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lunes, 21 de febrero de 2011

Escultura Netsuke. Por Olga Diego


Los Netsuke son esculturas en miniatura que aparecen en Japón en el período Edo o período Tokugawa (1603-1867).
En sus orígenes estas piezas tenían un uso puramente práctico y funcional ya que eran usadas a modo de pasador o botón que sujetaba las bolsas donde se llevaban los objetos que se necesitaban a diario. Al ser las ropas tradicionales los kosodes y kimonos y carecer estos de bolsillos, buscaron la forma de que las bolsas donde portaban sus objetos quedaran colgadas del Obi o cinturón mediante la sujeción con netsukes.
Los materiales que en principio usaron para elaborar los netsukes eran pequeños trozos de madera o bambú que con el transcurso del tiempo evolucionan y se van perfeccionando adquiriendo formas más complejas. Los motivos representados fueron personajes míticos chinos, figuras legendarias de la historia de Japón, animales, plantas, frutas, máscaras, deidades, diferentes tipos de monstruos y ¡cómo no! representaciones explicitas sexuales.
En la historia de los Netsukes se diferencian tres períodos:
El primer período de una clara influencia china donde se representan la historia y leyendas de este país. Las tallas no se firmaban y es al final de este período a principios del siglo 19 cuando escultores relevantes de la zona de Kyoto comienzan a firmar sus obras. Masanao, Tomatada y Okatomo son artistas reconocidos de este período.
En el período medio que abarca prácticamente todo el siglo 19, los talladores de los Netsukes perfeccionan su arte en talleres donde maestros talladores imparten formación. Los diseños comienzan a ser más sofisticados y su ejecución más cuidada. Los materiales se amplían y comienza a usarse fundamentalmente el marfil de elefante, morsa, cachalote e hipopótamo; también se incorpora el cuerno de búfalo y ciervo y el coral.
En este período los Netsukes empiezan a ser considerados piezas valiosas y personas influyentes del Japón empiezan a coleccionarlos. Algunos escultores de este período fueron Mitsuhiro, Masakazu, Kokusai y Kaigyokusai.
En el tercer período o período tardío, finales del siglo 19 principios del 20, Japón se abre a occidente después de siglos de aislamiento. Los comerciantes en Europa ponen sus intereses en las diferentes artes de Japón y artistas europeos comienzan a admirarlas. Los grabados y xilografías serán una gran influencia para el movimiento pictórico impresionista.
Con la influencia de occidente en Japón y el comienzo de la era Meiji, se comenzó a cambiar la forma tradicional de vestir. Los kosodes y kimonos se fueron dejaron de usar sustituyéndolos por ropas occidentales poco a poco; esto hizo que los Netsukes perdieran su utilidad de origen y se convirtieran estrictamente en una forma de arte.
Dos escultores destacados de este período fueron Tokoku y Sosui.

¡Bienvenidos al Japón del período Edo!

Olga Diego






















viernes, 7 de enero de 2011

Un coño como una espuerta. Por Carmen Izquierdo

A los españoles nos encanta hablar de los genitales y meterlos en todas las conversaciones. ¿Será por aquello de «Dime de qué hablas y te diré de qué careces»? ¿Se trata sólo de un vicio o de una muletilla del lenguaje?

Corre por internet un escrito sobre las acepciones de la palabra «cojones», publicado hace tiempo en la prensa. Ya entonces se me ocurrió que la palabra «coño» no se queda atrás en sus numerosas acepciones, así que permítanme compartirlo con ustedes. Que lo disfruten.

Utilizado con el verbo tener, puede indicar pachorra o pereza: «Tiene un coño que se lo pisa»; con admiración la cosa cambia, ya que indica que aquella persona es valerosa: «¡Menudo coño tiene!». También hay que subrayar el valor recriminativo: «Ya tiene el coño bien negro para hacer ese tipo de cosas». Con otros verbos se utiliza para amenazar: «A esa le rompo el coño». O para pasar a la acción: «La arrastro del coño».

Hay que destacar su valor de complemento circunstancial de lugar en determinadas frases: «Vive en el quinto coño city» o «Vive en el quinto coño».

Los tiempos verbales cambian el significado: el presente indica molestia: «Me toca el coño tener que ir hasta allí». El modo reflexivo transmite cierta vagancia: «Se toca el coño»; el gerundio también subraya el vaguerío: «Se pasa el día tocándose el coño».

¿Y qué ocurre con los prefijos y sufijos? Pues que modulan su significado; por ejemplo, en- expresa dependencia hacia otra persona: «encoñado»; -azo indica hartazgo: «¡Vaya coñazo!»; pero si a la raíz coñ- le añadimos –ón, tenemos un adjetivo que expresa cachondeo: «Es muy coñón».

Las preposiciones aportan un matiz determinado a algunas expresiones: de indica calidad: «Me lo pasé de coña»; con expresa valor: «Salió adelante con un coño así de grande» o «Salió con el coño por delante»; hasta indica el límite de aguante: «Estoy hasta el coño de mi jefe»; por expresa voluntad de ejecutar una acción: «Por mi coño que esto lo hago».

La forma aporta significado, combinándola con el comparativo: «Hacía tanto frío que se me quedó el coño tieso» o «Tenía el coño más arrugado que un higo». Y no digamos el tamaño: «Tiene el coño más grande que una espuerta», aunque seguramente no hay coño más grande que el de la Bernarda.

La expresión «¡Coño!», que tanto le gustaba a Camilo José Cela, tiene un matiz de sorpresa o admiración. Cuando una se entera de alguna noticia sorprendente suelta aquello de «¡Tócate el coño!», pero si está cabreada y decide hacer su santa voluntad exclama: «¡Lo hago porque me sale del coño!».

En fin, que si la palabra «cojones» tiene cantidad de acepciones, «coño» no es para menos, muy a pesar de melindrosos, cursis, remilgados, mojigatos, casposillos, pejigueros, pepés (sí, con acento), detractores del castellano, sectores clericales, etc., que no utilizan este vocablo en público, pero que en privado se hartan de él y de ello.


Erotismo

Me piden que opine sobre el erotismo. Debo aclarar que erotismo es pasión fuerte de amor y que pasional es lo relativo al apetito o afición vehemente de una cosa especialmente amorosa. Aquí aparece claramente expuesto, diría que hasta por definición, que es imposible hablar de erotismo cuando se pretende separarlo de la pasión y el amor. Me resulta interesante que así sea, porque de ese modo dejamos de bastardear palabras por el hecho de utilizarlas con una vaguedad alarmante.

Erotismo, pasión, amor, tres elementos que no pueden manifestarse en toda su dimensión si no se expresan y viven al unísono, y esto me complace porque reivindica una palabra por cuya ausencia la humanidad exhibe en estos tiempos la más cruel ausencia de valores, me refiero a la palabra amor.

Todo está concatenado, y en este caso concreto del erotismo, podemos ver que las palabras siguen siendo el elemento de comunicación y comprensión por excelencia entre los hombres.

Justamente por hablar sin darle a cada palabra su verdadero alcance y significación, los hombres hablan pero no se escuchan, no se comprenden.

Me parece fenomenal abordar el tema del erotismo, porque una palabra que aparece devaluada al ser considerada en toda su dimensión, nos ayuda a descubrir que no es un mero término perdido en el lenguaje de la sexología, también ligeramente tratada en diversos medios con el fin de atraer clientes y así dejar de lado su verdadera significación social.

Hablar de erotismo es hablar de pasión y es hablar de amor, de modo que una relación sexual circunstancial, o lo que es peor, furtiva, hace que se confundan las cosas de manera descabellada.

El erotismo no se expresa como tal a través de una relación inesperada, casual, o con la dosis de atracción perversa que puede adosar lo prohibido, por más placentera que haya parecido. Esto es así por cuanto nada en la vida permanece, y menos aun, trasciende, si el amor está ausente.

El arte en todas sus expresiones está inspirado en el amor de quien lo produce, y si el destinatario de este arte, el hombre, no encuentra en la mayor manifestación de amor de su vida el mismo sentimiento, de qué estamos hablando.

Soy un convencido que mi opinión no tiene una ingenua pretensión poética, es más, pasa a ser poética si comprendemos que en el amor se resume lo más bello, lo trascendente y lo sublime de la vida. Es interesante no olvidar que hasta los animales son selectivos, y al respecto no es necesario explicar nada. Erotismo es pasión y amor, y como tal no demanda que se agregue palabra alguna para ser también poesía. Si no es así, estaríamos hablando de pornografía, entrando en el terreno de lo obsceno, y esto es otra cosa.

Por último, y como ratificación de lo expresado, tomemos en cuenta la mitología, de tanta significación en la obra de Freud. En la mitología, Eros es el dios del amor, su mujer Psiques ( psiques en la en el psicoanálisis); ambos tendrán una hija que se llamará voluptuosidad.

Erotismo (eros) + psique (psiquis): voluptuosidad.

El erotismo es inseparable del amor, la voluptuosidad esta dada a los placeres sensuales, es la complacencia en los placeres sensuales, inseparables de eros y psique.


Antonio Casabona