagina y moverlo con la velocidad con que un colibrí bate las alas, si te lo permite el estado físico. Pero uno siempre se agita con la velocidad máxima que nos permite nuestro estado físico, y no siempre está autorizado por la autoridad social o penitenciaria en este caso.

Este tormento que acabo de narrar se manifiesta cuando uno está preso y tiene que aguardar el turno para que le concedan las visitas higiénicas; que de profilácticas solo tienen el apelativo, ya que se efectúan en lugares que de limpios solo mantienen el nombre y el mantenimiento que le dan los propios internos; y solo se dan después de una serie infinita de trámites esponjosos y retóricos. ¡Qué más que dos que se desean amar para otorgar un permiso de cama!

Encontrar en esta situación, sobre todo la primera vez, el paliativo para la angustia y la desazón que permita una erección digna y una lubricación complaciente, es tarea de humanos. Esto quiere decir de una especie culposa y psicológica sumamente adaptable y versátil; es decir, repito, el humano.

¿Cómo me pude calentar la primera vez que ingresé a ese cubículo, receptáculo, habitáculo; todas palabras que finalizan en culo pero que carecen de su significante erótico? No lo puedo explicar con claridad. Pero besar en el infierno el culo de Dios es sumamente agradable.

A partir de ahí solo les pido que se pongan en mi lugar. Si lo logran en dos minutos van a estar con la pija parada, o la concha mojada (por favor, entiendan el argentinismo). Para que se sitúen les voy a contar el paso a paso de la contienda. A uno le fijan una fecha y hora inamovible.

Tantos los componentes afectivos en esa situación que se tornan melosos para un ciudadano común y acaso escaseen lo detalles pornográficos. Pero, claro, a un ciudadano común no le fijan fecha y hora para un encuentro amoroso. Por lo tanto uno debe estar caliente ese día y esa hora. So amenaza de pasar quince días para el próximo encuentro. Recuerdo mi primer visita íntima un día domingo.

La primer hora fue de abrazos e intimidad por el tiempo arrebatado. Caricias, abrazos, besos en la mejilla a medio vestir y tratar de convencer a mi mujer que el gordo marcial que nos había encerrado no nos espiaba por la mirilla del receptáculo, cubículo, habitáculo, y estos van a ser todos los apelativos que use para describir ese lugar, ya que no encuentro otro menos frío, quizás gabinete, pero tiene tantas connotaciones saunescas que prefiero descartarlo. Después de esa primea hora mandó el cuerpo, y pude, con palabras y no con besos, erotizar las luces fluorescentes del ----culo.

Trazar con la imaginación un velo de color lila en todo el lugar e imaginar que nuevamente nos amábamos como en casa. Después de todo las tetas siguen siendo tetas, y un flujo suculento le puede hacer parar la pija aún a un preso, es una comparación valida en este caso.

Recuerdo claramente el momento de meterme nuevamente dentro de mi mujer, y una vez más tener la incerteza de si el placer de ella al sentirse penetrada es comparable al placer masculino de penetrar, aunque ambos sexos afirmen que es así, como afirman que un dolor de huevos es igual a uno de ovarios y que el peso de los testículos es similar al de las tetas. Se lleva pero no se siente...

Dudo de que sea igual, pero es tan misteriosa la comparación que quizá ahí radique su magnificencia y misterio. De una forma o de otra alcancé un placer supremo tal, que una vez que acabé me tiré a su lado y exclamé: “¡Esto es vida!”.

Ella me miró sonriendo como tratando de entender que esa relación anormal bajo esas condiciones anormales fueran motivo de una exclamación y afirmación de certezas ontológicas. Pero si en la mierda te encontrás una margarita, para mí eso es vida. Y por su sonrisa y predisposición confío en que ella lo entendió de esa manera. Digo esto porque se metió mi pija en la boca y busco coronar por segunda vez.


El Ruso

Nociones Intimas ( Crónica real de un bis a bis en una cárcel Argentina)

Punto de vista de la pareja del encarcelado

No pueden ser más pajeros. Son un asco. Si este piensa que me voy a calentar está loco. Solo tengo ganas de llorar y de abrazarme a la almohada, en un cuarto oscuro y sola.

Mientras pienso todo esto, me están deseando unos diez carceleros que saben que yo vengo a coger, hay uno que me hace bajar la vista; mientras revisa las sábanas que traigo me mira las tetas, me da asco, es gordo y tiene choricitos de transpiración mezclada con mugre alrededor del cuello. Se le debe estar parando.

Miro hacia atrás y hacia delante, y veo una larga fila de mujeres que vienen a lo mismo que yo. En un primer momento pienso que deben ser todas mujeres con el coño y los ojos tan secos como los míos, hasta que descubro en el rostro de más de una, esa expresión de ansiedad satisfecha, que da por sentado que en minutos más va a tener una polla, grande o chica, eso no importa, entre las piernas. Hay un espíritu de aceptación carente de hipocresía en toda la hilera: Somos unas veinte mujeres que venimos todas a fornicar.

Me conducen por un pasillo que quiere dar la impresión de que es un lugar agradable, está pintado con un color crema, lo que estaría bien si no fuera porque fue pintado hace unos cuantos años y porque las paredes están llenas de mocos y tinta, mocos quizás de llanto, la tinta de las huellas digitales que nos toman al ingresar.

Ahí lo traen, está flaco, hace tres meses que no veo su cuerpo, ¿me seguirá gustando? ¿Será su pija como me acordaba? Más ancha en el centro, con su gusto a piel guardada y las gotitas de semen que afloran urgentes cuando se la chupo. Ahora me abraza y a mi se me escapa una lágrima junto al beso, cuando lo abrazo siento su olor: Está recién bañado y está comiendo un caramelo de menta. Nos hacen pasar a una habitación con una cama en el centro y una ducha y un inodoro tras un parecita. Toda una suite. Me abraza y me desmorono, estallo en lágrimas insecables. No voy a poder acostarme con él en ese colchón, es peor que el de los hoteles de paso. Las paredes están tatuadas con los cientos de nombres que han derramado sus humores en ese mismo colchón finito en el que pienso que nunca voy a poder acostarme, y el aire que respira él es el que me falta a mí. Después de unos minutos aquí, solo se respira un oxígeno de tumba. Durante unos segundos imagino que va a ser como estar cogiendo en las bóvedas de un cementerio antiguo y abandonado.

Me envuelve y me mima. Tendemos la cama y nos acostamos a llorar abrazados. Ahora que lo miro, como está mucho más flaco pareciera que tiene el pene más grande, se lo digo, se ríe y me contesta tomándoselo desde la base, haciendo que fluya sangre a la cabeza que se va hinchando y brilla.

Me mete la lengua en la boca, siento el gusto de su saliva, su viscosidad familiar y me relajo un poco, aunque no creo que me vaya a calentar. En este lugar de mierda va a ser casi imposible tener una relación normal. Me mira a los ojos y me meto en ellos, lo beso, ahora yo le meto la lengua y me apiado de él, aunque sea le voy a hacer una paja; Le agarro la pija y siento como late a medida que lo pajeo, siento sus dedos alrededor de los pezones, cada vez me masajea con más fuerza los pechos, siento que se va, abandona mi boca para chuparme las tetas.

Cuando me mordisquea mi pezón más sensible siento una sensación casi olvidada con él, solo cuando me masturbo siento esto, me vibra el pubis y sé que se va acercando a mi clítoris, no lo puedo creer, me había olvidado lo hermoso que es sentir el ida y vuelta de su lengua a lo largo de mi comando supremo, tan olvidado por lo hombres y tan glorificado por nosotras; Es como si mi clítoris midiera un metro, y él deslizara la lengua a paso de caracol, me estoy empapando y ahora se la quiero chupar yo, lo traigo hasta que tengo su pija frente a mi boca, lo encierro y saboreo casi al fondo de mi lengua una gota riquísima.

Ya no pienso en nada más que en coger, los dos ya estamos gimiendo y no veo la hora de que se me suba encima y me coja fuerte. Parece que me oye los pensamientos, porque separa su boca de mi concha y yo despego la mía de su verga, y ahora si, me la mete y me arranca un gemido y lo miro a los ojos nuevamente y ya no me meto en ellos como recién, ahora se están mirando dos animales calientes que no tienen tiempo de meterse en los ojos del otro, ya que para lo único que quieren usar los ojos es para mirar como el otro esta siendo fornicado por uno, como el otro goza, y eso hace mi gozo.

Y nos seguimos mirando y cada vez se mueve más rápido y más fuerte, y me empiezan a temblar los labios vaginales, siento como si una piedra cayera al agua y los circulitos que va formando ahora se estuvieran desplazando dentro mío, y ahora... y ahora perdónenme, los dejo. Voy a acabar.

Simona Tucena

domingo, 30 de enero de 2011

Trilogía playera: Al mar



A la playa llega siempre primero el hombre cargado, y de diez a veinte metros atrás, su mujer con el cuello erguido y monitoreando. Puede llevar la pelota de fútbol, mientras no haya otro elemento de menor peso especifico y forma tan perfecta. Novia, amante o madre cuentan igual. Con o sin chicos hoy los roles se mantienen, y hasta le suman una sombrilla y la responsabilidad de funcionamiento seguro de la misma, al hombre que para ese momento ya decidió dónde será el descanso. De todas maneras, busca la mirada monitor esperando aprobación. Puede tener el visto bueno o no, modificar las coordinadas o no; su día no va a depender de eso.

Estar solo en la playa debería ser un pase libre para coger. Hacer el amor sin más memoria que la corporal. Satisfacer y satisfacerse, con alguno de esos cuerpos desnudos. El traje de baño, más precisamente la bikini y sus derivados, son lo mismo que la desnudes. Elegir o ser elegido, ya es parte de una medición astral. Lo que si, nadie, pero nadie debería quedarse o dejar con las ganas, en la playa. Bueno, y en las playas nudistas que se precien de tal, debería haber reglamentación clara acerca de este tema. Al final de cuentas, parece que el Sol es quien se las garcha a todas (o todos). Y las atiende por horas y les da duro. Y se ponen cremas para soportar o potenciar esta relación.

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 7 de Diciembre 2006.

Ilustración:LU+6 

Trilogía playera: El pajar



A la paja se llega por varios lados. No contamos las excusas, por supuesto. Esta la paja estabilizadora, la "para bajar", la del olvido, la recreativa, y la "me quiero mucho yo". Son todas muy distintas aunque algunas compartan visiones y enfoques. Y mayormente todas terminan igual. Pero sin duda, la última de estas, también conocida como "la autogestión", persigue un objetivo sublime y más aún comparándola con las demás. La paja que estabiliza los niveles, es una necesidad, tiene precisión quirúrgica. Si tenés que "bajar a pajas", estamos hablando de un recurso efectivo pero recurso. La del olvido es recomendable para sacarse de la cabeza, o evitar, histerias ajenas; sin embargo, no se encuentran investigaciones serias sobre los efectos colaterales a un mediano y largo plazo. La recreativa, paja pasajera, no deja una sensación sostenible de logro, más bien posterga la necesidad de salir a ponerla. La autogestión es La Paja, madre de todas las pajas. Aunque más común entre las mujeres, esta paja, y como todo lo bueno, tiene una contraindicación: “Llegar a lugares donde nadie más podrá”. Sin duda esto funciona tanto como desafío, como aprendizaje. Tal vez los puristas del género onanista, la consideren como la única paja de todas las pajas. Allá ellos, sé que es irremplazable por el accionar del otro/mismo sexo, pero no se, hoy me duele la cabeza.

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 7 de Diciembre2006.

Ilustración:LU+6

Trilogía playera: La caza



Buscar un objetivo sexual en poco tiempo es una tarea especial. Para aumentar las posibilidades de éxito, se recomienda pegarse al cliché (éxito y cliché son 2 palabras que por algo suenan parecido). Lástima que en 3 días no adelgazas lo que dice el cliché. Uno menos. Tener una valija con vestuarios varios como para insertarse exitosamente en algún rubro playero, es un tema de planeamiento sofisticado. Cliché de “pertenecer”: out. El escritor/filósofo solitario requiere una repetición de escenario, para ser efectivo. Eso aburre. Lo mismo pasa con el ejecutivo con celular que camina en círculo de un radio visible. Aburre e implican muchas horas haciendo de antena de frecuencias con consecuencias inciertas. Músico puede ser. Depende el target ligas un baño o no; siempre y cuando aceptes comprimir la música a un grito de celo constante. Quienes no tocan instrumentos pueden bajar la ventanilla y subir el volumen del set de temas para niñas. Perder el oído por tener un auto, no es una buena ecuación, menos por tan poco tiempo de goce. Ahora, si lo que piensan es pagar, tal vez la suma no sea tanta en relación a la necesidad. ¡Feliz día de la Virgen!

GSTV - Las Gaviotas, Villa Gesell, Buenos Aires-ARGENTINA /// 8 de Diciembre 2006.
Ilustración: LU+6

miércoles, 19 de enero de 2011

Erotismo gastrónomico

Dos orgasmos diarios, a veces tres.
Es mi cuota de adicto al erotismo cotidiano: sensualidad, perversidad, imaginación, pasión, asombro.
El primero... a la hora en que, generalmente, los bienpensantes duermen la siesta (tres de la tarde).
El segundo por la noche, y, el tercero (que aunque esporádico es bastante asiduo) de madrugada, al despuntar el alba, siempre solitario.
Despertar es una ardua tarea para quien se masturba a la hora del desayuno de los campesinos... Pero retener el semen con ciertos ejercicios de respiración y eyacular después, casi al mismo tiempo en que se dispara el pitido de la cafetera, es un rito sólo para indicados:

    “Café amargo
     Jamón con piña
     Tostadas con miel
     Y un toquecito de whisky para controlar la reseca”

Es todo lo que necesita un hombre como yo: cincuentón, fornido, dentadura sana y esperma urgente (como dice cierta canción sudamericana)
A las 15 horas en punto, aterrizo en mi restaurante preferido. Antes (media hora antes) me comí una docena de ostras en La Boquería, con una copa de cava (Recadero brut nature).
El maître me conoce, y cierta complicidad natural nos permite relacionarnos con la sensualidad de los acólitos en las iglesias. Me saluda, me sonríe, me separa la silla, me entrega la carta... y envía a Luisa, la camarera más atractiva, a servirme una copa de vino blanco chileno: fresco, seco, delicioso (bodega Barón de Rothchild). Esos inmensos ojos verdes y los senos exuberantes me turban lo suficiente como para que el vino cumpla con creces su función: así comienza el rito.
El primer plato es un marisco suave y carnoso (bocas), y mientras lo chupo y lo saboreo imagino los labios de Luisa en mis labios, su lengua cosquillándome en el paladar, como las burbujas de un buen champán.
Mi temperatura corporal sube, mi entrepierna se alborota...
El segundo plato es toda una declaración de principios (sexuales, por supuesto). Rojo, redondo, abundante, crudo... el solomillo palpita sobre una base de pan tostado, y, al abrirlo, como una vulva de mujer generosa, se desparrama en jugo, invitando al amante a poseerlo con voracidad, casi con violencia.
Mis calzoncillos están mojados, y el orgasmo fue tan intenso que me obligo a inclinarme hacia delante. A cruzar las piernas. A sostener el vino de uva Malbec (intenso, con sabor a madera y sándalo) con ambas manos, como asiéndome a una tabla de salvación.
El maître  sonrió. Luisa vino a mi ayuda. Al retirarme el plato me rozó, y una cita tácita quedó confirmada. Al final del pasillo, en el retrete de los empleados, su boca incansable me sorbió lo que me quedaba de vida. Fue una muerte súbita y feliz.
Por la noche suelo ser el sacerdote supremo. Y organizo la liturgia en mi propio templo.
Invité a mi sacerdotisa del mediodía a compartir mi segundo chute erótico y apareció puntual. Más desvestida que vestida, con un escote que incitaba a la guerra sin previo aviso.
Quiso ser la cocinera y yo la dejé. Mientras preparaba una suculenta lasaña con su aire de matrona italiana de revista porno. Puede satisfacer una de mis fantasías preferidas: sodomizarla de pie, mientras mis dedos jugueteaban con sus tetas prominentes y sus dedos, en cambio, no alteraban el ritmo de elaboración de la pasta: una capa de masa, una salsa boloñesa, una de bechamel... “¡Dios mío!”, exclamé de pronto. “¡Déjame prolongar este momento...!” Pero, por desgracia, el reloj de la cocina marcó el tiempo exacto...1 minuto, 15 segundos... y se hizo la oscuridad.


Lelan de Lely